Entrevista

Blas Ruiz Quiroz, empresario angelino

“Me considero un hombre con suerte”

Nacido y criado en Los Ángeles, este ingeniero en minas de 66 años derivó en los negocios por falta de trabajo en su rubro, ámbito en el que ha logrado crecer considerablemente. Esto, asegura, le ha dado estabilidad, para sacar adelante a sus 13 hijos.

Proviene de una familia a la antigua, su padre Blas Ruiz, trabajó desde los ocho años como bombero en distintas bencineras de la ciudad, y siguió en eso hasta el final de sus días. En su juventud viajó a Santiago, donde conoció a su madre Sara Quiroz, con quien se casó y posteriormente volvieron al sur.

De la casa-quinta en la que creció, allí en calle Villagrán con Argentina, solo quedan los recuerdos de la lechería cercana, de los amigos con los que jugaba a las polcas o con una pelota de plástico, época en la que “todo era más sano”, reflexiona, porque no había consumismo, debido a que tampoco “había con qué comprar”.

De la venta de lubricantes saltó a la de combustibles, y hoy cuenta con casi 6 mil metros de construcción dedicados a este negocio y afines, lo que lo transforma en uno de los hombres más exitosos de la ciudad. Pero, ¿cómo llegó ahí?

¿Cómo recuerda a sus padres?

Mi papá trabajó y educó a toda una familia, a sus hermanos y a sus dos hijos. Trabajó más de 80 años, siempre estuvo lúcido, seguía caminando, y de repente, se pegó un apagón a los 93. Él siempre se preocupó de que estuviéramos bien comidos, bien vestidos y de la educación. Mi mami era dueña de casa, no opinaba mucho, era medio machista el ambiente. Ella era buena para cocinar, aprovechaba todas las cosas, nada se perdía. Murió a los 94 años.

Blas Ruiz Quiroz, empresario angelino¿Por qué decidió estudiar Ingeniería en Minas?

En el Liceo de Hombres de Los Ángeles hice la enseñanza media y luego me fui a la Universidad en La Serena. Cuando tú dabas la prueba, debías inscribir cuatro carreras, en orden de mayor a menor preferencia. Yo postulé a Arquitectura en Concepción y luego a Ingeniería en Minas en el norte. Y como toda la vida estudié cerca de la casa, decidí optar por el lugar más lejos. Me recibí el año 78.

¿Cómo pasó de su profesión a la venta de combustible?

Estaba difícil encontrar trabajo, por lo que decidí instalar un negocio y me quedé aquí, en la misma esquina donde vivían mis padres, en calle Villagrán. Era un pequeño negocio de lubricantes, en ese tiempo solo se comercializaban en los servicentros, por lo que me metí bien al mercado, con buenos precios, estuve en eso cuatro años, reuní capital y me instalé con la estación de servicio al frente, en Villagrán con Galvarino.

Ese era un amplio terreno, ¿cómo logró adquirirlo?

Justo frente al negocio había un sitio propiedad de SERVIU, se erradicó una especie de toma que existía, postulé a la licitación junto a otros dos oferentes y finalmente me lo adjudiqué. Fueron cerca de 4 mil 500 metros cuadrados, que un par de años después se ampliaron y llegamos hasta calle Almagro.

Por muchos años el logo de su empresa fue COPEC. ¿A qué se debe?

En esos tiempos tenías que hacer negocios con alguna compañía y la que más se interesó fue COPEC, por lo que partimos en marzo del año 1987. Hasta el 2013 estuve con ellos, a raíz de un mal entendido rompimos relaciones. Ahí decidí demoler la casa de mis padres, e instalé mi propio punto de venta. Sin embargo, con COPEC fuimos a un juicio breve, y finalmente ellos se fueron, por lo que quedé con ambas sucursales, con lo que salió favorecido Los Ángeles.

¿En qué marca la diferencia su negocio con las grandes cadenas que existen en la ciudad?

En los precios y en la rapidez de la atención. La gente me agradece, los empresarios grandes de camiones, dicen que se ahorran varios millones de pesos mensuales por la bajada de valores que hice yo. Este negocio hace un control de la venta de combustibles, porque nosotros hemos sido siempre de la política que ganemos todos, hay estudios que así lo avalan.

EN BUSCA DE ESTABILIDAD PARA SU GRAN FAMILIA

Para Blas gran parte de su vida ha sido producir, porque tiene una tremenda responsabilidad: 13 hijos. Lo reconocen como padre estricto, porque asegura, siempre los ha criado desde los valores más que desde el cariño. Aunque varios de ellos ya son profesionales, tiene otros en proceso de estudios superiores, y el más pequeño está recién en la básica.

¿Qué edad tienen sus hijos?

El más chico tiene 9 años, pasó a quinto básico y es el primero de su clase. El mayor tiene 36, es gastroenterólogo, jefe de medicina interna del hospital Barros Luco en Santiago. Son 9 hombres y 4 mujeres, de distintas relaciones.

¿Cómo se da la diferencia en la crianza, con edades tan distintas?

