Control biológico y sustentabilidad en la hortofruticultura. Menos enfermedades, más salud
Es una tendencia cada vez más demandada en los mercados internos y externos, ya que apunta esencialmente a la disminución de plaguicidas en los cultivos, lo que trae como consecuencia productos más inocuos y saludables.
El control biológico se entiende como la reducción de la densidad o de las actividades productoras de enfermedades de un patógeno o plaga, lograda de manera natural o a través de la manipulación del ambiente, del hospedero o de antagonistas del patógeno o plaga que se quiere controlar. Según el Dr. Ernesto Moya, Ingeniero Agrónomo, Magíster en Ciencias Vegetales de la Universidad Católica de Chile y Ph.D. de la Universidad del Estado de Montana en Estados Unidos, además de docente de la Facultad de Agronomía de la UdeC, esta es una definición más amplia; pues, “generalmente las personas lo entienden como el uso de microorganismos (bacterias, hongos o virus) o macroorganismos (nemátodos, aves o personas) para el control de plagas insectiles y enfermedades. Por ejemplo, cuando un grupo de personas captura burritos (un insecto que consume el follaje de la planta), en una producción de berries, está haciendo control biológico. Por otra parte, si consideramos la definición que hace la Academia Nacional de Ciencias de los EEUU, quien definió control biológico como: “el uso de organismos naturales y modificados, genes, o producto de genes, para reducir los efectos indeseables de organismos peste y para favorecer organismos deseables tales como cultivos, árboles, animales y otros insectos y microorganismos benéficos”, tendríamos que el uso de organismos genéticamente modificados o transgénicos podría ser considerada también como una práctica de control biológico”, explica.
Rodrigo Aparicio, Ingeniero Agroindustrial, Diplomado en Comercio Internacional y Gerente de Desarrollo de NaturalChile, asevera que el control biológico en la producción de frutas y hortalizas es el método en el cual se utilizan organismos vivos y/o productos elaborados a partir de compuestos naturales para el control de plagas, prevenir enfermedades y también como fertilizantes. “Estos productos son ampliamente utilizados en la agricultura orgánica, sin embargo, se están empleando cada vez más en los cultivos tradicionales, respondiendo así a la necesidad global de la industria de los alimentos la cual exige que estos sean más saludables (manteniendo sus características funcionales intactas), exentos o con menor cantidad de residuos agroquímicos, que provoquen un menor impacto en la salud humana, animal y del medioambiente. De ahí la importancia en la comprensión y adaptación de estrategias de Manejo Integrado en la producción hortofrutícola, la cual integra estrategias biológicas con convencionales, considerando fundamental mantener continuamente un adecuado registro y diagnóstico del estado nutricional de los suelos, del estado nutricional de las plantas, de las condiciones climáticas, del monitoreo de las plagas y de las enfermedades, con el fin de hacer las aplicaciones de productos químicos cuando sea necesario, logrando eficiencia y rentabilidad en las aplicaciones de control.
De esta manera, por medio de la eficiencia y uso racional de los insumos, hacen que sea una herramienta fundamental para lograr la sustentabilidad en la producción agrícola, respetando las condiciones ambientales, cuidado de la salud y seguridad de las personas y optimización de los recursos”, indica Aparicio.
Beneficios para productores y consumidores
El Dr. Moya recuerda que en sus clases de doctorado en los Estados Unidos, se planteaba que el control biológico era la regla no la excepción, por lo tanto promoverlo ayuda a reducir riesgos de contaminación en los productos alimenticios de la agricultura. “Por lo mismo, el uso de control biológico será más efectivo si se diseña un proceso productivo que considere en primera instancia el utilizar a la planta hospedera más adaptada a un agroecosistema, adecuar el ambiente donde esta se producirá y utilizar prácticas de manejo para reducir las condiciones para el desarrolla de una enfermedad o plaga. Si yo tomo estas tres precauciones previo a establecer una producción agrícola, voy reduciendo la necesidad de utilizar agroquímicos o los mismos productos biológicos en base a microorganismos o compuestos naturales. De este modo, reduzco la carga de compuestos que el producto agrícola recibe y por ende tenemos menores riesgos de contaminantes que puedan afectar a las personas o los consumidores”, asegura.
Por su parte, Rodrigo Aparicio, gerente de desarrollo de NaturalChile, complementa que “los beneficios en el uso de estas estrategias, implican beneficios directos en la inocuidad, entendiendo como tal, la garantía de que un producto cosechado no provocará daños a la salud del consumidor. Estas estrategias, por ejemplo, son requeridas por distintos protocolos de certificación que son requisitos para la exportación, siendo algunos muy específicos en cuanto al manejo de plagas, regulando el uso de pesticidas y su dosificación. Sin embargo, en lo que se refiere al consumo interno, en hortalizas sobre todo, estamos al debe en cuanto a las regulaciones, no existiendo obligatoriedad en la implementación de un sistema de gestión de calidad para la producción, representando esto un alto riesgo a la salud de los consumidores, productores y trabajadores. Iniciativas particulares se están llevando a cabo en la Región para el desarrollo de hortalizas saludables, cambiando la forma de producir hacia un manejo que reduce la carga de pesticidas, incorporando estrategias biológicas en la producción. Este es el caso del Nodo Horticero, proyecto cofinanciado por el Comité de Desarrollo Productivo Regional y administrado por Copeval Desarrolla”, dice el profesional del agro.
