Reportajes

Made in regiones. Mentes brillantes que crean futuro

Lideres innovadores Ñuble

Carolina Rojas, Felipe Quezada y Felipe Matamala provienen de Maule, Ñuble y Biobío respectivamente. Se trata de personas innovadoras, quienes se atrevieron a crear proyectos revolucionarios del ámbito social, salud y educacional. Por esta razón, en esta edición n° 200, quisimos conocer sus historias y sus ideas, para así destacar emprendimientos completamente regionales.

Hay mentes brillantes por todos lados, personas que están creando verdaderas revoluciones para hacer de este mundo un lugar mejor. Ya lo vemos con la tecnología, donde cada año nos muestra una nueva faceta que busca solucionar alguna necesidad existente.

Una realidad que en nuestro país se replica. De hecho, nosotros mismos hemos sido testigos de tantos buenos proyectos de innovación, como fue el caso de los chilenos Roberto Astete y Cristian Olivares, quienes fabricaron bolsas plásticas y de telas reutilizables solubles en agua y que, por ende, no contaminan.

En regiones el panorama de innovadores por supuesto que también existe y por eso en este reportaje te contamos las historias de tres innovadores regionales, creadores de futuro, quienes con sus proyectos e ideas buscan construir un mundo más amigable.

Pensar en los demás primero

Talquina de toda la vida, Carolina Rojas Aguilar (39) desde pequeña se interesó por la ayuda social, participaba en la pastoral, EJE, en talleres de computación y trabajaba en verano en las colonias Villa Feliz, todo esto porque sus papás, Heraclio y Angélica, siempre le enseñaron a apoyar y pensar primero en los otros, de hecho, ambos son profesores rurales jubilados.

Carolina es ingeniera comercial de profesión, y actualmente trabaja en el Centro Integral de Innovación Social y coordina los campos clínicos en la Universidad Católica del Maule. En esta labor, encontró una necesidad: “Me di cuenta que había estudiantes que estaban renunciando a estudiar, aunque tuvieran gratuidad, porque se sienten solos, les falta alguien que les diga ‘lo estás haciendo bien, sigue estudiando’”, confiesa.

Sumado a esto, la madrina de Carolina, quien vive en Molina, siempre tuvo a estudiantes de Enfermería en su casa, pues ellos realizaban sus prácticas en el hospital: “Ella tiene 80 años ahora y siempre se ha mantenido activa, ya que esta compañía de alumnos la ayudó a tener un buen estado físico y emocional”. Con estas dos realidades, Carolina se inspiró y creó la aplicación móvil “Como en casa”.

Como en casa

En diciembre de 2018 Carolina ganó el concurso de Impulso Chileno, liderado por el empresario Andrónico Luksic, por su idea. Fueron sesenta los ganadores por tres cifras monetarias de apoyo, Carolina obtuvo el premio mayor por diez millones de pesos: “Fue una alegría máxima, una felicidad inmensa, se puede soñar con tener ideas que cambien el mundo”.

Y justamente esa es la finalidad de la aplicación móvil. “Como en casa” busca conectar a los adultos mayores que tienen espacio disponible para alojamiento en sus hogares con universitarios vulnerables que vienen de lugares alejados de las capitales regionales, accediendo a precios justos y con el fin de que se sientan parte del hogar.

¿En qué proceso está la aplicación?

“Estamos en la etapa de desarrollo con informáticos, la idea es que la aplicación, que estará disponible por Play Store y App Store, esté lista a inicios del segundo semestre de este año. Para eso cada usuario deberá registrarse, se realizará un proceso de validación, en el caso de los estudiantes con su certificado de alumno regular y los adultos mayores con su colilla de jubilación, y así se generará la conexión”.

Se trata de una aplicación que sin duda aportará a una mejor sociedad: “Todo comenzó como una idea, de la cual yo nunca pensé que podría desarrollar, pero uno debe pensar fuera de la ‘caja’ y atreverse a dar los pasos hacia adelante, debemos confiar que las cosas van a resultar bien”, comenta con mucho entusiasmo, ese mismo entusiasmo que le permitió crear “Como en casa”.

¿Es difícil innovar en nuestro país?

