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Mónica Venegas Rojas, alfarera de Quinchamalí. “Esta artesanía fue mi renacer”

Mónica Venegas

Con tan solo 20 años comenzó a realizar las primeras piezas de greda, incluso partió con uno de los trabajos más difíciles: una guitarrera. Un oficio que requiere de dedicación, sacrificio y horas de trabajo, algo que para Mónica la llena de regocijo pues fue reconocida en noviembre con el Sello de Excelencia por la Unesco.

La alfarería de Quinchamalí es una técnica artesana en greda que se aprende de forma intergeneracional, así fue el caso de Mónica Venegas Rojas (53) quien desde Santiago llegó, junto a su esposo Héctor Cid, a la comuna de Quinchamalí debido a que ambos no tenían trabajo.

“Nos vinimos al campo a forjar nuestra vida en el año 84 y me encontré con la alfarería, yo no tenía absolutamente idea de que existía en esos años, entonces como la familia de mi esposo que vivía en Quinchamalí sabía, aprendí”, comenta Mónica.

Actualmente ha logrado formar una excelente trayectoria, demostrado en las diversas distinciones que tiene. El último premio de este año fue el Sello de Excelencia Artesanal de la Unesco en Montevideo, siendo una de los dos artesanos en Ñuble en recibir este reconocimiento.

Usted nació en Santiago y vivió toda su infancia allí, ¿cómo fue el cambio de Santiago a Quinchamalí?

Fue una vuelta de 360 grados porque era totalmente distinto, la forma de vivir, los trabajos, la manera de alimentarse, era todo completamente diferente. Lo único que quería era venirme enseguida porque tenía 19 años y recién había salido del colegio, hice mi práctica en Técnico en Vestuario y tenía expectativas de formar un taller para hacer ropa pero no resultó porque en ese tiempo nadie manejaba recursos de dinero, te lo recompensaban a través de porotos, huevos, pollos, entre otros.

Además, nos vinimos al campo sin nada, ni siquiera una cama. Llegamos a la casa de unos tíos de mi esposo y ahí comencé a interiorizarme en lo que es la greda porque la tía de mi esposo la trabajaba, entonces yo empecé a observar el oficio.

¿A qué edad entonces comenzó a trabajar la greda?

Comencé a los 20 años en este trabajo por curiosidad porque yo no me explicaba cómo se hacían las figuras, cómo se le daba el color a la greda, ya que no había instrumentos para hacer las piezas y eso me tenía inquieta, entonces la tía de mi esposo, Estela Valenzuela, me invitó a ver su trabajo y me iba explicando.

¿En qué momento sintió vocación por lo que realiza?

Cuando hice mis primeras piezas y me di cuenta que no me costaron tanto, era como si yo ya las sabía hacer (ríe). Mi primera pieza fue una guitarrera, una de las piezas más difíciles, empecé con los detalles más chiquititos y así…

¿Cómo ha sido su trayectoria?

En el transcurso de estos 33 años hay harta historia porque no todo fue fácil, hubo mucho sacrificio y desilusión porque al principio uno no concreta bien la cantidad de masas, me quedaba mal preparada la greda y arruinaba mucha loza, en todos esos intentos tenía que perder bastante para llegar a consagrarme en algo, pero me favoreció participar en talleres donde pude recibir bastantes opiniones de las demás alfareras.

EL ARTE DE LA GREDA

¿Cómo es el proceso de confección de una pieza?

Las alfareras en general trabajamos de la misma manera. En el verano nos dedicamos a recolectar materias primas, las gredas y también los guanos de caballo o vacuno que sirve para la cocción de la artesanía. Uno almacena para tener durante el año y para realizar una pieza son 16 etapas.

En primer lugar, se echa a remojar la greda, arena amarilla y arena, se mezcla y se pisa con los pies porque es una gran cantidad y cuesta hacerlo con las manos, se deja reposar y se limpia. Después de eso, se comienza a formar la figura y se deja orear cada pieza, cuando ya se ha secado viene el gruñido de agua con una piedra de río tosca del cual se va alisando la mezcla. Adicionalmente, viene el enconado que es un engobe que se hace con un cono que se saca de los cortes de los cerros que permite hacer un gruñido de calidad y se hace el segundo gruñido en seco.

Posterior a eso, cuando la pieza esté seca viene el lustrado, yo lo hago como en la antigüedad todavía porque realizo los aceites, lo unto en mis dedos y lo esparzo en las piezas de forma equitativa. Cuando se absorbe y se pone una película blanca, se hace otro lustrado que es el brillo permanente y con una aguja de vitrola se hace el grafiado, dibujo que uno hace a la pieza, aquí comenzamos a volar la imaginación.

