¿Cuántas veces sentimos, de manera inexplicable, dolencias físicas, agotamiento o estrés en determinados momentos de nuestra vida? Quizás sin saberlo, el estrés de la vida rápida y el afán de controlar cada uno de nuestros pensamientos y acciones nos pasa la cuenta. Esto conlleva una represión de las emociones, esas manifestaciones inconscientes de nuestro ser, que trae como consecuencia una serie de enfermedades mentales y físicas que nos pueden esclavizar.
Claramente la cultura y socialización son la base para formar seres humanos sanos y equilibrados, donde la expresión de las emociones es un factor esencial para alcanzar la plenitud y el estado de felicidad.
Pero ¿cómo se vive esto en nuestro país?, frases como “los hombres no lloran” o “las mujeres no se pueden enojar” nos han acompañado por muchas generaciones y han construido una sociedad precaria en material de conexión con el mundo emocional que cada uno de nosotros experimenta internamente. Esto se denomina alexitimia y no es otra cosa que la incapacidad para reconocer (ser consciente) y expresar emociones. Esto, que a primeras luces puede ser algo secundario, es un tema de enorme relevancia a la hora de cultivar una salud integral, evitando problemas mentales que se evidencian en enfermedades como la depresión, esquizofrenia o bipolaridad y somatizaciones corporales como los dolores de cabeza, fatiga, estrés, lumbalgia, entre otras afecciones.
Asimismo, la inexpresividad de las emociones puede traer consigo una serie de otras problemáticas como las adicciones, el fanatismo, los trastornos del sueño o la disminución de la energía vital que pueden coartar la posibilidad de vivir en armonía afectiva con nuestro entorno y con nosotros mismos.
“Aprendí a llorar riendo”
Raúl Fernández tiene 45 años y nos confiesa que el tema de no saber expresar sus emociones siempre le ha traído dificultades. “Desde las amistades y pololeos de infancia hasta la relación con la familia y amigos de adulto, ya que me cuesta exteriorizar mis emociones, lo que siento, por ejemplo, el afecto, la tristeza, la rabia… el ser plano en ese ámbito me ha generado la distancia con personas importantes en mi vida. Desde pequeño que mi papá y mi abuelo paterno me inculcaron que no era bueno llorar, ni mostrarse emotivo ya que eso era exponerse al daño de los demás. Ahora comprendo que quizás a ellos también les pasó lo mismo. Frente a dolores del alma (termino de relaciones de pareja), pérdida de seres amados (muerte de su madre) y frustraciones (trabajar en algo que no le gusta), siempre reaccioné conteniéndome. No dejando salir nada para no sentirme débil. Lloraba riéndome y hoy soy consciente del deterioro mental que me desarrolló esa represión, lo que se tradujo en una fuerte depresión, tras un desborde del estrés acumulado por años”. Actualmente, Raúl se encuentra en tratamiento, apoyado por su actual pareja con la que piensa formar familia.
Represión cultural
Para el Dr. Naim Bawarshi, psiquiatra, las emociones son estados funcionales que comprometen a todo el organismo, “ya que las emociones básicas (alegría, tristeza, rabia, miedo, ternura y amor erótico) involucran una postura facial, corporal, de respiración y de liberación de determinadas hormonas, como por ejemplo, cuando se siente miedo, se secreta adrenalina y cortisol, se produce una expresión fría en el rostro, la respiración es más corta y nuestro cuerpo tiende a bajar la cabeza y elevar los hombros. Asimismo, cuando se siente amor erótico, la respiración es más agitada y la postura corporal es de cercanía, liberándose endorfina”, indica el profesional.
En cuanto a la diferencia con los sentimientos, Bawarshi precisa que las emociones son más básicas y están ligadas a los instintos, en cambio los sentimientos son más elaborados y poseen un componente racional.
“Es por ello que la incidencia de las emociones en la formación de la personalidad del individuo es mucha. Se sabe que existe una especie de caracterología donde cada personalidad tiene una determinada coraza muscular que es distinta y que está determinada por el nivel de expresión de las emociones. Cuando hay una dificultad de expresarlas, haciendo a la persona más reprimida, se pueden producir enfermedades mentales como la neurosis, depresión y esquizofrenia, o enfermedades corporales por intermedio de la somatización de la emoción retenida, produciendo dolores como cefaleas, enfermedades infecciosas y la alteración del aparato inmunológico que genera una baja en las defensas y una disminución de la vigilancia inmunológica que muchas veces se traduce en cánceres.
