Editorial

Un nuevo Chile

“Llevo mordiendo la rabia y la impotencia toda mi vida”… Esa era la frase que rezaba en uno de los cientos de carteles que desfilaban en las marchas que han acontecido a nivel país. Sin duda que si uno le da una lectura más profunda y exhaustiva, percibe que el tenor de los ‘mensajes’, no solo ha ido acentuando los temas sociales ya conocidos por todos, sino que también han aterrizado a historias personales, esos versos íntimos que llevamos escribiendo a lo largo de toda nuestra existencia, pero que nos guardamos. Por eso estar en medio de ese océano de energía humana (aunque algunos califiquen de alienígena) que se ha manifestado por una mejor calidad de vida es encomiable y digno de aplaudir.

Aquí no se trata de irse exclusivamente contra la tendencia política de turno que gobierna, bien sabemos que los temas sociales que colocamos de manifiesto en las calles apuntan a toda la clase política, a los que estuvieron antes y los que están ahora. Sentimos que nadie nos representa y decidimos salir a representarnos a nosotros mismos. De ahí que ante mis ojos desfilaran diversos poemas transformados en gritos desgarradores y ruidos tronadores, “mis padres se mueren con pensiones de hambre y llenos de enfermedades”, “Hasta cuándo hay que aguantar la injusticia si ya no me queda vida”, “Yo hablo por el futuro de mis hijos”, “Esta es mi última esperanza”… Muchas voces, muchas vidas, muchos matices…

Por eso cuando se dice que las autoridades deben escuchar al pueblo, es por el clamor ciudadano con sentido humano. Ese que te dice que vivir en sociedad no es sinónimo de aguantar el juego de ‘unos arriba y otros abajo’ para mantener el orden y equilibrio ‘normal’. Es decir ¡basta!, con fuerza y determinación.

Sin duda que este es un hecho histórico, un hecho que quedará marcado como un antes y un después. Es de esperar que nuestras conciencias evolucionen a la par de los grandes versos que por años guardamos, y que hoy dejamos aflorar.

Arnoldo Ferrada

Director Periodístico

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