Zona Agro

Ecoaldea: una nueva mirada al campo

Este concepto, que ya tiene varios adeptos en la Región del Maule, hace referencia a una comunidad intencional organizada para ser sostenible económica, social y ecológicamente, con profundo respeto por la naturaleza, el uso de energías renovables y la sustentabilidad alimenticia. Conocimos a un grupo de personas que muy cerca de Talca ha hecho carne esta noción y que, además, ha comenzado un proceso de vinculación también con las formas más tradicionales de vida campesina del sector.

 

A aproximadamente 20 kilómetros al suroriente de la capital regional del Maule se encuentra Santa Rosa de Lavaderos, un caserío donde el tiempo parece haberse detenido ya que conserva gran parte de un pasado lleno de historia y leyendas enclavado entre cerros donde se encuentran los ríos Maule y Loncomilla.

Se dice que este sector fue vía obligada para el río Maule, siendo considerado en época de la Independencia como el paso carretero de este importante curso de agua regional. Se dice también que aquí los Incas explotaron la mina de oro del Chivato, que según cuenta la leyenda, su producción fue a parar al Perú para pagar el frustrado rescate de Atahualpa. Y que también por este lugar se trazó el Camino Real para poder pasar el río por donde transitaron los ejércitos de la Conquista, Independencia y la Guerra Civil.

Esta tierra agrícola fértil, conocida por sus vinos producidos casi en su mayoría en forma artesanal, fue el sitio escogido por un grupo de personas para instalarse y desarrollar allí un concepto que mira de otra manera la relación con el campo. Es una forma que tiene respeto por la naturaleza y que se basa en la sustentabilidad alimenticia y económica.

Se trata de una ecoaldea, concepto que hace referencia a una comunidad organizada para ser sostenible económica, social y ecológicamente, y donde se privilegia el uso de energías renovables, la sustentabilidad alimentaria, el reciclaje y el uso de materiales de construcción ecológicos.

Son dos las familias que decidieron dar vida a este proyecto denominado Ecoaldea Río de Lluvia en una parcela de 1,7 hectáreas de extensión y donde cada una de ellas está comenzando a involucrarse con proyectos de sustentabilidad y, además, con varias acciones comunitarias compartidas.

Ellos son parte de una práctica que va sumando adeptos en la Región del Maule, ya que según cuentan los propios integrantes de esta comunidad, son varias las ecoaldeas que han comenzado a surgir a lo largo del territorio sumándose a una corriente que viene tomando mucha fuerza en el país y en el mundo desde hace varios años.

¿Por qué? La respuesta parece estar dada por el empuje que viene experimentando lo ecológico y, en este caso, una ecoaldea puede responder a una opción que busca alternativas a la ciudad y su pobre calidad de vida. “Somos grupos de personas que tomamos conciencia que el estilo de vida que tenemos no es sostenible en el tiempo para la supervivencia humana, quizá no en nuestra generación, pero sí en las futuras, entonces esta es una forma de actuar frente a esta situación que no puede seguir manteniéndose. En respuesta a eso es que se vincula al cambio del impacto ambiental pero también en respuesta al estilo de vida que queremos llevar, centrado en el bienestar, en la calidad de vida y en la simpleza”, señala Claudia González, una de las integrantes de Ecoaldea Río de Lluvia.

Esta psicóloga de profesión plantea que este movimiento recoge el concepto de resiliencia local que implica ir haciendo una transición, es decir, volver al núcleo donde todas las acciones tratan de tener el menor impacto posible en el entorno, pero además haciendo referencia a caminar hacia prepararse para cuando nuestras formas de vida cambien radicalmente por el agotamiento de los combustibles fósiles, por ejemplo.

¿Cómo se logra eso? Trascendiendo la sostenibilidad para alcanzar un resultado positivo, de productividad y reducción de polución, buscando, por ejemplo, una huella de carbono negativa y un superávit en generación de energía o en agricultura. “La idea es ir funcionando en un radio más pequeño, formando redes de apoyo y contactos también en el entorno más próximo como, por ejemplo, generar microproducciones en las comunidades para que sean capaces de abastecerse localmente”, agrega González.

PERMACULTURA

Cristina Valenzuela es otra de las integrantes de esta comunidad. También de profesión psicóloga explica que hablar de una ecoaldea es necesariamente hablar de permacultura, que parece ser el alma de la vida de este movimiento. “Es una filosofía de vida que se define como la cultura que permanece y que quiere decir que uno tiene una actitud en la vida de respetar la tierra, todas las formas de vida, la naturaleza y el espacio territorial. Por eso nosotros también decidimos optar por una comunidad rural”, sostiene.

De esta forma, este concepto tiene que ver con ecosistemas agrícolas y hábitats sostenibles, integrando desde la producción agrícola hasta el espacio de vida, el paisaje, el reciclaje, la reutilización, los métodos de obtención de energía, entre otros.

Y ello queda claro en la literatura que hay respecto del tema, donde se sostiene que una ecoaldea debe considerar la existencia de la agricultura orgánica como técnica de cultivo que mantiene la estructura del suelo sin cambiar sus propiedades por el uso de químicos o semillas genéticamente modificadas, tener estrategias que mejoren el uso de los recursos hídricos y la obtención de energía a partir de recursos naturales, incorporar en la construcción principios sostenibles de concepción y diseño usando, por ejemplo, materiales locales o reciclados, realizar la difusión del conocimiento a través de actividades educativas y materializar proyectos de reciclaje.