Según el psiquiatra, cuando una emoción no se expresa, esa energía queda atrapada en los músculos, lo que genera una hipertonía (contractura exagerada del músculo), no permitiendo que la energía pase a través de él. Esto trae como consecuencia que las personas sientan fatiga y cansancio cuando no expresan sus emociones o presenten decaimiento mental (estrés).
“El no exteriorizar la emoción tiene un efecto acumulativo y lo grave es que muchas veces la persona que guarda sus emociones puede estallar por una causa insignificante, buscando pelear para poder expresar su agresividad contenida por eventos pasados de manera inconsciente (por ejemplo, cuando la esposa discute con el marido por haber botado la toalla del baño).
En nuestra cultura, la tristeza es una emoción reprimida ya que es mejor visto el “control” del llanto en situaciones dolorosas. De igual forma, la alegría también es mal vista. De ahí el dicho que dice “la risa abunda en la boca de los tontos”, puesto que socialmente se debe tener una “razón justificada” para dar rienda suelta a esa emoción. A ambas se suma la rabia, que es una emoción cotidiana en nuestra sociedad, la cual presenta consecuencias violentas o agresivas. Esto se da porque no se validan canales efectivos y positivos para exteriorizarla”, asegura el Dr. Bawarshi, quien agrega que “el hombre reprime más las emociones que la mujer por razones culturales. Por ejemplo, expresa menos la pena llorando, situación que a la mujer le está más permitida, aun cuando este escenario está cambiando”, precisa.
El origen
Según el doctor, un aspecto que es de gran importancia en el tema de cultivar una emocionalidad sana es la preocupación que deben tener los padres desde la infancia de sus hijos, ya que estos aprenden en relación a las conductas de los mayores. “Si de adulto una persona manifiesta inexpresividad emocional o tiende a explotar de manera inadecuada, claramente es consecuencia de una crianza errónea donde los modelos de conducta fueron precarios y canalizaron las emociones por vías negativas”.
Una forma de canalizarlas positivamente es a través de las psicoterapias las que favorecen la expresión. “De forma específica, las terapias corporales que utilizan los ejercicios físicos para lograr expresar las emociones. Esto se ve también en disciplinas como yoga, tai chi, ballet y danza, entre otras, que desarrollan la capacidad de la persona para dejar fluir su emocionalidad sin restricciones de ningún tipo”, concluye.
Recomendaciones
- Expresar las emociones a través de actividades deportivas, ya que son una forma de exteriorizar emociones que pueden llegar a ser nocivas como la rabia.
- Recurrir a la psicoterapia que enseña a manifestar las emociones sin recurrir a la violencia física ni psicológica, además de no utilizar las groserías como herramientas de comunicación.
- Frente a una situación de conflicto, hablar en primera persona diciendo, por ejemplo, “a mí me desagrada que tú no laves los platos”, pero no decir “tú eres un flojo”, ya que esta última frase es muy general.
- Cultivar la expresión artística ya que ella permite plasmar las emociones de forma concreta. Esto puede ser a través de la escritura, pintura, escultura, etc.
- Conocerse a uno mismo, ya que al hacerlo seremos más conscientes de nuestras propias emociones y podremos colocarlas en orden, analizarlas, reforzar nuestra autoestima y generar empatía con el otro.
- Comunicar con la palabra y con el cuerpo. Ambas formas de comunicación son esenciales para una emocionalidad sana.
naimbawarshi@gmail.com
FACEBOOK: Dr. Naim Bawarshi Rabie – psiquiatra
Emociones en movimiento
Heber Castro, psicólogo, magíster en psicología clínica y psicoterapeuta acreditado, describe a la emoción como una experiencia que ayuda a la adaptación del individuo, puede ser agradable o desagradable, y tiene 3 dimensiones: fisiológica (sudoración), cognitiva (se identifica el estímulo) y conductual (se actúa en función de esa sensación corporal). “La emoción no es consciente y es fugaz, va cambiando con el tiempo. Entre las emociones básicas están la rabia, el miedo, la pena y la alegría”, dice.