“Yo creo que cada día hay muchas más oportunidades y fondos disponibles para desarrollar innovaciones, lo que falta es la motivación de salir de nuestra zona de confort para arriesgarnos a que nuestro sueño se pueda volver realidad”.

Querer es poder

Oriundo de Yungay, Felipe Quezada Medina (33) de pequeño le gustó crear cosas relacionado a la computación. Por ejemplo, entre los 11 y 12 años creó su primer sitio web en Internet, luego hackeó una página importante e incluso cuando estaba en octavo básico y primero medio fue profesor de computación y les hacía clases a los demás cursos.

Con este perfil proactivo, con maletas y un pasaje en su mano se fue en 2004 a Santiago a estudiar diseño de animación digital en la UDLA porque quería aprender animación 3D: “En ese tiempo estaban las películas de ‘Shrek’ y ‘La era del hielo’, entonces fue una sensación, yo quería hacer lo mismo acá en Chile”, explica.

Luego de egresar, trabajó durante ocho años en empresas de tecnología, publicidad y productoras de televisión en la capital de nuestro país. Con todo ese aprendizaje adquirido, su siguiente pasaje fue a Concepción, su lugar de residencia actual, donde fundó su propio emprendimiento bitplay.cl creatividad digital, un estudio creativo digital que se dedica a realizar aplicaciones móviles, animaciones 3D, modelado 3D, desarrollo de videojuegos, realidad virtual, spots animados, plataformas web, plataformas e-commerce, innovación tecnológica y marketing digital.

“Hacemos videojuegos para marcas, hemos hecho para Fanta, Unimarc, Facebook, ferias y también juegos serios de educación y capacitación, que son simulaciones 3D para capacitar personas, porque la gente se motiva más al jugar”, detalla Felipe. Con esa premisa sobre la funcionalidad de los juegos, nació Kinemotion, una plataforma interactiva de rehabilitación cocreada junto a un equipo multidisciplinario que él mismo formó.

Kinemotion

KinemotionEn 2016 se creó el primer prototipo de Kinemotion y en 2017 nació como un proyecto de innovación. ¿Cómo surge la idea? Felipe tuvo un accidente en motocicleta, se quebró el codo y por eso estuvo más de seis meses en rehabilitación, donde pudo percibir, con sus propios ojos, un problema que existe en el servicio público y privado.

“La gente que va a sesión a rehabilitarse abandona o las sesiones son muy repetitivas, entonces me di cuenta que la gente que estaba al lado mío desistió, nunca terminaron y nunca se podían recuperar, fue ahí que pensé en hacer un juego donde la gente se esté rehabilitando de manera interactiva y se guarden los datos de cada usuario para ser analizados por un terapeuta, así nació Kinemotion”, cuenta.

En términos simples, Kinemotion es una plataforma con juegos de tipo kinesiológicos, desarrollado para rehabilitar a las personas, mejorar la adherencia del tratamiento e incentivar a que realicen sus ejercicios. Existen ocho videojuegos para diferentes tipos de pacientes: Alzheimer, Parkinson, enfermedades neuromusculares, entre otros, tanto para niños como para adultos mayores.

Funciona con un computador, sensor y televisor: “Lo importante es que la plataforma está hecha en Chile, y por eso tenemos un videojuego para hacer chicha de manzana, ¡qué más chileno que eso! los pacientes tienen que recoger manzanas, llevarla al moledor, ahí se hacen ejercicios de alcance cruzado, extremidad superior, entre otros, luego sueltan las manzanas y tienen que empezar a girar para molerlas”.

“También está el videojuego que se debe recolectar piñas en la Isla de Pascua, otro de recoger los ‘pescaditos’ de la feria que están en la piscina, uno de manejar un avión con la cadera, harta variedad y los hacemos con cultura local”, detalla Felipe, quien asegura que ha tenido mucha aceptación en los adultos mayores, pues ellos reconocen que hicieron alguna vez chicha de manzana, por ejemplo.