Lo único que siempre he intentado traspasarles son las obligaciones desde chicos, para que cuando grandes dependan solo de ellos y hay algunos que han tomado el consejo. Lo que pasa es que yo tengo una ventaja y una desventaja: siempre he priorizado mis obligaciones con los hijos, y no jugar tanto con ellos, soy menos de piel tanto con ellos, como con mis cinco nietos. Me he ido por la vía de la disciplina.

Pero sin duda son generaciones con características y exigencias distintas…

Sin duda, ahora a los niños tienes que tenerles teléfono, televisión, y ya no cumplen los horarios. Pero, yo he tenido la suerte de que las mamás se han dedicado a los niños, yo no me meto mucho en eso, a las mamás les hago un altar, porque ellas se preocupan de ellos. Mi señora, estudia hasta en los viajes con Cristóbal (9), se dedica mucho a él. Las mamás han hecho todo ese trabajo.

¿Cómo cree usted que lo ven?

Soy muy estricto, alegan por eso, pero sé que me admiran porque he sido buen empresario. Con la edad que tengo aún estoy encima de la pega, todos los días prácticamente, porque hay que esforzarse en la vida, ahora es todo muy competitivo.

Y con su familia de base, ¿cómo es la relación?

No tengo buena relación con mi único hermano, y eso que él tiene solo cuatro años más que yo. Creo que ahí cometieron un error mis padres, fuimos una familia pequeña, más bien fríos. Él creo que trabaja en el rubro del transporte, cuando nos encontramos nos saludamos, pero no compartimos en nuestras casas. Él mira mucho mi vida particular, pese a que yo no molesto a nadie, pero me siento tranquilo, ya que nos criamos así.

UN APORTE A LA CIUDAD EN MEDIO DE LA CRISIS

Han sido días difíciles para el país, y Blas ha tomado el pulso de aquello por medio de su negocio. En los días más críticos sus clientes hacían largas filas en la estación de servicio, por temor al desabastecimiento de combustible.

¿Cómo enfrentaron esa situación?

Estábamos preparados con gente y los trabajadores responden, entonces anduvimos bien, tenemos personal de refuerzo que son familiares míos. Los camiones hicieron varios fletes para traer combustible, así que estuvimos bien abastecidos. Con todo lo que ocurrió, en el día hubo largas filas, pero como a la una de la mañana decaía todo el movimiento.

¿Qué comentaba la gente en esas primeras horas del estallido social?

Al principio hubo mucha sorpresa en lo que pasó, se pensaba que no pasaría a mayores, sin embargo, yo, supuse que sería para largo, y creo que las consecuencias durarán años. Si bien estamos todos de acuerdo en que hay muchas diferencias en el país, también hay que decir que hay mucha delincuencia preparada. Es para no creer que ataquen el metro, cuando es el pobre el que lo usa y no el rico.

¿Prevé consecuencias para el empresariado a nivel local?

Afortunadamente nosotros estamos en una ciudad pequeña y tranquila, donde todos nos conocemos. Pero, en Santiago está difícil. Nosotros creemos que no nos ha afectado, porque tenemos muy buenas relaciones con todos, incluso hay personas que me han pedido que vaya de candidato a diputado. Nosotros, hoy y siempre, hemos sido un aporte para la ciudad y para todos los niveles de vida.

“AHORA QUIERO VIVIR LA VIDA”

Blas Ruiz Quiroz es un hombre sencillo, nunca olvida su jockey porque, asegura, es su sello característico. Todo el mundo lo saluda en la calle, y él responde gentil. Dice que en Los Ángeles “hay mucha envidia entre los empresarios, ya que no te pueden ver surgir”, por lo que se siente más cercano a sus clientes.

¿Qué desafíos le quedan por cumplir?

La verdad es que ya no quiero más desafíos, ahora solo me gustaría vivir la vida, compartir con más gente, ya que siempre he tenido cercanía con la gente más humilde.

¿Qué hace en su tiempo libre?

La verdad es que descansamos, me quedo en la casa. Tenemos un parque de 5 mil metros cuadrados de puro jardín, donde nos relajamos. Han llegado cerca de 20 gatos y a todos los alimentamos. A pesar que estamos aquí mismo dentro de la ciudad, es una especie de campo. No dan deseos de salir, ya que Los Ángeles es una ciudad cómoda, donde tenemos de todo.

¿Cuáles son las cosas que disfruta?

Informarme de deportes, ver y leer noticias, ir con los amigos al tenis. Lo que más me gusta es el sauna, porque a 90 grados de temperatura hago trote, y así me mantengo un poco. Me gusta andar en lancha, tenemos una casa de veraneo con alojamiento para 18 personas, y ahí nos arrancamos a veces.

A su juicio, ¿cuál es la clave del éxito?

Para mí hay tres factores importantes: hay que estar bien educado, escoger un rubro en el que se pueda emprender rápidamente y el factor suerte es muy relevante. Yo me considero un hombre con suerte.

¿Admira a algún empresario?

A Andrónico Luksic, por su formación, como llegó a ser grande, el apoyo que recibió de su padrastro. También el presidente de la compañía COPEC, Lorenzo Gazmuri, quien empezó como gerente, fue subiendo y ahora es la cabeza de la compañía.

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