Un oscuro callejón en nuestra sociedad ¡SUICIDIO!
El suicidio constituye un grave problema de salud pública en nuestro país y en el mundo. Se caracteriza por ser un problema multidimensional complejo, donde interactúan factores biológicos, psicológicos, económicos, demográficos, sociales y culturales. En Chile, la tasa de suicidio en la población general va en aumento progresivo en la última década, siendo los adolescentes el grupo que experimenta la variación más importante, posicionándose como una población de alto riesgo en nuestro país, una realidad que se expresa con mayor preocupación en la Región del Maule. ¿Qué explica este fenómeno?, ¿qué hacer?, ¿cuáles son las alertas?
¿Hay algo que explique, desde el punto de vista psicológico, la propensión a atentar contra la propia vida? Es una amplia pregunta que desde las ciencias sociales y la medicina se ha intentado responder porque esta trágica decisión tiene una multiplicidad de aristas y factores que se entrelazan de manera compleja.
A fines de julio pasado, una pareja de ancianos -84 y 89 años- puso fin a su existencia en una de las comunas de la Región Metropolitana. Ella estaba postrada y el día que murió a manos de su esposo iba a ser trasladada a un asilo de ancianos. Él padecía cáncer. Todo indica que sus muertes fueron pensadas y planeadas. Una decisión que puso al descubierto la realidad de la tercera edad en nuestro país donde el abandono ya es parte importante de ella. De hecho, Chile tiene la tasa más alta de suicidios en adultos mayores del continente.
Hace un par de años, causó impacto en Talca la muerte de un adolescente de 16 años que se lanzó al vacío desde la azotea de un céntrico edificio de la capital regional maulina. El joven estaba en un centro del Sename y su historia daba cuenta de una infancia desprotegida.
Los dos extremos de la vida presentes en estos trágicos casos.
¿CÓMO SE EXPLICA?
Vanessa Hernández, psicóloga clínica, Diplomada en Diagnóstico e Intervención Especializada en Abuso Sexual Infantil y en Evaluación Pericial e Intervención desde el ámbito penal y familiar, dice que existen diversas teorías que permiten explicar el suicidio de una manera integral y multifactorial. “La que más me hace sentido es la teoría psicológica interpersonal del comportamiento suicida del psicólogo y doctor norteamericano Thomas Joiner. Esta teoría plantea que el suicidio no significa para una persona querer morirse, sino que obedece a un deseo de abandonar la vida y el mundo que habita porque considera imposible de sobrellevarla o no se siente con los recursos suficientes para enfrentar aquello que le duele y sobrepasa. El deseo de muerte es mortal cuando los dos estados psicológicos: la percepción de que se es una carga para los demás y un sentimiento de no pertenecer a nada, se combinan con la habilidad adquirida de producirse autoagresiones”, sostiene.
Hernández explica que el sentimiento de pertenencia frustrado es cuando las personas se sienten desconectadas de los demás y no se sienten parte de nada, un sentimiento de inutilidad sumado a la percepción que nadie puede comprenderlos.
Sobre el concepto de carga percibida, la psicóloga precisa que esta percepción también es impulsada por un pensamiento automático distorsionado, y que genera a menudo la sensación de que las personas no son valiosas ni contribuyen con su existencia al mundo, presentando una idea y sentimiento de que nadie se preocupa por ellos o no son suficientemente valorados. “Es una situación paradójica, porque de las personas que mueren por esta causa, rara vez han carecido de personas que no se hayan preocupado por ellos, obedeciendo esto a un pensamiento automático disfuncional”, indica.
Mientras que con la capacidad adquirida, la profesional explica que ella revalida los procesos cerebrales del sistema nervioso central, que son responsables de la motivación y el aprendizaje, precisando que el estado de ánimo altera la intensidad que se percibe del dolor y que este disminuye cada vez que el cuerpo se acostumbra a la autoagresión, siendo un ejemplo de ello el de los adolescentes que se infringen cortes en los brazos con el fin de liberar la angustia emocional, siendo progresivo que cada vez sientan menos dolor físico.
FACTORES SOCIALES
Aun cuando en un 40% de los casos hay un factor biológico asociado a este problema de salud mental, los especialistas coinciden en que los factores sociales tienen una alta incidencia, dependiendo de la edad de la persona, el nivel sociocultural, la historia de vida, los factores estresantes del entorno y del nivel familiar, y los recursos personales emocionales.
“Para poder comprender cómo funciona el individuo y su interacción con factores estresantes, situemos a la persona al centro de sus subsistemas, con sus recursos personales. En su medio más próximo tenemos a su sistema familiar, seguido por el sistema escolar y laboral, el sistema sociocultural y el sistema político y económico. Entonces para identificar y comprender qué factores inciden, hay que analizar estos sistemas y los factores que influyen, que, si bien no son determinantes, constituyen factores estresantes, lo que va a ir relacionado con la capacidad de la persona para enfrentar esos problemas”, argumenta Hernández.
La profesional agrega que en el sistema familiar aparecen factores como la violencia intrafamiliar, consumo problemático de alcohol y drogas, el maltrato físico y emocional, el abuso sexual intrafamiliar y extrafamiliar, la cesantía de larga data, las enfermedades terminales, la muerte de un ser querido y un duelo no resuelto, las infidelidades, entre otros.
En el sistema escolar y laboral aparecen la identidad sexual asociada a la discriminación que sufren niños y niñas transgénero, el bullying y ciberbullying, el estrés académico, el acoso sexual y laboral en el trabajo, cumplir con las expectativas de los demás sobre las propias.