Frente a ellas, el profesional reconoce que en nuestra sociedad existen muchos prejuicios asociados, tanto para la mujer como para el hombre, lo que ha generado que los chilenos tendamos a guardarnos las emociones. “Desde la infancia podemos ver como algunos padres reprimen cualquier tipo de emoción en los hijos, ya que consideran que es mal visto, sin pensar que esto puede desencadenar en trastornos somáticos, puesto que la emoción se expresa sí o sí. Entre ellos se manifiestan en cánceres, depresión, problemas en la piel, problemas inmunológicos, etc. Es por ello que es preciso que seamos conscientes de la importancia de tener una forma de canalizarlas. No necesariamente debe ser una terapia, sino por ejemplo alguna actividad que nos distraiga y aporte”, asevera, identificando una etapa crítica en la que se moldea la personalidad que es entre lo 0 y 6 años, y donde precisamente inciden las emociones que se van experimentando y su manera de exteriorizarlas.
¿Por qué es conveniente expresarlas?
Castro nos dice que todas son útiles para adaptarse, ya que no existen emociones malas o negativas, sino que esta característica se mide por la forma en que se exprese la emoción. “En psicoterapia, si una persona logra contactarse con lo que siente, se facilita el cambio. Los consejos racionales no trascienden, pero si la persona se hace consciente de las trabas que tiene para expresarse, la emoción fluye con más naturalidad. Tiene que ver con reconocer, verbalizar y expresar. El fin es conocerse a sí mismo para manejar los fenómenos de mejor forma.
De la niñez a la juventud
En relación a la infancia, el psicólogo nos hace ver que en esa etapa existe la dificultad de que las emociones no se verbalizan mucho, pero que un contexto donde los padres hacen sentir importantes y valiosos a sus hijos, ayuda a crear el escenario ideal para manifestar la emoción corporalmente.
Asimismo, en adolescentes se da una complicación muy particular ya que por su inestabilidad, tienden a emociones potentes como la rabia y pena. “Si de niño no se colocaron límites o normas, puede haber reacciones agresivas. Es por ello que en salud mental es básico trabajar con niños para evitar problemas futuros que se complican en la adolescencia. Además algunos padres no logran distinguir características naturales, por ejemplo, en ocasiones se patologiza al joven porque se aísla, cuando es una reacción normal en su etapa de vida, ya que el adolescente es más inestable.
Adultez
“Las personas adultas suelen pedir ayuda por temas que tienen que ver con el ciclo vital, por ejemplo, el tema del trabajo, donde a pesar de contar con una adecuada preparación profesional, muchas veces no pueden manejar equipos, ya que no cuentan con una emocionalidad desarrollada que genere relaciones sólidas, lo mismo ocurre en el tema de pareja donde una precaria condición puede desencadenar problemas de comunicación entre los componentes de ella, llegando a desencadenar conflictos o agresión mutua. Desde el punto de vista terapéutico, el tema es educar en todas las etapas, hay que enseñar a reconocer cada una de las emociones. Esto se logra en psicoterapia al actuar como un espejo de la persona, para que sea consciente y eso la lleve al cambio, el que se logra sobre la base de vínculos sanos en todas las áreas de la vida”, precisa el psicólogo.
Consejos para emocionarse
- No basta con la sola expresión, sino que se requiere una expresión adecuada con respeto. La agresividad o violencia no son el camino para exteriorizar una emoción.
- Debe ser un proceso personal acompañado de un apoyo profesional (psicoterapia, farmacoterapia o terapia alternativa), ya que es algo voluntario y que debe nacer de la propia persona.
- Brindarse pausas de descanso mental durante cada día. Eso evitará la acumulación de estrés que pueda llevar a cuadros depresivos.
- Vivir cada experiencia del ciclo vital con intensidad. Si nos toca pasar por el fallecimiento de alguien o perdemos el trabajo, dejar que fluya naturalmente la emocionalidad. Lo mismo cuando experimentamos situaciones de alegría. No buscar siempre tener el control de cada momento.
- Decir siempre lo que se siente y piensa de una manera clara y tranquila. Eso es una instancia sanadora y le da sentido a cada uno de nuestros actos.
- No debemos hacernos responsables ni controlar la emotividad de otro, porque ella nos hace humanos y nos ayuda a ver quiénes somos. Recordar siempre que la emoción es nuestro sello personal.
Vinimos para ser felices
Docente en religión y moral, orientador y maestro de Reiki, Lorenzo Pulgar, nos habló desde las energías. Esas que generan nuestro cuerpo y transportan las emociones a cada una de nuestras células.
Para este maestro, el tema de cultivar una emocionalidad sana y equilibrada es consecuencia primordial para lograr la realización personal en todo ámbito. “En este sentido, el Reiki cambia la vida, ya que logra un proceso de armonización, que aquieta las reacciones desproporcionadas y la persona emerge en su estado natural, produciendo un equilibrio en los cuatro niveles de la persona, emocional, mental, espiritual y físico”, menciona.
