Daniel Candia Caro, actor chillanejo
Vivir como un hombre feliz
Muchas veces definimos a las personas de acuerdo con la profesión u oficio que desempeñan. Pero la conversación con Daniel Candia, nos hizo apreciar las cosas desde otra perspectiva. Esto porque más que un actor, Daniel es un hombre de grandes pasiones e inquietudes artísticas y humanas. Amante del campo, de la música, de la consecuencia y la honestidad, este chillanejo se toma todo con tranquilidad. La misma que respiraba en las calles del sector donde vivía cuando niño y la misma con la que enfrenta la vida.
¿Tienes un vínculo fuerte con Chillán?
Así es. Mi familia llegó del campo a Chillán a comienzos del siglo XX, del sector de Cato y San Fabián de Alico. Mis padres construyeron nuestra casa frente al regimiento y por eso digo que mi relación con Chillán es de toda la vida. Me genera mucha atracción desde lo emocional.
De hecho, algunos colegas me dicen ‘vente a Santiago porque ahí funciona todo’. Pero sé que ese no es mi camino, solo voy el tiempo necesario por trabajo y vuelvo. Tengo mis raíces acá y es por eso por lo que estoy construyendo nuestra casa con mis propias manos en medio del campo. Ahí está mi hogar.
Cuéntanos sobre tu familia
Somos una de las familias fundadoras de Chillán (risas), 15 hermanos (soy el 13) de los cuales dos son mujeres. Todos vivos, pero mis padres fallecieron (Adriana y Manuel). Somos muy aclanados, cuando podemos nos juntamos y compartimos con los hijos, sobrinos-nietos, etc. Tengo como 60 sobrinos. Buenos para la guitarra y contar historias. Hay muchas anécdotas, generaciones de nosotros que han visto a Chillán en diferentes momentos. Hemos sido testigos de los cambios y el desarrollo.
¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?
Muchos recuerdos se agolpan en la memoria. Hace 40 años el sector donde vivía era campo, las casas tenían riego por canales. Era un mundo mucho más libre, nos bañábamos en el Canal de la Luz, andábamos descalzos. En ese tiempo el mundo era más parejo, hoy todo es apariencia. La vida se hacía mucho en la calle, compartiendo con los vecinos del barrio. Recuerdo las pichangas a la pelota. Todo era más libre y sano.
¿Muchos o pocos amigos?
Mis hermanos eran y son mis principales amigos. Cuando niños, de aventuras, hoy, de vida. Con ellos nos acordamos de muchas historias…
Tengo muchos conocidos pero pocos amigos. Mis amigos, como dije, son mis hermanos. Somos de conversar toda la noche, sobre la vida. Lo mismo pasa con mis sobrinos. Por otro lado, están los amigos de momentos de la vida. Van y vienen.
¿Cómo comenzó tu vínculo con la actuación?
Fue un proceso complejo. En mi época (pronto cumplo 53), uno pensaba más en qué profesión tendrá para vivir. Había muy poca gente que veía a la actuación como una alternativa.
En mi caso, desde la básica siempre me atrajo cantar, representar, etc. Cuando joven participé en talleres de teatro, luego me integré a compañías de teatro y me vinculé con grandes profesores formadores de actores (Peyuco Villagra y Ximena Godoy).
Yo no tengo una formación académica, sino que he tenido una senda por diferentes oficios y finalmente llegué a la actuación.
¿Cuándo llegó el cine?
A los 28 años, me llamaron para una película en Concepción. Estuve en un casting y fui a varios talleres de formación para la película. Era un papel muy pequeño, porque se trataba de un personaje que pasaba con una carreta de bueyes frente a la cámara. Recuerdo que me hacía mucho problema en la noche por cómo lo iba a hacer… Lamentablemente nunca me llamaron. Me daba vergüenza cuando me preguntaban… Yo me lo explicaba pensando que había surgido alguien que lo hacía mejor no más… Fue mi primera experiencia cercana al cine.
Pasaron los años, y en 2007 llegó la posibilidad de hacer una película en Chillán de Carlo Crino llamada “Simón”… Mi rol era del tío del niño protagonista. Como anécdota te cuento que yo era la segunda alternativa… Es simpático, pero siempre lo he sido, es como decir “no está el bacán, pero está este otro”….
Al principio me costó, la actuación del teatro es diferente a la del cine. El cine es minimalista, porque gran parte del trabajo lo hace la cámara, la luz, la música… Es como una gran bola de miel que tienes que comerla gota a gota.
Tuvo un estreno en el Colegio Padre Alberto Hurtado y en el Teatro Municipal, pero no se volvió a mostrar. De todas maneras, ese fue el punto de partida para acercarme al lenguaje cinematográfico.
Después de eso, me presenté al casting de “Huacho”, pero la productora decidió que trabajarían personas que no tuvieran conocimientos de actuación. Luego hice algunos cortometrajes para The Oz en Chillán, además de algunos talleres.
Más tarde, hice “Sentados frente al fuego” de Alejandro Fernández y enseguida vino “En las afueras de la ciudad” de Patricio Valladares.
¿Esa fue una experiencia diferente?
Me entretuve mucho, me llamaron de segunda (¡para variar!), luego del casting, ya que me presento a todos. Yo estaba en mi casa y me dijeron que viajara a Los Lleuques (donde estaban grabando). Tenía que hacer un personaje muy violento, duro, una especie de sicario. Es un cine muy divertido porque es como jugar, teníamos que correr, había mucha acción. Además que a él (Patricio) le fue muy bien con esa película…
En esos años vino “Matar a un hombre”
Así es, participé en un casting para probar diferentes personajes y se decidieron por mí para el protagónico, lo que fue una gran responsabilidad.
