Verónica Meyer, diseñadora
Comprometida consigo misma
Esta diseñadora talquina es dueña de la marca de ropa VM con la cual se inició en la capital del Maule y ahora deslumbra en Santiago con una idea muy sencilla, pero no menos desafiante: lograr que las mujeres se sientan cómodas al moverse con sus diseños. Franca y directa, Verónica no traiciona sus ideales ni lo que quiere y lo que le gusta, razón por la cual la familia, las amigas y el cuidado personal, tanto físico como espiritual, juegan un rol muy importante a la hora de enfrentar el día a día en una industria tremendamente competitiva y en constante evolución y cambio como es la moda.
¿Cómo te definirías como persona?
“Me definiría como una persona autodidacta, absolutamente. Además, siempre hemos hablado dentro de la familia acerca de la historia del ave Fénix, cuando te tienes que reinventar, y nos consideramos muy resilientes, lo que no hago de forma obligada. Me agrada mi pega, atender a la gente y vender, no me gusta la parte administrativa. Y diría que la marca VM es muy distinta a lo que es la Verónica Meyer, o sea, la marca es mi trabajo y me gusta, es el medio que me ha llevado a desarrollar todo lo fashion porque hay que estar en eso para poder ser más vista, pero la Vero es mucho más casera, más de familia, que cuando llega la nieta se le olvida todo y desaparece”.
¿La resiliencia que mencionas tiene que ver con alguna historia familiar?
“Me crié en un ambiente muy sano, pero de ambos lados de mis padres, la carga genética es muy fuerte, tanto por la parte alemana como por la parte croata, que son pueblos que han estado sometidos a muchas presiones y que han podido reinventarse, a eso me refiero con la resiliencia, y eso a través del tiempo me he dado cuenta que sí se hereda y uno lo nota porque de repente en la vida hay rachas buenas y rachas malas, ya sea económicamente, emocionalmente o físicamente, y lo importante es volver a reinventarte. Y estoy segura que eso lo heredé de mis antepasados”.
¿Cómo es tu familia?
“Somos cinco hermanos, talquinos de siempre, gracias a Dios, provincianos. Soy la única que vive en Talca, soy la mayor y mis hermanos son todos adorables, algunos viven en Santiago y otros en Rancagua. Tengo hartos sobrinos pero soy la única que tiene nieta. Mi mamá vive en Talca también y mi papá, que murió hace años, también era talquino, pediatra en la época como se atendía antiguamente y no como hoy que la atención es más fría. Vivir en provincia nos marcó porque acá todo es tranquilidad, es vivir sano”.
¿Y qué recuerdos tienes de tu infancia?
“Diría que tengo los mejores recuerdos en relación a que fuimos criados con lo justo y necesario. Fuimos una familia tranquila, muy amistosa porque los hermanos somos todos muy seguidos, y el papá y la mamá siempre estaban presentes. Éramos los siete metidos en un Peugeot verde y cabíamos. Las cosas eran más simples, nos íbamos todos los fines de semana a una cabañita que tenía el papá y la mamá en Vilches, y esas eran nuestras vacaciones y éramos muy contentos. Hoy eso ya no se ve mucho. Estudié en el Colegio Integrado y después me fui al Colegio La Salle, etapas en las cuales la pasé muy bien”.
¿Siempre te gustó el diseño?
“Sí, siempre me gustó, aunque después de salir del colegio me fui a Santiago para estudiar un secretariado porque había que ganarse la vida en algo, eso me dijo mi papá. En esa época tenía 18 años y no tenía los pies muy bien puestos en la tierra, y si bien no era muy sometida, sí era la mayor y era raro que no entrara a la universidad aunque no quería, porque lo que deseaba era seguir mi propio camino. Luego volví y me puse a trabajar, y posteriormente con el tiempo, sola, empecé a reinventarme”.
¿Por qué volviste de Santiago?
“Porque no me gustaba Santiago y si bien es cierto, lo pasaba bien y salía, me gustaba estar acá en Talca. Y eso es lo que me pasa muchas veces hoy y que siempre lo comento, porque me han preguntado por qué no me radico en Santiago teniendo buenos diseños y una buena clientela, y yo preguntó al revés, por qué no en provincia. De hecho, siempre digo que hay que darle prioridad a la región, no porque seamos más chicos hay que centralizarse en ese aspecto, y creo que lo he logrado un poco acá en Talca”.
¿Y qué te llamaba la atención del diseño?
“Vi que habían cosas como que de repente la gente te normaba por cómo te vestías o cómo actuabas, y yo no quería hacer eso, quería hacer cosas con las cuales me sintiera bien y cómoda, y eso mismo pensaba respecto de las demás mujeres, que necesitaban un ‘refresh’ en ese sentido, sentirse cómodas, sentirse más únicas. Fue eso lo que empujó”.
¿Tenías algo en mente cuando comenzaste a diseñar?, ¿en qué te inspiras?
