Reportajes

Vivir a mi Manera

¿Y si no quiero hijos y compromiso?

El cambio generacional ha provocado que hoy muchas mujeres decidan romper esquemas y no seguir las reglas establecidas por la sociedad, olvidándose de cosas que antiguamente eran sinónimo de felicidad como por ejemplo tener hijos. Una premisa que me ha dado que pensar en el último tiempo…

Hace poco mis abuelos cumplieron 60 años de matrimonio… ¡60 años! Demasiados para mí. Es toda una vida apoyándose, queriéndose, pero por sobre todo soportándose. Una misión casi imposible para la mayoría de las parejas de hoy en día y algo que tengo claro que nunca celebraré, ¡lo reconozco con toda sinceridad!

La ocasión lo ameritaba y fueron meses de preparación. Mis padres y tíos organizaron la mejor de las fiestas en honor a los patriarcas y yo en mi interior solo podía pensar en que para mí, la jornada no sería tan entretenida porque nuevamente tendría que enfrentarme a todos esos personajes de mi familia que, como pájaro carpintero, parecen martillar mis oídos preguntando insistentemente el por qué a mis 35 años no me he casado ni tenido hijos.

¿Tanto les costará entender que dentro de mis planes no está el pasar toda una vida amarrada a alguien o que no quiero tener que lidiar con la responsabilidad de que alguien dependa de mí?

Soy casi considerada como la oveja negra de la familia y eso que no ando de fiestera por la vida.

Soy sana, fuerte, sola y feliz

Fui criada para no tener que depender de nadie, por lo que no necesito de un hombre que me acompañe por el resto de mi vida. Igual, no me mal entiendan, me gustan los hombres y perfectamente puedo establecer una relación con uno de ellos, solo que eso de tener que compartir mi casa con alguien no va conmigo.

Soy independiente, me gusta tener mis cosas y viajar, por sobre todo viajar. Y es que conocer, cada cierto tiempo, nuevos lugares, es casi mi pasión y creo, sinceramente, que teniendo un marido toda esa libertad se iría sencillamente al carajo! Y ni hablar de lo que ocurriría si tuviera hijos… ahí sí que mejor me coloco una soga al cuello amarrada a una roca y me lanzo al Río Ñuble… que exagerada que soy!… no, no es para tanto… no niego que debe ser lindo tener uno. Amo a mis sobrinos y cada vez que los veo juntos a sus padres veo lo felices que son. Mi tarea como tía ha sido siempre ser esa persona buena onda que juega con ellos y los cuida, pero creo que no hay mejor sensación que la de entregárselos a su madre cuando se ponen mañosos o quieren dormir!

Insisto, ¿es muy difícil de entender? No quiero seguir ese patrón que nos impone la sociedad que dice que llegada cierta edad debes casarte porque o si no “se te irá el tren”, o ¡a estas alturas el avión!

No quiero tener hijos porque simplemente no quiero cargar con esa responsabilidad. Me basta con hacerme cargo de mí misma. No quiero tener que despertarme a las cuatro de la mañana porque hay un bebé llorando…simplemente me rehúso a subyugarme a ese tipo de vida!

No creo estar loca, ni ser una inadaptada por no ser igual a mi madre, tías y abuelas. Todas ellas han logrado formar sus propias familias siguiendo los estándares establecidos por una sociedad que te discrimina por elegir una vida diferente, una vida que te llena, una vida que te hace feliz… que es lo más importante!

Solo hay algo que me consuela… no soy la única en el mundo que piensa así. Un ejemplo es Victoria Valdivielso, que está cercana a los 30 años y que al igual que yo cree que la felicidad no se encuentra en alguien más, sino que en el interior de uno mismo… ¡que frasecita!

“Soy una persona soñadora, demasiado a veces, aunque eso no me quita tener los pies en la tierra y la cabeza enfocada en las metas que tengo. Soy muy organizada y no me gusta perder el control de las cosas que suceden a mi alrededor. Aunque lo último a veces me trae problemas y frustraciones también ha sido la forma de conseguir lo que quiero, ir haciendo check de a poco en las cosas que me he propuesto como metas de vida”, me contestó la “Vito” al preguntarle cómo se definiría.

