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Iglesia Católica en crisis: PEDOFILIA, ABUSO DE PODER Y ENCUBRIMIENTO

Sacerdotes acusados de abuso sexual, obispos encubridores de estos delitos, reuniones en Roma entre autoridades de la Iglesia Católica, un Papa Francisco desilusionado por el actuar de los integrantes de esta institución en Chile, religiosos que renuncian y más de 80 denuncias de víctimas, sumándose hasta hace poco, más testimonios.

¿Cómo entender qué ocurrió dentro de la Iglesia Católica, una institución que velaría por los desamparados, por los pobres y todo aquel que los necesitara? ¿Hasta qué punto llegó el encubrimiento para salvar el prestigio por sobre el cuidado de las víctimas? Al parecer, se destapó una verdad que ha caído sobre un grupo de religiosos que el poder no los salvará de las culpas.

“Esto ha sido la bomba que explotó, pero viene desde que la iglesia comenzó a alejarse del ideal de Cristo y del mundo, a mirarse a sí misma, a hablar otra lengua, a ver distinta la realidad. Se puso a la defensiva y se alejó de los pobres”. Así, el Padre José Luis Ysern, sacerdote y asesor de la Asociación de Universitarios Católicos (AUC), traza una explicación de cómo la iglesia llegó hasta el punto de amparar los actos de abuso y violencia. Una respuesta al encubrimiento, no así a la pedofilia.

“La pedofilia la entendemos como un delito y no había por qué ocultarlo, pero en la cultura de una iglesia alejada del mundo lo importante era tapar el escándalo y salvar a la institución, salvar la imagen olvidándonos de las víctimas”, lamentó el religioso.

Para Gustavo Valencia, sacerdote de la Diócesis de Los Ángeles, esta crisis ha remecido a la institución, “Es una vergüenza, ya que sabíamos que algunos religiosos habían caído en algún pecado, pero no pensamos que habían cometido delitos”.

Pese a la gran crisis que los embarga, el padre Ysern, tiene la convicción de que esta será superada, “nos hará más humildes y espero que brote una iglesia nueva, mucho más fiel a lo que Jesucristo quiere y nos dice en el evangelio”.

Fue en mayo recién pasado, cuando el Papa Francisco pidió a todos los obispos de Chile viajar a Roma para reflexionar juntos sobre esta crisis. Momento en el cual la máxima autoridad católica hizo sentir su desilusión y todos pusieron sus cargos a disposición.

Ya ha pasado tiempo tras dicha reunión, Bergoglio envió a representantes del Vaticano, al arzobispo de Malta, Charles Scicluna y el sacerdote Jordi Bertomeu, quienes, en febrero pasado, estuvieron durante 10 días en Chile recopilando información. Ambos llegaron el 12 de junio con la misión de ayudar técnica y jurídicamente a las diócesis para dar las respuestas a los casos de abusos sexuales.

“Esto es algo inédito a nivel mundial y ha sido una agradable sorpresa que el Papa se haya interesado por nuestro país en este difícil momento”, manifestó el sacerdote Gustavo Valencia.

La estadía de los enviados eclesiásticos es por 10 días, divididos entre Santiago y Osorno. Esta última ciudad es clave, pues es ahí donde se desató el malestar de un gran número de feligreses, luego de la designación de Juan Barros como obispo de la diócesis por ser sindicado como encubridor de los abusos de Karadima. Religioso que presentó su renuncia siendo aceptada, así también Cristián Caro de Valparaíso y Gonzalo Duarte de Puerto Montt.

Y así, poco a poco comienza una restructuración dentro de la institución religiosa chilena.

 

CONSUELO GÓMEZ: LOS ABUSOS FUERON CONSTANTES EN SU VIDA

En enero de 2018 salió a la luz una gran cantidad de casos de abuso sexual dentro de la Iglesia Católica, para ser precisos, 80 religiosos han sido denunciados, de ellos cuatro son obispos, 66 sacerdotes, un diácono, dos consagrados, seis hermanos maristas y una veintena de directores o profesores de colegios católicos.

Pero los testimonios continúan, el último fue de Consuelo Gómez, quien entró a las Hermanas del Buen Samaritano en la región del Maule en 1998. En sus años como religiosa vivió en España y México. “Egresé de cuarto medio y estaba con todo el entusiasmo de entregarme a Dios para ayudar a los más desvalidos”. Así, Consuelo recuerda cuando tomó la decisión de incorporarse a la congregación.

Con solo 18 años dejó la parroquia a la que pertenecía, a su familia y amigos, pero nunca pensó que su vida como religiosa se convertiría en una seguidilla de momentos donde primaría la superioridad, los abusos y las vejaciones contra ella.

“Cuando entré a la congregación mi abuelo falleció y caí en una depresión. Luego enfermé, me salió herpes y jamás me llevaron al médico. Nuevamente caí con herpes en todo el aparato digestivo, pero solo me tenían con suero y medicamentos a su parecer. Tras enterarse mis padres me fueron a buscar y me llevaron al doctor”. Momento que Gómez recuerda, dio paso para que la congregación decidiera enviarla a España, ya que explicó evitaban el contacto con familiares, además indicó que les revisaban todo, hasta la ropa interior y se repetía en todas las congregaciones, lo que propiciaba los abusos. Así la exreligiosa, dejó su vida en Chile con la esperanza de que mejorara en Europa, sin embargo, no fue así.