Es por ello que identifica a las “trancas emocionales” como mecanismos que se generan en el proceso de crianza y que son herramientas para preservarse, por ejemplo, cuando un niño creció en un hogar donde el que gritaba más fuerte se imponía, lo más probable es que, de manera inconsciente, acepte eso como una instancia para validar su agresividad en la adultez. “La no expresión de las emociones nos daña y nos hace sufrir, lo que acumulado a lo largo de los años puede desencadenar enfermedades graves como el cáncer que se gesta durante 15 años y que está comprobado tiene su origen en las emociones retenidas. Como contraparte, las emociones positivas le dan sentido a la vida, son esenciales y siempre deben vivenciarse en un estado presente. ¿Qué sucede cuando nuestro sistema inmunológico no es capaz de mantener el cuerpo sano?, claramente sobreviene un estado de colapso, donde nos desbordamos y comenzamos a producir enfermedades en los órganos más débiles. Todos los grandes eventos de nuestra vida (fallecimientos o pérdida de la pareja) acarrean dolores físicos que se enquistan y cuando la persona logra trabajar sus emociones atrapadas, verbalizarlas y votarlas, comienza la sanación”.
Así también, no canalizar las emociones produce relaciones afectivas conflictivas no solo en la pareja, sino también con las amistades y colegas de trabajo, por lo que es un tema serio que no debemos eludir. “Las personas tienen que ser capaces de buscar cuáles son las terapias adecuadas para su sanación, ya que las emociones son tan potentes que, en ocasiones, provienen de vidas anteriores. De ahí que las regresiones sean un instrumento importante para sanar”, aduce.
La energía del Reiki
Para quienes desconocen en qué consiste el Reiki, Pulgar menciona que todo parte por un diagnóstico para saber qué le sucede a la persona y hace cuánto tiempo. “Lo que ocurre a partir de ahí es un proceso de sanación que ausculta toda la historia de la persona desde su infancia. La idea es que vaya a cada uno de los momentos significativos de su vida y los pueda relatar, entendiendo lo que le sucedió. Entonces se le ayuda a armonizar los centros de energía del cuerpo (Chakras) a través de imposiciones de manos que trabajan el corazón y el ombligo. Existe una técnica que se llama “emociones atrapadas” y se efectúa cuando el cuerpo de la persona se satura de energía y comienza a darse cuenta de su vida y de cada uno de los episodios de esta. Nunca hay que olvidar que primero debo sanarme yo antes de sanar a los demás”, explica.
Tips para una emocionalidad sana en la infancia y adultez
- Amar incondicionalmente a los niños porque les da certezas para caminar por la vida al sentirse valorados.
- Mantener la disciplina y establecer normas para demostrar la preocupación y evitar el desamparo.
- Cuidar el clima que se genera en la casa. Es indispensable que se respire el calor de hogar y las relaciones humanas fluyan con naturalidad.
- No descuidar nunca la comunicación y el respeto entre todos. Eso evidencia que nos reconocemos como seres únicos y distintos.
- En la adultez, darse permiso para perdonar, pedir perdón y dar gracias, porque las emociones atrapadas tienen que ver con la culpabilidad que se le asigna al otro en lo que siento.
- Trabajar el rencor y proponerse no odiar o enojarse por cualquier motivo. Si se siente esa emoción ser consciente de ella para canalizarla positivamente.
- No olvidar que las emociones son los dones más importantes que tenemos como seres humanos, son un regalo divino que debe hacernos visualizar lo maravilloso de vivir.
- Convencerse que cada uno de nosotros puede cambiar su futuro. Siempre está en las manos de uno el decidir bien y avanzar en la vida, aceptando lo bueno y malo que acontezca, ya que todo evento es una posibilidad para crecer.
lorenzo.pulgar@gmail.com
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En definitiva, el expresar nuestras emociones, de una forma adecuada, nos proporcionará no solo una herramienta para conocernos a nosotros mismos, evitando anidar cualquier enfermedad producto de la represión de las mismas, sino que también nos brindará la posibilidad de cultivar una inteligencia emocional que nos permitirá conectarnos con todo el mundo de una manera más humana, honesta y fluida. No debemos olvidar que nacimos para ser felices y mucho de esa meta depende de nosotros.