Maite Artiagoitia Alti, directora del Museo Artequin de Los Ángeles
“Hay que ponerle corazón a todo para vivir con plenitud”
Estar en la entrada del Parque Alessandri de Coronel inmediatamente genera un estado interno especial. Caminar por sus senderos y respirar su frescura y sus colores es una experiencia sobrecogedora. Y fue una de esas rutas la que me llevó a nuestra entrevistada, Maite Artiagoitia, una profesional activa, meticulosa, energética, que a través de la conversación dejó fluir el caudal de su personalidad, analítica y aventurera. Una mujer comprometida con todo lo que hace, que posee un espíritu inquieto lleno de amor por su familia y su trabajo.
Cuando llegué a su oficina y observé por los ventanales el verde intenso de los árboles, me sentí como frente a un hermoso cuadro de la naturaleza y poco a poco, con el transcurrir de los minutos, me di cuenta que todo lo que transmitía era la verdadera aura de Maite, su ADN.
¿Quiénes componen tu familia?
Estoy casada con Andrés y tengo cuatro hijos, Agustín (22), Iñaki (18), Andoni (16) y Amaia (13). Además, vengo de una familia grande con 6 hermanos, todos muy distintos, pero a la vez con muchas similitudes, entre ellas la pasión en lo que hacemos.
Soy la única que vive en regiones, ya que con mi pololo (ahora marido) planificamos salir de la capital y tener un destino diferente. Llegamos a Concepción en 1993. Luego estuvimos tres años en Estados Unidos y volvimos acá. Fue una opción venirnos y mantenernos en esta tierra, a pesar de las opciones de irnos que hemos tenido. Esto principalmente porque la etapa de crianza de mis hijos ha sido súper positiva y mi desarrollo profesional se ha dado de manera armónica; se podría decir una vida de criar y crear con tranquilidad.
¿Qué recuerdas de tu infancia?
Mi mamá es española, llegó a Chile cuando tenía 13 años, mi papá también lo es, pero nacido en Chile. Siempre hemos sido muy cercanos a pesar de lo distintos que somos todos. Recuerdo que tuvimos penas familiares profundas (la muerte de una hermana), pero también nos hemos nutrido de muchas alegrías. De esa etapa, lo que más destaco es el impulso que nos dieron nuestros padres para lograr desarrollarnos a plenitud.
¿Qué tienes de ambos?
El hecho de que ambos fueron muy trabajadores y siempre le colocaron corazón a las cosas. Nunca se dejaron abatir. Por ejemplo, la historia de vida de mi mamá, ella nació en Bilbao, fue una niñita de la Guerra Civil y se fue refugiada junto a su familia a Inglaterra. Más tarde, llegó a Chile en el Winnipeg.
Ahora ellos (Patricio y Ana María) tienen 88 y 87 años respectivamente, viven bien y se acompañan con gran fortaleza. Han sido capaces de reinventarse en cada una de sus etapas de vida, siempre enfrentando las cosas como un aprendizaje y crecimiento. Eso me marcó con mucha fuerza.
Cuéntanos sobre tu trayectoria profesional
Egresé de profesora de Física y Matemáticas porque me encantaban los números. La matemática es bella, su lógica, me representa orden y trabajo bien hecho. Además, tenía cierta facilidad. Eso se complementó con mi gusto por trabajar con jóvenes, algo que traía desde niña.
Al momento de titularme, estaba pololeando con Andrés y fue entonces cuando optamos por venirnos a Concepción. Mi primer trabajo fue en el CEAT (Centro de Alta Tecnología) en San Pedro de la Paz, fue una buena escuela para introducirme en el mundo de la educación. Posteriormente, en Estados Unidos me desempeñé en una universidad, donde me empapé de un sistema educacional muy diferente al que se aplica en Chile. Por eso, cuando regresamos al país, para mí fue un shock muy difícil de asimilar. Al principio, volví a hacer clases en el Colegio Concepción, pero no me sentía cómoda, por lo que decidí dejar de trabajar y dedicarme a mis hijos.
Luego de mi tercer hijo me contactó en 2003 la Fundación CMPC ya que iban a necesitar personas vinculadas a las matemáticas. Fue un volver a encantarme con lo pedagógico, la docencia, el mundo de la educación. Comencé trabajando en la capacitación de profesores, viajando a Maule y Biobío. Después quedé a cargo en el proyecto que teníamos en Nacimiento referente a la capacitación a profesores y directivos. En ese tiempo hice un magíster en Dirección y Gestión Escolar, y la capacitación se extendió a los jefes de UTP y jefes DAEM. Era una linda forma de relacionar a la empresa con los vecinos. Tras cinco años, me ofrecieron un cargo en asuntos públicos en CMPC Celulosa, ser el vínculo entre la empresa y la comunidad. Era un área nueva y fue un desafío muy importante porque me relacioné con diversas agrupaciones sociales, también tenía muchas conversaciones con el área productiva de la empresa para ser el nexo entre ambas partes.
Lo anterior me llevó a realizar un diplomado en Gestión de Relaciones Comunitarias. Ahí surgió un vínculo muy especial con Nacimiento. Fueron cinco años de viajes a esa comuna, además de Laja y Pacífico (cerca de Angol). Fue en esa época (2014) donde tuve la posibilidad de asumir la administración del Parque Alessandri en Coronel, con el objetivo de darle un nuevo impulso a través de un sello educativo, ser una ventana de lo que somos como empresa forestal, ligados a la naturaleza y sus procesos. Junto a un gran equipo de profesionales, hacemos programas de educación ambiental y de difusión cultural. Estamos direccionados hacia las familias y los establecimientos educacionales en el conocimiento, el amor y el cuidado del entorno natural. Además, estoy a cargo del área cultural de la Fundación CMPC (Parque Alessandri Coronel, Museo Artequin de Los Ángeles y el Parque Alessandri de Nacimiento).