En su estadía en España primero estuvo en Tenerife. “Lo pasé muy mal, me dieron crisis nerviosas, caí con anorexia, una hermana me hostigaba y estaba encima de mí controlando todo lo que tenía que hacer. Pero no hicieron nada”.

Luego, fue enviada a la ciudad de Loja, allí vio y sufrió por el comportamiento de sacerdotes, superioras y hermanas de la congregación. “El Padre tomaba sol totalmente desnudo en el patio, daba abrazos muy extraños y se le iba la mano hacia zonas que no debía”.

En su desesperación, recuerda que le contó sus problemas a una hermana, sin embargo, no recibió la ayuda esperada. “Yo me puse a llorar y ella fue a mi cama y se acercó más de lo debido. Abusó de mí, yo tenía miedo y asco en ese momento porque sentía que me quitaba mi dignidad (…) Yo entraba al baño y ella también lo hacía, cerrando con llave para forzarme física y psicológicamente a hacer cosas que yo no quería”.

Tras buscar ayuda se le pidió que callase e incluso se le culpó, para luego ser enviada a México. Ahí las cosas mejoraron, pero solo por un tiempo, ya que tras un malentendido regresó a España donde los malos tratos continuaron.

Finalmente, en 2008 regresó a Las Hermanas del Buen Samaritano en Chile. “Comencé mis estudios de TENS y hacía turnos de noche. Llegaba con dolor de cabeza y espalda, pero les decía y me retaban. Nunca hicieron nada, caí con herpes y no me llevaron al médico. Por más que me quejaba de dolor, solo me vendaban los brazos antes de los turnos. Una Madre pidió que me llevaran al médico y la respuesta fue “¿a qué hora?” si estudiaba y hacía turnos”.

En 2013 fue derivada a la Nunciatura en Santiago. Ahí recibió un mejor trato y puedo ir al médico, donde fue diagnosticada con diversas enfermedades físicas, producto los trabajos en las congregaciones, además de una severa depresión. Sin embargo, nunca recibió el apoyo para buscar justicia por los abusos vividos.

Actualmente, está con tratamientos y vive en casa de sus padres. “No saben el trabajo que me ha costado recordar todo, ha sido un golpe demasiado duro, pero como me dijo mi director espiritual y el sacerdote que me ha ayudado, lo hice por las jóvenes que entran, puesto que el daño ya me lo causaron”, concluyó Consuelo.

 

RESTRUCTURACIÓN EN LA FORMACIÓN

Para entrar a un seminario y recibir la formación eclesiástica se debe cumplir con ciertos requisitos, entre muchos, tener una vocación espiritual y realizar un proceso vocacional con un párroco. “Al ingresar se entrega una formación desarrollada en una vida comunitaria, de oración, espiritualidad, sin embargo, alejada de la realidad del mundo”, explicó el padre José Luis Ysern, quien en los años ‘80 fue rector del seminario en la ciudad de Concepción.

Una formación que —con los abusos ya conocidos— ha quedado en claro no logra identificar a los jóvenes que tengan algún trastorno patológico. “No es raro que algunos chicos que tengan algún problema de desarrollo, emocional, afectivo o sexual pueden pasar los siete años de seminario sin que los desarrolladores se den cuenta de su problema. Ya que, en las circunstancias de vivir en una burbuja, en un seminario cerrado, no se presentan los problemas ni conflictos. Y por eso no es raro que nos encontremos con esta sorpresa de tantos sacerdotes con problemas serios, de una sexualidad patológica como es la pedofilia”, explicó el padre José Luis.

¿Usted cree que debería cambiar la formación?

“Hoy día la formación antigua no debe repetirse. Yo pienso que los seminarios de hoy están condenados a cerrarse, tenemos que dar otro tipo de formación donde pensemos que, no necesariamente debe existir el celibato, sino que existan dos opciones, sacerdotes casados y célibes. Hay muchos hombres que pueden ser estupendos sacerdotes y casados, incluso, mejor de los que somos ahora”.

 

DESDE LA MIRADA PSICOLÓGICA

Desde la perspectiva psicológica se explica la pedofilia como una parafilia, es decir, una enfermedad relacionada a las desviaciones sexuales, donde un niño o niña es el objeto sexual.

Sonia Fernández, psicóloga establecida en Talca, es tajante en que se deben separar ciertos aspectos. “Me refiero a la homosexualidad de la pedofilia, porque hoy en día se están confundiendo estos aspectos en los casos de los sacerdotes y párrocos acusados de abusos. Es algo completamente distinto, por un lado, la pedofilia es una desviación que se convierte en un delito y por otra parte la homosexualidad es una condición”.

Además, la especialista explicó que la necesidad de poder está ligada a la desviación sexual que algunos religiosos presentan. “Tiene que ver con la posición de poder más que el deseo sexual en sí mismo. Cuando se hace abuso de poder se produce, a nivel neuroquímico, una generación de neurotransmisores y hormonas, similar al del consumo de cocaína, por lo tanto, es adictivo. Eso hace que la persona quiera repetir la experiencia y su objeto de deseo sexual es un niño”.