Ella coincide plenamente conmigo en que muchos podrían considerarnos como rupturistas por elegir la vida que llevamos, pero en definitiva eso nos da igual.

“Creo que con los años han cambiado mucho y son cada vez menos “tradicionales” o definidos los estereotipos de mujeres. Si hablamos de generaciones como las de mi abuela o de mi madre, entonces sí me considero rupturista. Pero creo que no soy una gran excepción en mi entorno, entre las mujeres de mi generación”, explica.

Sobre los hijos agrega que cuando se pregunta por qué quisiera tenerlos no encuentra una respuesta que la convenza.

“Muchas veces escucho justificaciones de otras mujeres que dicen que quieren tener hijos porque las realiza como mujer, porque es lo más hermoso que te puede pasar en la vida, porque es una forma de trascender en este mundo y la verdad es que ninguna de esas respuestas encaja conmigo. Es una responsabilidad demasiado importante, es criar un ser humano para este mundo y ese es un trabajo para toda la vida, todos los días del año y quizás eso implicaría que postergue tantos otros sueños personales que tengo. Y no creo ser egoísta, algo que también me han dicho, porque más egoísta sería traer a un ser humano sin anhelarlo a un mundo que, además, cada día está peor en cuanto a valores y condiciones… lo estamos destruyendo”.

Personalmente apoyo a la “Vito”, y me molesta cuando te juzgan por este tipo de decisiones. Nadie tiene el derecho de elegir por mí, porque ¿quién más que yo podría decir lo que me hace feliz?

Es extraño, muchos podrían pensar que quienes más critican nuestras decisiones son los hombres y en realidad son las mismas mujeres las que se sienten con el derecho a opinar sobre el por qué decidiste no tener hijos ni casarte…

Eso lo confirma Daniela Barrios, profesional de 42 años que viaja por el mundo cada vez que puede. “Durante años he tenido que aguantar críticas porque según dicen ‘dejé pasar el tren’. A veces no me entienden y cuestionan el que yo trabaje solo para viajar. No se explican por qué elegí vivir así mi vida. Hasta las que fueron alguna vez mis compañeras me preguntan a veces el por qué no tengo hijos y no les convence mi respuesta cuando les digo que simplemente no quiero tenerlos. Claro, para ellas, que en su mayoría ya tienen más de un niño, no existió nunca la posibilidad de no criar”, detalla.

“A diferencia de las mujeres, los hombres son mucho más empáticos cuando se habla sobre este tipo de temas. Por lo menos los de mi generación, que en su mayoría son padres. A veces veo a mis colegas tan agobiados con sus temas familiares que doy gracias por no tener que lidiar, por ejemplo, con problemas de adolescentes”, agrega.

Cambio generacional

Este puede ser considerado como una de las causas de que existamos hoy las mujeres que decidimos romper los esquemas y no seguir el orden establecido por la sociedad que te indica que debes tener un hogar en el que debe existir un marido, un hijo y hasta un perro.

Cada día somos más las que tomamos otro camino, el más difícil, ese más complicado, donde debes luchar más para que te den un crédito hipotecario, porque no tienes con quien complementar renta o donde a diario debes escuchar frases como “cuando seas vieja vas a estar sola, con la casa llena de gatos”.

Existe la discriminación, implícitamente existe, porque cuando te lanzan ese tipo de frases te están casi condenando a que, por culpa de tus decisiones, tendrás una vejez horrible.

La socióloga Claudia Gutiérrez Sepúlveda apunta a esto último, a esa constante crítica por no seguir esquemas.

“Actualmente, la sociedad discrimina a las mujeres, con mayor énfasis si son rupturistas de la estructura social predominante. El ejercicio de violencia hacia las mujeres, muchas veces se desarrolla sutilmente en las conversaciones cotidianas, en simples dichos repetidos por tradición. Son tratos vejatorios que buscan moldear las personalidades según una estructura histórica de discriminación y desigualdad”, detalla.

Agrega que “la sociedad va reproduciendo históricamente normas que han sido configuradas con base en estereotipos de género, donde se van definiendo los roles de hombres y mujeres en los diversos escenarios de la vida. Desde muy pequeños se les asignan características diferentes a niños y niñas, que prohíben ciertas cosas y permiten otras. «Consejos» que pasan de generaciones; «los hombres no lloran», «te va a dejar el tren», etc. Y que muchas veces limitan las personalidades y el accionar de las personas.

