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“Los papás adoptivos somos reparadores”

Paulina Arellano, presidenta Amigos del Maule por la Vida

Paulina Arellano es abogada y lidera la Corporación Amigos del Maule por la Vida. No está de acuerdo con el aborto, pero no se quedó solo en esa declaración de principios y a través de esta entidad ha alcanzado notoriedad por su trabajo de acompañamiento, junto a un grupo importante de profesionales y voluntarios, a madres con embarazos difíciles o que sufren los efectos del aborto, lo que le ha valido recibir el Premio Mujer Impacta 2016 y el Premio Mujeres Líderes Sociales del Maule 2018. Y es que su historia personal ha sido dolorosa, ya que luego de dos tratamientos fallidos para ser mamá, decidió, junto a su marido, recorrer el camino de la adopción, el que al final la llenó de felicidad y le permitió formar una hermosa familia con dos hijos. Una historia para contar y conocer.

¿Quién es Paulina Arellano?

“Soy una mujer orgullosa de ser mujer con todas sus letras. Una feliz mamá, aunque me costó bastante tener hijos. Muy agradecida de la vida, a pesar de grandes dolores que me han hecho más fuerte. Pasé mi primera infancia en Curicó y luego toda la vida en Santiago. Me eduqué en el Colegio Santa Úrsula, luego estudié Derecho en la Universidad Gabriela Mistral, me recibí de abogada, trabajé en un estudio jurídico durante 14 años, me casé en 2006 y al año siguiente dejé todo en Santiago y me vine a San Javier hasta el terremoto. Al año siguiente, en 2011, nos vinimos a Talca y aquí estoy trabajando de mamá, ejerciendo como abogada y en el directorio de la Corporación Amigos del Maule por la Vida desde 2014”.

¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?

“Una infancia muy feliz, con una mamá muy presente y un papá muy esforzado, que por su trabajo en el campo viajaba mucho, algo que me costó mucho asimilar porque lo echaba de menos. Somos seis hermanos, muy unidos en las buenas y en las malas. Además, mi mamá nos educó con valores importantes para la vida y me decía que fuera recta, honesta, que siempre pudiera mirar a los ojos a todo el mundo. Esas enseñanzas te dejan marcado, parecen simples pero son trascendentales para la vida, entonces tengo muy lindos recuerdos de mi infancia, del colegio, de mis amigas”.

¿Cómo recuerdas el paso por el Colegio Santa Úrsula?

“Muero por mi colegio. Es un colegio de monjas alemanas que llegaron a Chile y se quedaron, porque la situación en Alemania era muy grave a causa del estallido de la segunda guerra mundial.   Era un colegio de mucha  disciplina y eso a mí me gusta, porque soy como estricta y estructurada. A la vez, nos enseñaban mucho a ser austeras, a cuidar los útiles escolares, nada de grandes fiestas o cuotas muy altas para paseos de curso, y eso también me gusta, disfrutar con lo básico y con cosas sencillas. Con mis amigas Ursulinas mantengo contacto a diario, fuimos un curso muy unido, alegre y solidario”.

Y luego la universidad, ¿cómo calificas esa experiencia?

“Entré a Derecho llena de dudas porque también me gustaba sicología, traducción y educación de párvulos. Además, me encontraba muy tímida. Soy de las personas que se muere de vergüenza, por ejemplo, de pedir un descuento en una tienda, pero de a poco me empezó a ir bien, comencé a empoderarme y fui descubriendo fortalezas que no sabía que tenía. Claramente la carrera me ayudó a vencer en parte esa timidez que tenía”.

¿Qué nos puedes contar de tu vida laboral?

“Antes de recibirme comencé a trabajar en un estudio jurídico en Santiago y ahí estuve hasta que me casé y no me habría salido de ese estudio si no fuera porque me vine a vivir a San Javier. Estaba muy feliz trabajando ahí, fue una muy buena escuela, con abogados muy correctos. Gran parte de lo que sé, se lo debo a ese equipo maravilloso. En realidad, ha sido una vida bastante estable laboralmente, porque trabajé en ese estudio y ahora en forma independiente. Y no ha habido más”.

¿Cómo se fue conformando tu vida familiar?