Para que comience a operar, la plataforma en 2018 entró a un proceso de validación de salud en el Hospital San Borja de Santiago y en el Centro Integral de Adultos Mayores en Concepción, un análisis que fue positivo y por eso sus proyecciones son claras: “Este año queremos lograr las ventas en territorio nacional o en Biobío y Ñuble, que Kinemotion pueda estar en los Cesfam, clínicas,  hospitales. En Santiago también tenemos interesados, y que nuestra plataforma sea una innovación para las personas que necesitan rehabilitarse”, dice.

Una plataforma inédita y que incluso ya traspasó fronteras, pues Felipe fue premiado en 2018 como uno de los 35 innovadores, menores de 35 años, más destacados en América Latina por el Massachusetts Institute of Techology (MIT), una experiencia importantísima: “Yo viajé el año pasado a Alemania, Polonia y Holanda para exponer mi proyecto y entre el público había una profesora de una Universidad de Polonia que me nominó a ser innovador humanitario por el MIT”.

Fue así como lo llamaron por teléfono para la gran noticia: “No lo creía hasta que me enviaron los pasajes en avión para ir a México a la Universidad Panamericana de Guadalajara, fue una buena experiencia, hubo charlas, tuve que exponer mi proyecto, me sentí muy orgulloso, llevé la bandera chilena y la de mi Región de Ñuble y Biobío, también hice redes de contacto para que Kinemotion esté en México”, añade.

¿Falta apoyo para los proyectos de innovación?

“En Chile sí existe apoyo de innovación en entidades públicas, nosotros hemos tenido el apoyo de Corfo, Sercotec y Pro Chile, pero lo que falta es apoyo e inversión de capital privado, por ejemplo con Kinemotion hemos tenido premios nacionales e internacionales, también hemos estado en la televisión mexicana, y para seguir escalando necesitamos inversión de privados”.

¿Qué mensaje le darías a quienes tienen ideas y sueños por concretar?

“Querer es poder, no hay que pensar que si somos de regiones no podemos hacer las cosas, ahora con internet se puede llegar a todo el mundo, hay que pensar en grande, nunca limitarse”.

Un mensaje motivador y más aún de un joven que desde Yungay, pasando por Santiago y radicándose en Concepción ha logrado innovar con una plataforma ligada a la salud.

Sembrando emprendimiento

Oriundo de Los Ángeles (31), Felipe Matamala Espinosa es un joven profesional “sin barba”, como él mismo dice, de manera cómica, ya que en sus inicios laborales siempre lo encontraron muy “niño” para emprender, incluso tiene una historia de vida digna de contar. Esto porque Felipe siempre fue el típico estudiante del montón, cuyo promedio de notas rondaba el 5.3, lo que sumado a una extrema timidez, déficit atencional e hiperactividad, no le auguraban un futuro esplendor ¡gran error!, manifiesta Felipe, ingeniero en biotecnología vegetal de la universidad de concepción, diplomado en innovación y emprendimiento y actualmente cursando un magíster de innovación tecnológica y emprendimiento en la Universidad Técnico Federico Santa María, quien nos dice que justamente la principal motivación que tuvo para estudiar y para emprender fueron esas “variables” en contra que todo el mundo le hacía notar.

Una historia para contar

“Cuando partí no me creían, ni siquiera en mi casa, fenómeno que se da mucho. ¿por qué?, simplemente debido a que hoy socialmente lo “correcto” es estudiar una carrera que va a definir tu vida, te dirá qué vas a hacer los próximos 30 o 40 años e incluso dónde te vas a morir. Por lo mismo, lo que estudié no me respaldaba para dirigir un emprendimiento o para vincularme al área educacional, que es a lo que me dedico actualmente.

¿Qué pasa hoy en esta sociedad? cuando te va mal, todos te juzgan, no lo ven como un aprendizaje. Por eso mi historia comienza a los 25 años cuando me gané una beca dentro del marco de estrategia regional de innovación que era un diplomado de innovación y emprendimiento. Partí mi primer emprendimiento, pero sin dejar de observar a otros emprendedores que eran referentes, pero con trayectorias en las que sumaban caídas y la fuerza de seguir adelante, situación que me fue potenciando”.

¿Cuál fue tu primer emprendimiento?

