El concepto de “género” se ha ido instalando en el lenguaje de los chilenos de manera transversal. No obstante, muchas personas no tienen claridad sobre lo que significa, en la práctica, romper con los convencionalismos de género, para mujeres y, por ende, para hombres.
Este concepto se refiere a los roles que ambos deben cumplir por el hecho de haber nacido con un determinado sexo. Es así que tradicionalmente los hombres han tomado el rol de proveedores y las mujeres un rol más bien de cuidadoras de los hijos, la pareja, los padres, los suegros, entre otros aspectos. Claro que esto no es absoluto y depende de los constructos sociales instaurados en cada comunidad, los que a su vez cambian de acuerdo a la época. Ejemplo de esto es que hasta los años 90’, si una mujer no se había casado ni tenido hijos a los 25 años, escapaba a la norma, y hoy es común encontrar solteras a los 30.
Otro indicativo de cambio de convencionalismos sociales desde los roles de género, tiene relación con la cantidad creciente de mujeres que optan por una alternativa de vida diferente, priorizando el desarrollo personal y profesional por sobre la conformación de una familia como el centro de su vida. Esto se debe, en gran medida, a que cuando la mujer decide trabajar, de igual forma lleva la carga operativa de las labores de hogar y los hijos, lo que dificulta la dedicación que muchas veces se requiere para ascender laboralmente o realizar estudios de postgrado.
Muchas personas se preguntan cómo son las mujeres que optan por una vida sin hijos, qué las hace diferentes, por qué decidieron quedarse “solas”. Pues bien, se debe aclarar que las razones son diversas y, salvo algunos casos excepcionales, no se debe a características psicológicas, ni de personalidad, específicas ni especiales. Se debe, más bien, a que hoy se hace posible preguntarse si esa es la vida que desean. Si dedicarse a otros y otras, postergando sus necesidades, va a ser su proyecto de vida. Esta pregunta ha llevado a un buen número de ellas, a sincerarse consigo mismas, y decidir no seguir los cánones sociales establecidos, llevando una vida centrada en sí mismas y sus sueños.
Se puede inferir, entonces, que si bien no hay patrones de personalidad comunes, hay características que las definirían: una mirada distinta de lo que significa ser mujer, honestidad consigo mismas y valentía; se debe ser honesta para tomar la decisión, y una vez tomada, valiente para llevarla a cabo, debido a que este camino no es gratuito en términos emocionales, pues existen costos asociados que van desde el cuestionamiento familiar, social y del círculo de amistades, hasta la posibilidad de no encontrar una pareja que comparta la misma visión.
No debiera ser necesario tener que optar entre familia y desarrollo, no debiera ser necesario luchar contra la sociedad y la familia por defender lo que se quiere, no debiera existir soledad asociada a la independencia. Sin embargo, es el costo de la autonomía, a menos que se encuentre en el camino con una pareja que entienda, de manera concreta, conceptos como respeto, autonomía, desarrollo y libertad personal.
Sonia Fernández Marchant
Psicóloga Clínica y Laboral
Experta en Adicciones
Hipnotista
sfernandezmarchant@gmail.com