“Conocí a mi marido en Santiago en una cita a ciegas y la verdad es que fue súper rompedor de esquemas porque yo estaba acostumbrada a pololear con abogados, ese era mi mundo. Y llegó este agricultor, este huaso muy descomplicado, sin ningún rollo de nada, sin filtros, porque dice todo lo que piensa, a chasconear todos mis esquemas, estructuras y planes. Pololeamos nueve meses y nos casamos, me vine literalmente a vivir en un cerro, sola y al principio fue un cambio muy brusco, pero luego mi marido me propuso que me instalara en San Javier con una oficina, me ayudó al inicio y a los tres meses ya podía funcionar sola. No tengo avisos, nada, solo mi oficina en mi casa y siempre estoy con pega”.

Pero también tuviste momentos difíciles, ¿cuáles fueron esos períodos dolorosos?

“Dos muy fuertes. El primero es no haber podido tener hijos durante siete años. Fue un período  de dolor profundo, de alejarme de mis amigas que estaban esperando guagua, de las personas que tenían hijos, porque me dolía, me sentía vacía, sola. Finalmente nos decidimos por la adopción y cuando llegó nuestro primer hijo se olvidaron todas las penas. El segundo sufrimiento muy corto pero intenso, fue a principios de este año cuando me descubrieron un cáncer y recién había llegado mi segundo hijo en diciembre del año pasado, entonces no entendía nada. Me pregunté  ¿cómo pasaba esto ahora con dos niños chicos y uno recién llegado? Pasé dos días en que no sabía si iba a morir o no, hasta que recibí un mail de mi doctor que luego de ver los exámenes me escribió y partió por decirme que no me iba a morir. Terminé el tratamiento en mayo, me hice el primer control hace muy poco y está todo bien”.

¿Por qué decides adoptar?, ¿hubo un deseo de proteger a alguien que no tuvo esa oportunidad o el deseo personal de vivir la maternidad?

“Mi motivación es que quería ser mamá, nunca lo he pensado como por dar una oportunidad o por un acto de beneficencia, para nada. Sólo ser mamá, pero indudablemente al adoptar estás dando a ese hijo una oportunidad de crecer en familia, con todos los beneficios que esto implica. ¿Y cómo fue naciendo esa necesidad? La verdad es que pasaron varios años, hicimos un tratamiento para tener hijos y no resultó, después tratamos otra vez, aunque yo no quería porque terminé muy desgastada con el primero, y tampoco resultó, y ahí quedé como botada. Pero mi mamá, de forma muy prudente, me dijo que si alguna vez decidía adoptar un hijo, quería que supiera que sería un nieto más,  y me quedé helada porque inconscientemente tal vez pensaba que mi familia no me iba a apoyar. Esa conversación me liberó y volví a mi casa queriendo hablar con mi marido para plantearle esto, porque siempre habíamos hablado de no adoptar y ahora tenía que plantear otro discurso. Preparé todos mis argumentos para convencerlo y para mi sorpresa, cuando se lo dije, me contestó ‘bueno, veamos’, y me inscribí en las charlas y partimos. Mi marido tuvo momentos de dudas, susto por lo desconocido, pero tiré la carreta sin dar pie atrás y finalmente llegó Tomás, nuestro primer hijo, y mi marido se volvió loco, en realidad con los dos niños es igual. Creo que jamás pensó que podía querer tanto a una persona, se muere por sus niños, se le ponen los ojos brillantes cuando habla en profundidad de ellos, es una locura”.

¿Toda esta experiencia acumulada te lleva por este camino de la Corporación  Amigos del Maule por la Vida?

“La corporación fue cero pensada, cero presupuestada, cero todo. Recuerdo que cuando se anunció en 2014 que iban a despachar este proyecto de ley sobre el aborto en tres causales, justo estaba en Santiago cuando había una manifestación en La Moneda. Le dije a mi mamá y mis sobrinas que fuéramos y antes de salir imprimí un cartel en hoja tamaño carta que decía ‘soy mamá adoptiva gracias a una mujer que no abortó’. Llegué con mi cartel a la Plaza de la Constitución y comienzan los fotógrafos a retratar esto y luego se viralizó. Cuando vuelvo a Talca se arma un grupo de 50 mujeres, de las cuales yo conocía a cinco, creo, y me plantean que querían hacer algo”.

¿Y cuál fue tu motivación para aceptar ese desafío?