Fue un desafío por todo, muy complejo, en ese tiempo recién había dejado de trabajar en una comunidad terapéutica que ayudaba a jóvenes con problemas de alcohol y drogas (haciendo talleres de teatro), por lo que conocer esas realidades me hicieron más sensible a muchas situaciones que se muestran en la película. Lo importante es que el equipo me apoyó mucho en la construcción del personaje, donde se mezclaban el miedo, las dificultades, los problemas familiares… Tuve muchas alegrías por ese trabajo, me abrió puertas y me dio reconocimiento en el país y en el extranjero.
¿Cómo se ha dado tu trabajo en Chile?
He trabajado mucho con directores jóvenes en todo Chile, en sus óperas primas. Lo malo es que el presupuesto para hacer cine es acotado. Las autoridades están al debe en materia de cultura. Sé de producciones cinematográficas en que los cabros que salen de la escuela de cine hacen diferentes esfuerzos para juntar recursos.
Un camino concreto es no seguir bajando el presupuesto a cultura. Es una necesidad fundamental para que crezca la educación. Teniendo más y mejores artistas, la sociedad crece.
¿Crees que la Región de Ñuble ayudará en ese camino?
Hoy se ha crecido en infraestructura, pero no en calidad. Lamentablemente nuestros artistas y creadores no tienen recursos ni el apoyo de las autoridades. Tenemos un teatro maravilloso, pero fuera de Entepach, no está pasando nada. Siento que no se aprovecha como debería. Además, falta otro teatro en las poblaciones, cosa que sí sucede en otros países, donde hay pequeños teatros repartidos por la ciudad. La cultura no puede ser del gobierno de turno, los artistas nos debemos a las personas.
¿En qué estás actualmente?
Recién vengo de estar en el Festival de Cine del Biobío, al que me han invitado siempre, y ahora comenzamos con los ensayos de una obra para el GAM que se llama “Proyecto Villa” que son relatos de gente detenida en dictadura. Es un mes. Posterior a eso, tengo una película “Los anillos de la serpiente”, un par de cortometrajes (en Santiago y Concepción). Asimismo, con un director de La Serena (Mario Selim) haremos un proyecto del Consejo Nacional de Televisión para una miniserie de ocho capítulos “Historias de un crack”, que se grabarán en La Serena, Coquimbo y Vicuña. Es una serie que se proyectará además en Netflix, que tiene una alianza con una productora española y que ya fue vendida en verde para Asia. Hago mucho hincapié en esto último porque es un trabajo de provincia, lo que es doblemente meritorio.
Entre otros proyectos, estoy en conversaciones con una productora ecuatoriana para una película que se filmaría en Guayaquil, y después de noviembre nos iríamos a grabar. Este año se vienen también las películas “Diablada” y “La frontera”, además del estreno de la primera cinta en coproducción chileno-japonesa “Green Grass”.
¿Cuál es tu género cinematográfico favorito?
Soy súper selectivo para ver cine. Me gustan las de aventuras y el spaghetti western… “El bueno, el malo y el feo” lo he visto unas 30 veces, he buscado además información sobre su rodaje, me encanta. Fue una revolución.
Lectura preferida…
Antes era mejor lector que ahora. Pero me gusta el realismo mágico, por ejemplo, la película que se estrenará pronto “Green Grass” tiene que ver con eso. También recomiendo libros históricos como “Las venas abiertas de América Latina” y autores como Jorge Baradit y García Márquez.
¿Cuál es tu música preferida?
También soy selectivo. Siento que el reggaetón le hace un flaco favor a la gente, así como la música romántica barata. Me gusta Violeta Parra, Víctor Jara, el folclore chileno de raíz, la música latinoamericana, la música country, además del rock clásico como Creedence, The Doors y Led Zepellin.
¿Qué rol icónico te hubiera gustado interpretar?
“Indio” en “Por unos dólares más” que interpreta Gian María Volonté, la locura contenida en su presencia, en su mirada, en sus silencios, además, me gustan muchos actores como Al Pacino, Robert De Niro, Jack Nicholson y Marlon Brando, son maestros en interpretar personajes maravillosos.
¿A quién admiras?
A Víctor Jara, fue un artista que me motivó mucho en el arte, por ejemplo, en tocar la guitarra, lo que me permitió conocerme a mí mismo. A eso se suma el saber su historia de boca de personas que compartieron con él, por ejemplo, Nelson Villagra. Además fue un hombre consecuente, que luchó por sus ideales y esa cualidad la admiro mucho. Por otro lado, también admiro a mis hermanos por su fuerza y tesón por vivir.
¿Cuáles son tus pasatiempos?
Me gusta hacer música y trabajar con las manos en madera, piedra y fierros. Transformar objetos. Quizás cuando sea viejo me gustaría tener un taller. Además me gusta el campo, estoy terminando de construir mi casa. Tengo habilidades que seguro heredé de mi padre que era carpintero. A veces pienso que podría haber tenido ese oficio, porque estoy convencido de que hay que hacer más de una cosa en la vida. Le tengo miedo a la gente que hace solo una cosa. Las personas evolucionamos para todo, eso es vivir.
¿Cómo vives el amor hoy?
A este mundo le falta mucho amor. Creo que es un proceso personal e interno a través del cual uno llega al amor romántico. Tengo dos hijos Carlos Daniel y Mario Andrés (de un matrimonio anterior) y una actual pareja con la que estamos construyendo la casa en el campo con mucha ilusión. No creo en las familias perfectas, respeto que la gente se case pero el amor no tiene que ver con el matrimonio.
¿Qué cualidades valoras en las personas?
Compromiso con las ideas, consecuencia para vivir, empatía, romper los hielos y temores, mirarse más a los ojos, me impresiona la gente cariñosa porque yo soy más bien cauteloso…