En esa línea, las personas que tienen esta enfermedad tienen características en común, “seducen a los niños, indican que ellos no le hacen daño a la víctima entendiendo su anormalidad como una forma de quererlos”, argumentó Fernández.

En cuanto al proceso que deben vivir las víctimas, la especialista explicó es variable, debido a las estrategias utilizadas por los pedófilos. “Hacen que el niño se sienta responsable de los abusos acusándolos de que ellos los seducen, que son pecadores y que aceptaron el cariño. Entonces, hay una seducción y una aceptación de por medio. Además, hacen que el niño en un momento se vuelva cómplice”.

 

¿Cómo tratar a una persona pedófila?

“Depende de la disciplina, pero hasta ahora no existen tratamientos muy satisfactorios de pedófilos. Ya que desde el punto de vista médico se trata haciendo una castración química. Sin embargo, eso no ataca el problema de fondo, pues está en otra generación neuroquímica. Entonces, eliminado el deseo sexual no eliminas la necesidad de poder que tienen los pedófilos, por ende, la persona continuará con su enfermedad”.

Fernández fue enfática en que actualmente se registra una ola de denuncias dentro de una institución, pero que la realidad es otra. “La pedofilia es mucho más de lo que uno cree, y no está solo circunscrita en la Iglesia Católica. Se da en muchas familias y lamentablemente no se habla. Ahí hay una deuda muy grande”.

 

ASPECTOS JUDICIALES

Si una persona comente un delito de abuso sexual, en la ley chilena existen diferentes sanciones. La pena más baja es de tres a cinco años, y si el acusado no tiene antecedentes podría optar a libertad vigilada intensiva. Pero, en el caso de que los abusos sean reiterados la condena es de cinco años y un día sin posibilidad de libertad.

Si cometió una violación el acusado puede recibir más de 10 años de presidio y más de 15 años si el delito se cometió más de una vez.

Condenas que algunos religiosos no recibieron porque no fueron notificados ante la justicia, siendo solamente transferidos a otras comunidades y alejados de la víctima.

Con la llegada de los enviados especiales del Papa, el Ministerio Público decidió interferir en la crisis, allanando el Tribunal Eclesiástico en Santiago y la Sede del Obispado de Rancagua. Incluso, el Fiscal Nacional, Jorge Abbott se reunió en la Nunciatura Apostólica con los representantes papales, un encuentro donde quedó claro que existirá una colaboración entre ambas partes.

El Padre Gustavo de Los Ángeles, indicó que es importante que tanto la iglesia como la justicia puedan desarrollar sus investigaciones, “me refiero a que no solo hay delitos dentro de la iglesia ya que si un sacerdote mantiene una relación con una mujer, debe ser sancionado porque rompe a la promesa del celibato, pero cuando estamos en presencia de un abuso sexual la justicia debe proceder”.

Para Giovanni Gotelli, abogado penalista de Chillán es relevante la interferencia de la justicia. “Una investigación eclesiástica para mí es absolutamente ilegal, ya que aquellos que conocen por primera vez la posible comisión de un hecho ilícito, deben denunciarlo y eso dentro de la iglesia no estaba ocurriendo”.

Además, fue crítico en el actuar de la institución religiosa. “No es posible un ente en Chile que se adjudique una calidad que no tiene. La iglesia ha sido como un colador en ver a quién se denuncia y a quién no”.

En ese sentido, Gotelli fue muy claro en que es la justicia la encargada de investigar los casos de abusos sexuales e incluso fue tajante en cuáles deberían ser las medidas si la investigación es a toda la institución eclesiástica. “Que le cancelen su personalidad jurídica. Tal vez suena fuerte, pero no digo que la institución desaparezca, ya que existen religiosos buenos y comprometidos con la comunidad. Pero, lamentablemente, la iglesia encubrió los abusos sexuales y eso es un delito, lógicamente debe haber una sanción dura”.

Pese a que se desarrollen las investigaciones, en algunos casos el delito puede estar prescrito, es decir, el acusado no recibirá una condena tras la tardanza de la víctima en contar los hechos. Según la ley, si una persona fue abusada, luego que cumple los 18 años tiene cinco para denunciar, si no lo hace, el delito prescribe. En tanto, en el caso de una violación, son 10 años desde que la víctima cumplió la mayoría de edad.

Así, pasó en el emblemático caso de Fernando Karadima, pese a haber sido investigado y confirmados sus delitos, no fue sancionado judicialmente pues ya habían prescritos sus actos y solo recibió una sanción eclesiástica.

Una arista que el actual gobierno busca modificar, promoviendo la imprescriptibilidad para todo tipo de delito y crímenes sexuales a menores de edad.

En definitiva, una historia de delitos que recién comienza y que sin duda esperamos como sociedad que se esclarezca y sancione a cabalidad para que desde ahí podamos reconstruirnos y avanzar en temas que son primordiales para transformarnos en una sociedad desarrollada.

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