La profesional asegura que muchos de estos discursos cotidianos tradicionalistas, hacen ver a las mujeres como personas débiles, carentes, donde la realización máxima sería la maternidad.

“Cuando una mujer decide, desde su vida, mostrar al mundo una panorámica diferente, como especializarse en algún área de estudios, ocupar mucho tiempo en viajar y negar voluntariamente la maternidad, la sociedad cercana se vuelca a preguntar y a aconsejarla. Afortunadamente, la sociedad está en constante cambio y en este sentido, el Estado debe adaptarse a estos cambios, redactando legislaciones que representen en su totalidad a la comunidad de involucradas/os”.

Sin lugar a dudas, se han producido cambios significativos en la sociedad que ha permitido que se genere este tipo de cambio, como el acceso de las mujeres al mundo laboral, que ha ido generando transformaciones importantes tanto psicológicas como sociales, por ejemplo, el aumento de la autoestima al manejar sus propios ingresos, al abrirse a un mundo de nuevas posibilidades y redes sociales.

“Igualmente, la educación ha beneficiado su desarrollo personal y social, así como en la adquisición de conocimientos nuevos a través de capacitaciones y formación en todos los niveles. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer en el acceso igualitario a ciertos derechos. Sobre todo en contextos de mayor alejamiento, donde las dificultades de acceso a sistemas educativos, el estático sistema de roles y las culturas tradicionalistas van limitando los cambios de muchas mujeres”, asegura la profesional, quien cree además que los cambios personales están aparejados inevitablemente con los cambios mundiales.

“El acceso a nuevas formas comunicativas, a mayor información a través de los medios de comunicación masivos, está cambiando las subjetividades y no solo eso, sino que además está propiciando redes de apoyo muy potentes entre mujeres, para visibilizar la problemática mundial y generar cambios a través de acciones concretas por ejemplo las campañas «ni una más», «todas somos Nabila» y recientemente «me too», que muestran que esto no es una problemática privada sino que afecta a todas/os”.

Psicología de “la rebelde”

Este cambio es considerado también por el psicólogo Pablo Stevens, quien cree que la discriminación se genera por el desconocimiento del concepto actual de feminidad.

“Ya hace un buen tiempo que muchas mujeres han decidido romper un poco con eso que se les viene imponiendo desde la tradición. Lo que ocurre es que nuestra cultura chilena todavía no está completamente familiarizada con esta nueva forma de comprender la feminidad y que las mujeres están comenzando a conocerse a sí mismas y empoderándose de su propio presente y queriendo transformar un poco su vida de una manera que les parezca más conveniente”, aclara.

“En la medida que las mujeres van independizándose irán encontrándose con algunas trabas culturales que van a ir quizás mermando sus ideales pero esas son dificultades que todo proceso de cambio requiere. En el caso de la liberación femenina pasa mucho por la asociación de comprender que no es una lucha individual, sino que es una lucha colectiva que llama a  que los hombres seamos capaces de definir nuestra masculinidad de una forma que no implique someter a las mujeres a nuestros deseos o expectativas sobre cómo deberían comportarse ellas o qué tipo de mujeres debería ser”.

El experto puntualiza que actualmente la maternidad ya no es tan predominante o tan determinante como ocurría años atrás, ya que para muchas esto podría considerarse como un obstáculo para realizar otros proyectos.

“Yo creo que estamos en proceso de poder asumir una nueva masculinidad porque nuestras compañeras mujeres están asumiendo una nueva feminidad y como estos son dos conceptos recíprocos es necesario ir transformándose. Pienso que lo que ocurre en la actualidad es una transformación en los roles de género y de la definición de las personas en cuanto a la sexualidad”, concluye.

Como ven, no soy yo la que tiene un problema, porque ¡no existe un problema! Simplemente es que solo soy parte de una generación que sabe que el mundo no tiene fronteras. Que cree que la realización personal va mucho más allá de formar una familia y que mi felicidad puedo lograrla como yo quiera.

Abuelas, tías, madres… No pedimos que lo entienden, sino que acepten que simplemente somos parte de una nueva generación de mujeres que viven la vida a su manera, ¡sin andar justificándose por ello!…

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