RÍO DE LLUVIA

Esta ecoaldea está recién comenzando bajo los principios que sus propios integrantes han ido adoptando conscientemente y también conociendo de experiencias similares tanto en Chile como en el extranjero.

Valenzuela dice que generar un proyecto de esta naturaleza implica la toma decisiones en diferentes aspectos asociados a este movimiento.

En su caso, con su marido, un ingeniero constructor, escogieron el concepto de la bioconstrucción para su vivienda, es decir, la utilización de materiales que son naturales, llegando a la mezcla de barro, paja y madera, un tipo de antiguo adobe pero que estructuralmente es más firme.

Lo mismo ocurrió para escoger un sistema de evacuación de los desechos humanos, optando por una forma de baño seco donde en el fondo se produce una separación de los residuos biológicos que finalmente podrán tener un uso como abono en algunos sectores de la parcela. “La idea es la reducción del impacto porque no generamos aguas negras por este sistema, pero sí aguas grises por el uso de la ducha, el lavaplatos o lavamos y eso también se trata y se recicla, sirviendo, por ejemplo, para el riego de los huertos”, subraya González.

Respecto de la generación de energía todavía no tienen autosuficiencia, pero señalan que dentro del plan maestro de desarrollo de la ecoaldea está considerado llegar a ese estado, utilizando energía solar o paneles fotovoltaicos que les permitan tener independencia en ese ámbito.

Y en lo que dice relación con el trabajo del terreno agrícola, Valenzuela y González precisan que tienen algunos proyectos relacionados con huertos y además se aprovechan las 1,3 hectáreas de viñedos de uva país para la elaboración de vino artesanal. “Hicimos el primer año una cosecha experimental y este segundo año estamos un paso más avanzados. Comenzamos haciendo en la viña un manejo tradicional y queremos avanzar hacia un manejo agroecológico con un proyecto para elaborar vino, pero no solo por generar una utilidad económica a nuestra economía familiar, sino que además está asociado a la preservación de un patrimonio cultural como es la cepa, una de las primeras en llegar al país, y también de las formas de vinificación en el campo chileno. Algo que se está perdiendo”, dice González.

“Una de las formas que hemos ido explorando es la posibilidad de convertirnos en cooperativa agrícola o de trabajo, que implique incorporar a personas de la comunidad de Santa Rosa de Lavaderos”, complementa Valenzuela, explicando que ello es una forma de vincularse efectivamente con una comunidad que en el concepto de la permacultura es el origen, el núcleo y lo local.

A todo ello, Claudia y su marido agregaron otro emprendimiento cuando decidieron recibir extranjeros en su casa como una forma extra de ingreso, aprovechando también este concepto en el cual están involucrados y dado el interés que hay fuera del país por estas nuevas formas de ver la relación con la naturaleza y el campo.

De esta manera, estas familias están dando forma a un proyecto que tiene una profunda filosofía en su base, rescatando elementos que la vertiginosa vida que tenemos hace que se pierdan o confundan obligándonos a centrarnos más en nuestros deseos que en las verdaderas necesidades.

Es un movimiento que desde lo simple invita a recuperar formas de vida, de relación con el entorno, de producción y de contemplación que pueden asegurar un mundo sustentable para las futuras generaciones, algo en lo que la mayoría estamos de acuerdo pero que poco hacemos para que sea realidad y esta comunidad muestra un camino concreto de cómo lograrlo.

Ecoaldea, un modelo de vida (RECUADRO)

 

Esta idea nace en los años sesenta, cuando aparecen las primeras ecoaldeas y se formula el concepto de permacultura, que consiste básicamente en la combinación de un respeto profundo por la naturaleza con la sustentabilidad económica.

Luego de cuarenta años del inicio del «movimiento verde», que comenzó con mayor presencia en América del Norte y Europa, hoy nos encontramos ante una expansión general a nivel planetario.

A las ecoaldeas chilenas se suman otras experiencias a diferente escala en países como Argentina, México, Sudáfrica, India y Sri Lanka, donde una red de más de diez mil aldeas, con alrededor de nueve millones de habitantes, ha alcanzado la sustentabilidad alimentaria, comprobando la tesis de que la permacultura, una vez equilibrado el ecosistema, asegura su propia sustentabilidad.

  • Es un asentamiento a escala humana, de rasgos holísticos, donde las actividades humanas están integradas al mundo natural de manera no dañina, de tal forma que apoyen un desarrollo humano saludable, que pueda continuar indefinidamente en el futuro.
  • Están ubicados en zonas rurales o urbanas, que respetan y restauran los sistemas de circulación de los cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire en la naturaleza y en la gente.
  • Se busca un encuentro con la naturaleza que permita un desarrollo saludable del ser humano, lo que implica un crecimiento integral y equilibrado en los planos físico, emocional, mental y espiritual.
  • Los alimentos consumidos deberán ser producidos ecológicamente, preferentemente en la propia comunidad, o en la zona o región en la que se halla.
  • Las diversas actividades económicas que se lleven a cabo en la ecoaldea han de asegurar la estabilidad económica de todos sus miembros. El trabajo se ha de organizar horizontalmente, favoreciendo la participación de todas las personas involucradas en la toma de decisiones.
  • La ecoaldea ha de ser un lugar en el que se favorezca la creatividad y la expresión de la singularidad de todo ser humano.
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