Sembrar conciencia ambiental en un suelo fértil y protegido
El patrimonio ambiental tiene variadas acepciones, por un lado, encierra lo que constituye el patrimonio cultural que se refiere a todas las acciones humanas sobre un territorio y, por otro, al patrimonio natural que implica la identidad y vínculo productivo entre el territorio y la sociedad que vive en él. Asimismo, patrimonio ambiental también comprende las bellezas naturales y especies vegetales o animales que necesiten cuidado para su conservación.
Esto nos invita a una profunda reflexión, ¿qué estamos haciendo nosotros por su cuidado? Para responder eso, debemos plantearnos que generalmente los efectos de la degradación de ecosistemas impactan con varios niveles de magnitud y esa es la razón por la que cada cierto tiempo ocurren catástrofes de tipo ambiental.
En este sentido, el suelo representa uno de los factores más importantes frente a los eventos catalogados como evidencia del “cambio climático global”, por ejemplo la pérdida de capacidad para retener y entregar agua, por disminución del monto y calidad de su sistema poroso, fenómeno conocido como compactación, se multiplica cuando se tiene una agricultura que no puede acceder a infraestructura de riego, puesto que al depender de la lluvia, las plantas que crecen sobre él, sufrirán con mayor rapidez estrés hídrico lo que impacta sobre la producción.
Otro ejemplo tiene que ver con que, cuando se produce erosión de suelo, porque se pierde su cobertura vegetal, por deforestación producida ya sea por corta de bosque o por incendios, los elementos que son retirados, por arrastre producido por agua o viento, llevan una carga de nutrientes que puede alcanzar magnitudes importantes, ya que están presentes de manera natural para el crecimiento vegetal. Esta migración de nutrientes conlleva un riesgo de contaminación de zonas más bajas y si el receptor final es algún cuerpo de agua, aparece el fenómeno conocido como eutrofización, que de paso se desencadena por el contenido de fósforo en el agua, ya que el nitrógeno está presente en un 78 % en la atmósfera, y como el fósforo se mueve con dificultad en el suelo, el único vehículo para que llegue a cuerpos de agua es por erosión o a través de contaminación con desechos domiciliarios. Un efecto muy relevante también lo constituye la capacidad de filtración del agua por parte del suelo, que regula los caudales de los ríos, si se tiene una zona sin vegetación en las riberas de ríos y cuerpos de agua, los tiempos de concentración disminuyen, porque el cauce se colmata de sedimentos arrastrados por el agua, con aumentos en las velocidades y volúmenes transportados, lo que generalmente provoca inundaciones de zonas bajas.
Todo lo anterior lo sabemos por la evidencia científica, sin embargo, se utiliza poco en el diseño de políticas públicas o peor aún, en el uso que se le da a los ecosistemas por parte de la humanidad, la sustentabilidad es un concepto vacío si no está acompañado de conocimiento, objetivo y veraz, que permita hacer un uso racional de los recursos y que ayude al Estado a generar políticas, tanto de uso como de castigo cuando se provoquen daños que comprometan el adecuado desarrollo de las futuras generaciones. Por último, el solo hecho de dejar de confundir tierra con suelo (la primera es un planeta y el segundo la capa que sostiene la vida vegetal y la nuestra), permitirá a las futuras generaciones comprender, para de esta manera respetar y cuidar su entorno.
Paola Lobos Ortega
Coordinadora de Proyectos NatGREEN SpA.
paola.lobos@natgreen.cl