“Dije que bueno, pero aclaré que no soy partidaria de andar con banderitas en manifestaciones, sino de ayudar a la mujer que está sufriendo, es decir, me gusta hacer algo más que salir a manifestarme, me gusta trabajar por una causa. Ahí contacté a la Fundación Chile Unido que se dedica a acompañar a mujeres embarazadas y les planteé que éramos de Talca y que queríamos ayudar a las mujeres que están sufriendo a causa de sus embarazos. Nos aceptaron, recibí una capacitación yo sola, me mandaron el primer caso y me dio terror, porque no sabía cómo hablar con una mujer que está sufriendo por ese motivo si ni siquiera soy psicóloga y nunca la he visto, por lo que le pedí a un ginecólogo que hablara con ella y él la contuvo, la ayudó y la acompañó, porque iba decidida a abortar. Sin embargo, decidió tener a su niñito y luego me contacté con ella para contarle lo que me había pasado y le dije que estaba contenta de verla con su hijo y ella me confesó que había pasado por un momento de confusión pero que su hijo era lo mejor de la vida. Después de eso comenzó a formarse el grupo de acompañamiento con doctores, psicólogos, trabajadores sociales y las voluntarias, y ahí tuvimos que recibir una capacitación formal, vinieron de Santiago y esto tomó vuelo sin haberlo planeado”.

¿No dimensionaste la repercusión que tendría tu cartel en la manifestación en La Moneda?

“No, para nada. Todavía me pasa que miro hacia atrás y me pregunto en qué estamos metidos porque de verdad es algo grande, es algo importante. Mi postura frente al aborto es irrelevante dentro de la corporación pues nuestras puertas están abiertas para recibir a todas las mujeres del Maule que están sufriendo a causa de sus embarazos o que sufren por haberse practicado un aborto. Nuestro trabajo consiste en acompañar, contener y ayudar a las mujeres a disminuir los niveles de miedo, angustia y soledad, para que tomen una decisión libre e informada acerca de sus embarazos. Esto es clave, son ellas en definitiva las que deciden, nosotros no inducimos, ni enjuiciamos ni presionamos, estamos ahí para contenerlas sea cual sea la decisión que tomen.  Hemos tenido 53 casos sin marketing, sin recursos económicos, nada más que capital humano y ha sido muy exitoso porque solo con cuatro mujeres se ha perdido contacto. Actualmente siguen  llegando casos, seguimos acompañando después de nacidos los niños y sigue sumándose gente que quiere ayudar”.

¿Y en lo personal que ha significado esta experiencia?

“Ha sido muy linda y muy rompe esquemas para mí, porque fue algo que no estaba planificado, pero si trato de explicar por qué fui a esa manifestación con ese cartel, diría que en el fondo sé que mis niños eran posibles candidatos al aborto, obvio, y de solo pensar que ellos no existieran en este mundo, se me parte el alma. Ellos son únicos e irrepetibles y podrían no existir, pero esas dos mujeres, sus progenitoras, a pesar de las circunstancias horrorosas que estaban viviendo, les dieron una oportunidad que crecieran en otra familia, que los quisieran incondicionalmente para siempre, sin importar sus historias de origen, sin importar si venían de un barrio con plata o sin plata, sin importar la violencia, sin importar nada porque los papás adoptivos somos reparadores. Yo le escribí una carta a la progenitora de Tomás, una carta que nunca va a llegar a destino porque no hay contacto, pero si alguna vez la conozco se la voy a entregar porque es una carta de profundo agradecimiento, porque nadie sabe el dolor que ella sintió. Yo acompañé hace poco a una mujer que dio en adopción a su hija  y vi cómo sufrió. Créeme que no es un trámite, es doloroso y a veces las tratan muy mal. Hay que ser un poquito más empático con la mujer que está sufriendo”.

Más allá de lo que ha conseguido la corporación, ¿cómo te gustaría que se encaminara esta discusión respecto del aborto?

“Me gustaría que estas discusiones, principalmente del aborto, fueran fundadas, despejadas de agresividades y descalificaciones personales. Que se centrara en los temas que son realmente importantes, que se pensara en esa mujer que está sufriendo a causa de un embarazo o por las secuelas de un aborto. Me gustaría que la discusión, en el fondo, fuera más elevada, veraz y fundada, y que existan más políticas públicas para proteger, ayudar y acompañar a estas mujeres embarazadas que están sufriendo. No olvidarse de ellas”.

Finalmente, ¿eres feliz?

“Profundamente feliz, con problemas igual que todo el mundo, pero soy una mujer feliz. En el fondo, lo que se me ha quitado o negado, por un lado, ha sido compensado por otro”.

www.mauleporlavida.cl

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