En el sistema sociocultural afloran la pobreza, la exclusión social, la limitación en el acceso a oportunidades, la desigualdad social y económica, las presiones sociales relativas a la sexualidad y reproducción en personas que no pueden tener hijos o que son homosexuales y no pueden expresarlo porque van a ser discriminados, las pensiones especialmente de los adultos mayores, el consumismo, la delincuencia, el ritmo y la calidad de vida.
En el sistema político y económico, ser víctima de estafas, fraudes, quiebras de negocios y proyectos, deudas, y el funcionamiento sociopolítico de cada país y su realidad.
Por último, los factores individuales relativos a la experiencia personal de cada persona que también influyen y configuran la historia de vida, interactuando con la capacidad de resiliencia.
En tanto, el psicólogo Pablo Concha, psicoterapeuta acreditado y Máster en Psicoterapia Breve Estratégica, señala que siendo la adolescencia el grupo etario de mayor riesgo de suicidalidad en nuestro país, “factores sociales tales como deserción o desajuste escolar, violencia y bullying entre compañeros, suelen ser factores de riesgo a considerar. Las dificultades socioeconómicas, la falta de apoyo social y el acceso a drogas o armas de fuego, incrementan el riesgo”, sostiene el profesional.
ALERTAS
Concha señala que, en el segmento adolescente, en general, aparecen señales de alerta con relación a este tipo de factores, siendo uno la autoagresión corporal (cortes en la piel), lo que se transforma en un ritual de liberación del sufrimiento emocional.
Respecto a otras señales que la familia y comunidad deben estar alerta, el profesional indica que es cuando los adolescentes hablan o preguntan de forma reiterativa sobre el suicidio, o negativamente sobre su autoestima, tienen cambios bruscos en su conducta, demuestran falta de interés en sus actividades diarias, tienen cambios de humor, ansiedad, depresión y aislamiento del grupo de pares. “Otro espacio importante es el colegio. Este debe estar alerta a las conductas de acoso escolar y bullying al interior del establecimiento, actuando en la comunidad educativa en general a través de talleres e intervenciones grupales preventivos del maltrato, favoreciendo la sana convivencia escolar, así como también brindar el primer apoyo psicológico individual y de orientación al adolescente que sufre el acoso y a quien lo ejerce” explica Concha.
Para la psicóloga Vanessa Hernández, “a veces las alertas pasan desapercibidas, porque cuando una persona ya lo decide, días antes se comporta de manera muy feliz abruptamente y habla de proyectos, de modo de que nadie sospeche de su decisión, pero su lenguaje corporal y actitudes son emotivas, andan más sensibles, como despidiéndose. Las alertas más claras se aprecian en el lenguaje y el discurso, el cual no se debe minimizar las amenazas de suicidio, que van acompañadas de un estado emocional alterado, puede parecer obvio, pero es un llamado de atención a la ayuda. Y en primavera poner mucha atención, pues si una persona con ideación suicida ha estado desanimada, y en tiempo primaveral se muestra animada, puede obedecer que su nivel de serotonina se eleve por la iluminación y calidez de los días, presentando mayor energía física, lo que le permitirá llevar a cabo su plan con mayor facilidad”, explica la profesional.
FACTORES PROTECTORES
Redes de apoyo familiar y social, y fortalecimiento de políticas públicas y de los profesionales de la salud, asoman como claves para facilitar la protección de la salud mental. “Los factores protectores principales van a ser la activación de las redes de apoyo a nivel profesional (psicólogo-psiquiatra), familiar y social, brindando contención y monitoreo de la persona que nos preocupa que pueda atentar con su vida. Además, favorecer el desarrollo de habilidades y talentos, potenciar y motivar proyectos a corto plazo con metas alcanzables de la persona, para entregarle herramientas que lo hagan sentirse útil y valorado por su entorno”, indica la psicóloga Hernández.
“En Chile, en el año 2013 el Ministerio de Salud formalizó el Programa Nacional de Prevención del Suicidio, el cual recoge los antecedentes acumulados en investigaciones nacionales e internacionales respecto a cómo abordar la prevención e intervención en poblaciones identificadas de riesgo de suicidalidad. Respecto a esto, resulta necesario el fortalecimiento de los profesionales de la salud para implementar y desarrollar cursos y talleres preventivos a la población. Además, fortalecer la prevención a nivel de establecimientos educacionales e implementar programas de intervención de manejo en crisis, tanto en los servicios de urgencias como a nivel primario y secundario en salud. La detección temprana de adolescentes en riesgo (ideación e intentos de suicidio) así como también la orientación e intervención adecuada, son de vital importancia para el manejo de la situación”, concluyó el psicólogo Pablo Concha.
Cifras que preocupan
En el país es creciente la preocupación por el aumento de la mortalidad por causas externas principalmente en los adolescentes, las que representan el 60% del total de las muertes en este grupo.
Por ejemplo, en el grupo de 15 a 19 años, la Región del Maule tiene el tercer lugar con la tasa de mortalidad por suicidio más alta luego de las de Aysén y Los Lagos, 17,9 por 100.000 habitantes en el año 2010, y aunque la cifra ha ido disminuyendo en los últimos años, se mira con detención la situación.
En Ñuble, en 2014 se mencionaba que sobre un 50% de los casos de suicidios fueron cometidos por personas de entre 20 y 40 años, con una marcada tendencia entre las personas de bajos ingresos o que viven demasiado aisladas.
En Bío-Bío, el Atlas de Salud Pública de la Seremi de Salud evidenció que la población masculina de 20 a 24 años es la segunda con prevalencia más alta de suicidio en hombres, mientras que en mujeres la mayor prevalencia se registra en el segmento de 15 a 19 años.