Yo trabajaba con la agricultura de precisión, específicamente modelamientos predictivos en el sector agrícola y forestal, donde entregaba reportes (a los agricultores) para ver cómo estaban sus predios agrícolas y forestales. Lamentablemente me “echaron” de mi primer emprendimiento por diferencias de opinión, iniciativa que yo mismo armé, gestioné y desarrollé.

Después, al año, me gané una línea de financiamiento e inicié otro vinculado a modelamientos predictivos, pero para insectos patógenos en plantaciones forestales, mientras paralelamente trabajaba en una empresa de frutas. Eran jornadas extenuantes de lunes a sábado. A eso se le suma que seguí estudiando y fui recepcionista de un apart hotel. Este emprendimiento se cae, ya que robaron la empresa donde tenía todos mis equipos, perdí cerca de ocho millones de inversión y un año de investigación, por no respaldar la información. Por eso yo digo que para ser emprendedor hay que persistir y resistir.

¿Cómo llegaste al área educacional?

Como nunca fui un alumno “estrella” estaba acostumbrado a que me iba mal en algunas cosas, pero las sabía resolver y superar con mayor facilidad. Tenía una mayor tolerancia a la frustración. Fue así como posteriormente comencé a dar consultoría a otros emprendedores y apoyé a distintas empresas, con base en mis estudios y experiencia.

Esto hizo que mi transito al área educacional se diera de manera natural, ya que uno de mis objetivos era entregar habilidades blandas a los jóvenes de la Región del Biobío.

Pero no fue fácil, después de darme vueltas por las 14 comunas de la provincia, llegué a un establecimiento donde ofrecí mis servicios para potenciar a grupos de jóvenes en innovación tecnológica, me aceptaron, pero con la condición de que solo me validarían “económicamente” si el establecimiento pasaba de etapa en un concurso regional. Acepté el desafío y trabajé con chicos de sectores rurales sin muchas habilidades sociales. Pasamos de etapa, quedando seleccionados entre los mejores 50 a nivel nacional, y ahí me hicieron mi primera boleta de pagos.

Después presenté mi propuesta a la municipalidad, quienes tuvieron la visión de aceptar la iniciativa y luego de siete meses se formó la academia de innovación de emprendimiento escolar que se inició en 2016, cuyo fuerte es el desarrollo de habilidades blandas y socioemocionales, viviendo la aventura de emprender, considerando la innovación social y el concepto de ciudadanía.

¿Cuál es tu mayor satisfacción?

Es el impacto social en los jóvenes, quienes se hacen parte de las problemáticas del entorno, lo que es súper enriquecedor tanto en el ámbito laboral y personal. Hasta ahora hemos trabajado con aproximadamente 350 alumnos de educación pública. Muchos de ellos hoy en la universidad, Fuerzas Armadas, CFT, entre otros caminos. Lo que trato de transmitirles es que ellos pueden, además yo los insto a que después entreguen su experiencia a las nuevas generaciones. Creamos el concurso provincial de innovación y emprendimiento escolar “atrévete a emprender”, desde el municipio angelino invitando a otras comunidades educativas a compartir experiencias y articular redes. Asimismo, también trabajo en Inacap, con académicos y jóvenes, a lo que se suma el dictar charlas motivacionales como una manera de articularme con los agentes claves del entorno.

Justamente, ¿cómo te valora hoy ese entorno?

Sé que mis pares me ven como un potencial líder dentro de mi área. No me gusta ser autorreferente, pero tengo claro que promuevo la idea que sí se puede, siempre con humildad. Para eso es fundamental empatizar con las personas con el fin de construir un mundo mejor. De prueba está el hecho de que el programa de educación que lidero, me lo han solicitado y lo he compartido con muchas comunas a lo largo de chile, por ejemplo, Quirihue, Tucapel, Mulchén, Puerto Montt, Santiago, entre otras. Mi meta es ayudar a fortalecer la educación pública y dejar en claro que un emprendimiento no son solo tecnicismos, sino que tener y cultivar una actitud positiva frente a la vida.

Tres innovadores, mentes brillantes y quienes creen en un cambio de sociedad. Carolina Rojas, Felipe Quezada y Felipe Matamala son personas que, desde cada región, nos entregan un mensaje profundo: los sueños se pueden alcanzar, por eso nunca hay que limitarse.

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