En tanto, Víctor Torres, representante técnico-comercial Talca-Los Ángeles de Biogram SA, empresa especialista en las áreas de microbiología, biotecnología e ingeniería de procesos, afirma que “el productor se acoge a programas de aplicación de estos productos de acuerdo a un monitoreo de sus campos, análisis de suelo, sistema de riego, etc., y puede aplicar estos productos hasta en cosecha pues no tienen carencia y por tanto no afectan la salud humana como los químicos. Por lo mismo, los beneficios son variados y sobre todo para el nuevo concepto de “suelo vivo”, donde al fin se pretende dar la importancia a lo más valioso, la microbiología del suelo, que en la práctica es la verdadera fertilidad del suelo y hace que las semillas, las plantas, etc., crezcan sanas y en armonía con la naturaleza y la salud de todos nosotros”, menciona.
¿De qué forma es posible incorporarlo en la producción hortofrutícola?
“Creo primero necesario aclarar que toda explotación convencional u orgánica puede utilizar biocontroladores biológicos, al igual como ambas utilizan compuestos químicos. Por qué traigo esto último a colación, por ejemplo en el control de enfermedades en huertos orgánicos, que son considerados más sanos, es muy común el uso de compuestos en base a cobre o azufre, los cuales son fungicidas inorgánicos que se utilizan para el control de enfermedades de difícil manejo como la pudrición gris causada por el hongo Botrytis cinerea o los oidios que afectan diversas especies hortofrutícolas. Si tú comparas la etiqueta de un producto en base a cobre, por ejemplo, esta tiene una franja de color azul, lo cual implica que es más peligroso que un herbicida en base a Glifosato, que posee etiqueta verde. El punto aquí, es que tanto en explotaciones convencionales como orgánicas debe haber un uso técnico y racional de las herramientas biológicas como de los agroquímicos, por ejemplo, en la región, en una producción de nogales para el control de la enfermedad bacteriana peste negra se utilizan entre 12 a 14 aplicaciones de productos en base a cobre, mientras estudios realizados por nuestro equipo en la Universidad de Concepción demuestran que considerando las condiciones climáticas y aplicando en momentos oportunos se puede obtener una producción adecuada con 6 a 10 aplicaciones en la temporada.
Por otra parte, el uso de bioproductos en base a microorganismos o compuestos naturales deben entenderse como herramientas que puede complementar una producción agrícola convencional u orgánica, en momentos en que los agroquímicos no pueden ser usados o existen pocas alternativas disponibles para el manejo de ciertos problemas”, argumenta el profesional.
Aparicio agrega que “a nivel de fruticultura, las estrategias biológicas ya se encuentran incorporadas en los planes de manejo fitosanitario. En el rubro ya es “natural” hablar de la aplicación de estrategias biológicas en la producción convencional. En hortalizas es donde está el mayor desafío, donde la principal barrera está en romper con el mito de que el costo de un insumo biológico es mayor que uno químico, además de la confianza en este tipo de productos y el conocimiento por parte de los productores en las distintas alternativas que hoy ofrece el mercado”.
Realidad local vs Realidad internacional
Las exigencias por parte de varios mercados de destino para nuestros productos hortofrutícolas en cuanto a reducir los límites de residuos de productos agroquímicos están obligando a los productores y a la industria hortofrutícola en general a buscar alternativas que permitan controlar plagas y enfermedades y responder a dichas exigencias. “Así en Europa y Estados Unidos a partir de los años ochenta y noventa se invirtieron muchos recursos en investigación sobre temas de control biológico, por lo cual tienen una gama de empresas y productos que han permitido el desarrollo de una floreciente industria de productos biológicos. La mayor dificultad de estos productos biológicos sigue siendo el tema de la formulación de los mismos, pues existen muchos microorganismos con gran potencial, pero su formulación y regularidad en el efecto de control que ejercen sigue siendo su mayor problema, pues existe un riesgo asociado a una baja eficacia que afecte la productividad de los agricultores.
En cuanto a Chile, la investigación realizada ha sido de buena calidad, pero solo la suma de pequeños esfuerzos aislados con poca sistematicidad y conectividad entre ellos. Así y todo, han surgido empresas locales exitosas asociadas a la producción de biocontroladores como Bioinsumos Nativa que nace al alero de la Universidad de Talca, o el Centro de Control Bilógico que posee el INIA-Quilamapu en Chillán, que ha desarrollo hongos entomopatógenos. Pero, en general, han sido esfuerzos de investigadores individuales y no en un concepto de un área de desarrollo tecnológico con alto potencial que pudiésemos desarrollar como país”, aclara el Dr. Moya.
El Gerente de Desarrollo de NaturalChile, Rodrigo Aparicio, sostiene que “existe la percepción de que el rubro se encuentra en pleno crecimiento, básicamente porque cada día se crean y crecen más empresas que ofrecen distintos productos biológicos, sin embargo, no existen cifras oficiales que avalen esta tendencia. Es así como en nuestro país cada vez se encuentra un mayor volumen de estos productos, fabricados a partir de extractos de plantas, hongos, bacterias y microorganismos, elaborados tanto por empresas locales como por transnacionales. Parte del impulso de esta nueva industria proviene precisamente de la tendencia global que está llevando a buscar alimentos más sanos, exentos o con menor cantidad de residuos agroquímicos, que provoquen un menor impacto en la salud humana, animal y del medioambiente. Precisamente el potencial de este tipo de productos ha llevado a que grandes compañías de agroquímicos hayan creado departamentos enfocados en este tipo de producción o se hayan unido a otras que ya los elaboran. Estos productos están saliendo del ámbito de los cultivos orgánicos y avanzando fuertemente en los cultivos tradicionales respondiendo a la necesidad de los agricultores de producir alimentos con menos residuos y de manera más sustentable”, concluye.
Ernesto Moya, ingeniero agrónomo
Rodrigo Aparicio, Gerente Desarrollo NaturalChile® Ltda.
Víctor Torres, representante técnico-comercial Talca/Los Ángeles Biogram SA.