¿Qué te ha aportado tu trabajo en lo personal?
Siempre he dicho que soy súper afortunada. Tengo espacios de creación y de aplicar en lo que me he formado. Disfruto el presente y me he focalizado en mi trabajo con mucha creatividad. Así se disfruta más. La idea es que como equipo estemos enamorados de la ‘pega’. Eso lógicamente también lo he aplicado en lo personal.
¿Cuáles son tus pasatiempos?
Me gusta mucho el deporte y la actividad física. Ahora estoy de lleno en el running, tanto así que estoy motivada con correr alguna maratón, encima que ahora estoy corriendo con mi marido y eso es doblemente entretenido; además, me gusta practicar esquí, montañismo, baile, spinning, soy una persona muy activa, ya que el deporte es una oportunidad para estar conectada con uno misma.
¿Tienes alguna otra afición?
Me encantan las cosas manuales (tejer y bordar), así como cocinar postres o hacer pan, soy muy inquieta y me gusta estar aprendiendo. Me encanta mirar qué hay más allá, cuál es el siguiente desafío.
¿Viajar es una de tus pasiones?
Sí, me gusta viajar, me sale el espíritu aventurero. Me gusta viajar con la familia. Es una experiencia muy interesante, además de entretenida. Por ejemplo, en nuestro último viaje fuimos a Sudáfrica donde practicamos todos el bungee jumping. Nos tiramos los seis, uno tras otro. Fue maravilloso. Siento que tiene un cierto simbolismo, es una forma de controlar los miedos, intentarlo, atreverte, pasarlo bien.
Pero no hay lugar en el mundo que reemplace uno muy especial, la montaña, tenemos un lugar familiar cerca de las Termas de Chillán. Ahí me lleno de energía.
¿Admiras a alguien?
A muchas personas, diferentes características de cada una. En Nacimiento hay una vecina que quiero muchísimo por su sencillez, su calma, su delicadeza, su forma de llevar su familia, de relacionarse con ella misma y con los otros. Desde lo profesional, me ha tocado trabajar con personas con grandes capacidades.
Por otro lado, admiro a mis padres por su guía y humor, a mis hermanos por su diversidad, a mis hijos por sus talentos y a mi marido por su espíritu emprendedor.
¿Fuiste muy polola?
No, antes de casarme solo tuve un par de pololeos. A Andrés lo conocí a los 20 años y hemos crecido juntos.
¿Qué te enamoro de él?
La independencia que proyectó dentro de la relación. A estas alturas y mirando para atrás, te puedo decir que terminé de crecer con él y hoy hemos vuelto a descubrirnos.
¿Cuál es el rol de la amistad en tu vida?
Tiene un espacio importante. Con los años, mis amigas pasaron a ser parte de mi familia. Ellas siempre han estado y las quiero mucho.
Si tuvieras la posibilidad de viajar en el tiempo, ¿dónde irías y por qué?
Viajaría a la niñez de mi madre (cuando tenía seis años), para conocer con mayor profundidad su infancia en plena guerra civil española y lo que vivió también en Inglaterra, ya que fue un periodo de la historia muy potente.
¿Cuál es tu virtud y defecto más notorio?
Creo que ser meticulosa es una virtud y defecto… Un poco desordenada. Soy perseverante en todo, especialmente en los afectos, colocarle corazón a lo que uno hace, eso lleva a no dejar tirada las cosas, disfrutar lo que se hace.
¿Cuál es tu creencia espiritual?
Fui de formación católica, pero ahora no me identifica. Me alejé de la Iglesia y de otras creencias. No estoy relacionada con ninguna religión, no creo que haya algo más que esta realidad. Sí, creo que hay energías positivas en las personas, que podemos cultivar y transmitir.
¿Qué te emociona?
Ahora estoy con una sensibilidad bien particular con los adultos mayores, con lo que es el vivir y el llegar al término de la existencia. El cómo podemos colaborar en mejorar su calidad de vida. Siento que hay que reconocer toda la experiencia de vida del ser humano.
¿Tienes algún miedo?
Sí, que les suceda algo malo a mis hijos. Tengo un instinto muy animal de protección. Que algo les pase a ellos me da mucho miedo.
¿Pecado capital que te identifique?
Tal vez el ser previsora para el futuro se relaciona con la avaricia, pero no lo veo como pecado, no es tener por tener, simplemente no quiero depender de mis hijos. Quizás para afuera también proyecto una imagen de persona soberbia, pero creo que se confunde mi seguridad con ese rasgo de personalidad.
Frase de vida
Hay que ponerle corazón a cada cosa que uno hace…
¿Cuál es tu felicidad más grande?
El nacimiento de cada uno de mis hijos. Era un espacio energético muy potente, de felicidad compartida.
¿Y el momento de mayor tristeza?
La muerte de una hermana en un accidente (que era mayor que yo), cuando tenía 7 años. Ya más grande algunas dificultades que hemos tenido que enfrentar como pareja y la pérdida de tres embarazos, fue una pena que me invadió súper fuerte que pensé que no se me iba a pasar nunca.
¿Cómo te gustaría ser recordada?
Como una mujer que vivió intensamente, que se desarrolló y siempre brindó mucha energía positiva.