Después queda la pieza óptima para ser cocida, se prepara un fogón donde se cuelga la pieza en una viga a través de un canasto de alambre y cuando está roja la pieza la sumimos en el guano de caballo donde queda automáticamente teñida de negro, es algo mágico. Por último, esperamos que se enfríe, la limpiamos, ponemos el cono blanco en todo el dibujo y cuando se seca está óptima la pieza.

Mónica Venegas

Con todo ese proceso, ¿cuántos días se requiere para elaborar una figura?

En el verano, como el ambiente es seco, podemos tener una pieza lista en tres días o si es una miniatura en un día y medio. Pero en invierno pueden pasar 10, 15 o 20 días con las piezas húmedas, por lo que hay que tener un ambiente seco con estufas para seguir avanzando.

¿Qué tipos de objetos realiza?

Dios me ha dado la facultad de poder realizar lo que se me venga en mente, entonces yo observo y realizo la pieza. Eso sí, me mantengo en lo tradicional, muy escasamente hago piezas de encargo que son extraordinarias.

 ¿Dónde vende sus productos?

Tengo una sala de ventas en mi casa, también voy a ferias y vendo por encargos, no me puedo quejar de mi campo.

PASIÓN POR LA LABOR

¿Qué significa ser artesana de Quinchamalí?

Esta artesanía fue mi renacer, porque a pesar de haber recibido otra educación, llegué a Quinchamalí y me cambió el esquema de vida en todos los sentidos. Y al aprender este oficio, me dio mucha satisfacción porque mi trabajo era la parte fundamental dentro de la economía del hogar, era el sueldo más estable en mi casa porque mi esposo se dedicaba a la agricultura que es algo impredecible.

¿Cómo es su relación con las demás artesanas?

Muy buena, estamos en una localidad no muy grande, un pueblo alfarero y siempre hay disposición en participar en talleres, aprendiendo y enseñando a la vez entre las pares, aprovechando de dar un realce a la artesanía y que sea más valorada. Por ejemplo, tengo ese tema de liderazgo entonces siempre ponía énfasis en las agrupaciones que estuve en darle la posición que realmente merece nuestra alfarería.

¿A qué tipo de agrupaciones se refiere?

Comencé con los talleres que impartía Caritas Chile y recuerdo que cuando vino el Papa Juan Pablo II, en el año 87, nosotras las alfareras hicimos los copones que se iba a utilizar para la comunión en Concepción, fue un trabajo bien en equipo. Luego, seguí participando y formamos una agrupación Tierra y Paz, el cual presidí por más de 10 años y realizamos el primer envío de loza a Santiago donde fue la primera vez que se nos pagó bien.

Después, vinieron otras agrupaciones como la Organización Gremial de Artesanos de Quinchamalí y luego la Unión de Artesanos de Quinchamalí, en la que actualmente estoy y que estuve ocho años como presidenta.

Sello de Excelencia

El World Crafts Council (WCC), con patrimonio de la Unesco, distinguió este año a dos artesanos de la Región de Ñuble, entre ellos a Mónica Venegas por su pieza “Mujer Alfarera”, quien recibió el Sello de Excelencia a la Artesanía Chilena.

¿Cómo postuló al Sello de Excelencia?

Mientras yo estuve en la agrupación como presidenta nunca quise participar en ningún concurso, pero desde el año 2016 decidí darme mi tiempo de alzar mis alas y comenzar a volar, entonces postulé a lo que viniera. En 2017, postulé al Sello de Excelencia, el premio que da el Consejo Nacional de Cultura y las Artes junto a la Pontificia Universidad Católica y mi pieza fue premiada ese año. Esta misma pieza, denominada Mujer Alfarera, se presentó en el concurso de Montevideo Sello de Excelencia Artesanal de la Unesco y se enviaron mis piezas.

¿Y cuándo supo que fue distinguida?

Me llamaron en noviembre para darme la noticia de que hubo dos ganadores de Ñuble y dentro de ellas estaba yo… En ese momento salté, grité y me emocioné porque ese reconocimiento es como el broche de oro, no hay mayor regocijo que se valore tu trabajo, que te digan que es excelente y que tiene una calidad vista por ojos críticos, para mí fue muy satisfactorio.

¿Y cuáles son sus próximos desafíos?

Los desafíos nunca terminan, yo sé que el próximo año vamos a ir al extranjero a exponer los trabajos, como somos merecedores de este premio iremos a ferias. Además, tengo una idea fija de seguir potenciando mi trabajo, ir a México nuevamente a cambiar ideas y ver a las alfareras de México para hacer un intercambio cultural, pues me gustaría poder mostrar en directo lo que hago.

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