“No es fácil porque de repente te quedas un poco pegada, pero hay que buscar cosas cómodas, sentirte un poco más única, atreverte también a hacer cosas distintas. Y eso en el fondo sale de una tranquilidad de adentro hacia afuera, de mirar a la gente por la calle, que es algo que me encantaba y acá en Talca, en Santiago o cuando tenía que viajar me instalaba a ver cómo la gente caminaba, con qué caminaba y cómo se movía porque hay mucho de movimiento. Yo siempre he dicho que lo mío es más de movimiento, no es estático, igual que mi personalidad”.
¿Y ese camino cómo lo has recorrido, porque el mundo de la moda es de mucha observación?
“Estoy siempre atenta a cómo vienen las tendencias, de hecho hoy tenemos lista la temporada de invierno y eso que todavía no llegamos al verano. Por eso digo que hay que estar atenta de cómo lo vas a hacer para que resulte, es un riesgo, es un atreverse. No a todos les tiene que gustar lo que haces y, además, tienes que interpretar que se vean bien, porque lo que les digo a mis clientas es que si se van a llevar algo que les queda mal o con lo cual no se sientan cómodas, para mí no es ningún negocio”.
¿Cómo es un día en la vida de Verónica Meyer?
“Es bien entretenido, tengo una mezcla súper rara entre trabajo y familia. El día a día es duro, en el sentido de que tengo que estar atenta, pero también se subirme arriba de la nube y decir no quiero más en este minuto. Por ejemplo, paso generalmente semana por medio en Santiago, y cuando me desocupo voy corriendo a buscar a mi nieta. Pero estoy en contacto todos los días con las alternativas de telas, con los teñidos, con una diseñadora que contraté para que me ayude. Es un día agradable, a veces se complica en el sentido que me gustaría dirigir todo desde la casa y ahora estoy logrando eso. De lunes a viernes no agacho la cabeza, pero el viernes en la noche sí se agacha porque ahí estoy con los míos y eso no me lo tocan”.
¿Cuándo comienzas a transitar por el camino que te ha llevado a lo que has construido hoy?
“Yo no tenía ningún interés en hacer esto y creo que la culpa fue de Pablo, mi marido, que me incentivó a instalarme con un local. A mí me bastaba y me sobraba con mi cosa chiquitita, el vender casa por casa, después en un departamento. Ya había desarrollado mis diseños pero no estaba muy consciente de la parte comercial y si bien vendía y me iba bien, yo decía que con eso bastaba. Pero esto daba como para abrirse, y Pablo fue quien me guió y me ayudó con todo el sistema para instalar mi tienda, que es donde estoy todos los días porque no soy de las que me relajo, me gusta estar inventando cosas. De hecho, tanto en Santiago como en Talca siempre estamos haciendo cosas para mover a la gente, para mover la marca, para que también la mujer tenga cosas más vanguardistas”.
¿Y por qué decides extender este proyecto a Santiago?
“Por varias cosas. Lamentablemente la vitrina grande es allá y también se dio la situación que la gente en Santiago me estaba pidiendo muchos artículos, entonces entre estar mandando siempre es mejor abrir una tienda, establecerme allá con una nueva vitrina. Esa tienda la maneja mi hija y yo veo los diseños y los talleres, pero no es como para establecerme allá, y aunque sería bastante más cómodo, no es una alternativa hoy”.
¿Cómo ha resultado ese proyecto?
“Cansador, porque hay que viajar harto, hay que estar y ya no tengo 25 ni 35 años, pero la verdad es que puedo contar con mi hija y también con la gente que trabaja conmigo. Estoy delegando bastante más cosas que las que había entregado hasta ahora. No es fácil, pero en eso estoy”.
¿Qué te gustaría hacer en el futuro próximo con la marca VM?
“Me gustaría dedicarme un poco más a las asesorías de imagen porque creo que hay mucha gente que le complica su vida no poder y no saber cómo vestirse, y eso no les da el empoderamiento necesario para estar en el día a día tranquilas. También ir fidelizando la marca en gente más joven para no quedarnos atrás”.
Y en términos personales, ¿cómo te desconectas de lo que significa el día a día de esta empresa y el rubro?
“A estas alturas de la vida una ya sabe lo que necesita el cuerpo para que la mente esté tranquila y esa es una de las cosas de las que me preocupo a través del yoga, aunque este año como he viajado mucho, me ha costado. Después, es tener mis espacios en silencio, que es cuando muchas veces me dedico a diseñar en mi casa y estoy en contacto con mis operadores de los talleres, eso también me da mucha tranquilidad y me gusta hacerlo. Otra de las cosas que me gusta es estar sin hacer nada, porque estar sin hacer nada es muy creativo. También tener un tiempo tranquilo para ir a la casa de mi mamá, que me rasque la cabeza, acordarme de mi infancia y sentir que no hay nada de qué preocuparse. Y me gusta mucho estar con mis amigas que las he tenido de toda la vida y la verdad es que lo pasamos súper bien. Hoy día creo que tengo la facilidad de saber con quién estar y eso me da un placer enorme porque disfruto a mis amigas y eso es recíproco, lo paso bien”.