Soñar con un mejor futuro es posible. Crear un nuevo mundo donde puedas ser feliz, sintiéndote pleno con tu propósito de vida.
Encontrar aquella inspiración que te llene de pasión y entusiasmo por vivir cada día. Encender esa llama interior y volverla tu vocación.
Un propósito altruista que va más allá de obtener un ansiado título, poseer medallas, acumular riquezas, adquirir belleza u ostentar posiciones de poder.
Cuando tienes un propósito elevado que te hace soñar, el fin nunca será acumular. Muy por el contrario, será prosperar y compartir aquel logro, sueño, o beneficio con los demás que te acompañaron en tu andar.
Poder servir en alguna medida a otros e invitar a soñar. Incentivarlos a cultivar sus propias alas para poder volar.
Soñar con un mejor futuro para algunos es una utopía. La realidad en la que están inmersos no les permite albergar siquiera una pequeña esperanza de cambiar. Otros ni siquiera se cuestionan su día a día. No persiguen un crecimiento personal que sea intencionado o diseñar un plan u estrategia para hacer realidad aquello que han soñado.
La crudeza y el plomo de la dura realidad en la que están inmersas ciertas personas, no les permite creer siquiera que pueden ser aceptados por un sistema que no los ampara y por una sociedad que los discrimina y excluye.
¿Para qué se ilusionan con soñar y se esfuerzan en conseguir un ansiado anhelo? Si eso significará inmolarse por conseguirlo. Muchas veces encontrando discriminación, vacío y desconsuelo. Teniendo más trabas que incentivos que los motiven a sentirse vivos.
Existen en el mundo más personas que se encargan de no dar oportunidades, para no perder lealtades o esclavos que resuelvan sus problemas personales.
Faltan promotores de sueños y esperanzas. Personas que ayuden a otras a recobrar la felicidad que a veces se torna esquiva o no les alcanza.
¿Cómo decirle a una persona que estudie y se esfuerce por salir adelante, si a esa misma persona luego la discriminaremos por el trabajo que ejerce, su origen o la casa de estudios de dónde egresó?
Si aún se discrimina por su origen, etnia, imagen, estrato social, apellido, partido político, tipo de cuenta bancaria, comuna en la que reside, etc.
A un soñador no le basta con ser talentoso e inteligente, ya que esto no es suficiente si es que no se tiene una red de contactos que los ampare, cobije y promueva.
Para muchas personas soñar se vuelve un acto de irresponsabilidad e inmadurez. Prefieren vivir el día y acostumbrarse a la realidad que conocen.
La desesperanza aprendida socava la autoestima encadenando a muchos jóvenes a la pobreza.
Consumidos con la premura e inmediatez del ahora, persiguen resultados rápidos a toda hora.
Esforzarse e invertir en un sueño es simplemente «cosa de locos». Soñar significa perder tiempo. La plata o los resultados instantáneos son prioridad.
Perder para ganar, no es algo atractivo para quien persigue resultados a corto plazo. Mucho menos si es que esa persona se siente invisible, discriminada, poco contenida, sin un círculo que lo ayude, o una red de apoyo familiar que lo incentive a superarse.
Hoy hay muchas personas muertas en vida. Hombres y mujeres que perdieron el incentivo de levantarse todas las mañanas con fuego en su corazón y pasión corriendo por sus venas. Con un propósito que les llena la vida.
Alimentar la fe en sí mismos es el acto de amor más importante que podemos tener. Creer que es posible cambiar la realidad, cualquiera que esta sea. Hacer de sus planes, metas, y esas metas ponerlas en acción para lograr la consecución de aquel anhelado sueño.
Soñar que no existen fronteras para los viajeros y aventureros.
No hay fronteras ni límites para quien se atreve a volar con su imaginación.
Hacer realidad ese anhelo con acción.
La discriminación ha matado la autoestima de muchas personas. Nadie creyó en ellos. Pocos les dieron dignidad a esas personas que no escogieron su realidad.
Marginados de un sistema que amparó y promovió la injusticia y la desigualdad social.
Soñar era únicamente posible para las personas que tuvieran los medios para pagar por aquel sueño.
¿Cuánto talento ha sido desperdiciado por no ser valorado? No tener la posibilidad que alguien los rescate y promueva. Los impulse a creer y desarrollar su talento.
La sociedad se volvió mezquina con sueños ajenos. La desigualdad y discriminación los despojó de su dignidad y los condenó a una vida de frustración y resignación.
La inclusión es fundamental para apadrinar sueños. Promover integración, cooperación, justicia y equidad.
Fomentar la superación personal y no la victimización.
Promover y premiar la actitud por sobre otras competencias.
Rescatar a los diamantes que están debajo del carbón es tarea de todos. Ayudar a alguien a cumplir sus sueños.
Convertirnos en promotores de experiencias positivas, de autorrealización y superación. Ese es el legado de un buen líder.
Cuando ayudamos a alguien a cambiar su realidad, le estamos cambiando la realidad a una familia completa.
Cuando una persona cumple un ansiado sueño pierde el miedo de soñar y se atreve a ir por más. Desafiarse en cada uno de sus sueños hasta convertirlos en realidad.
Soñar en un mejor futuro es posible. Para aquello se requiere de voluntad y de una sociedad que incluya y no excluya, proteja, no limite, otorgue herramientas sin caer en el asistencialismo, sea justa con el rico y con el pobre. Otorgue dignidad a todos sus ciudadanos, promueva la responsabilidad social.
Una sociedad desarrollada es una sociedad que entendió la responsabilidad de ayudar a los demás a prosperar.
La estabilidad política y social se logra a través de la justicia. Ese precio se llama igualdad, inclusión e integración.
Entender que como sociedad debemos ayudarnos y fomentar la cooperación. Compartir más que competir. Incentivar a los más jóvenes a volar y no cortarles las alas a temprana edad.
La discriminación silenciosa aún existe. Busquemos promover sueños y no matarlos con malas prácticas que han dañado a nuestra sociedad.
Te invito al cambio.