Marta Cortés-Monroy Jara, Escritora. “La humanidad es fruto del ejercicio de la creatividad”
Estudió periodismo en la Universidad de Concepción del 93 al 99. Luego en Asunción, Paraguay, donde vivió durante 7 años, hizo un diplomado en Didáctica Superior Universitaria el 2004; el 2007 y 2008 cursó un Magíster en Publicidad en la Universidad Antonio Nebrija de Madrid. El 2008, también en Madrid, en Ediciones Fuentetaja participó de dos talleres: uno de Escritura Creativa, otro de Novela. Hoy, llena de proyectos, Marta siente que la creatividad es la clave para evolucionar.
¿En qué momento surgió tu amor por escribir y por la poesía en particular?
Difícil precisar un momento. Existen situaciones que recuerdo donde la poesía se me presenta y logro reconocerla como un lenguaje propio.
En la infancia, cuarto básico, la profesora de castellano nos pide escribir unos versos; hago rima consonante en torno a una muñeca triste y solitaria. Más adelante, plena adolescencia, me enamoro. Escribo fantasías, ocupo el tiempo, las tardes en casa, con la radio de fondo, sin ánimo literario, claro. Los diarios de vida eran, en esos tiempos, también una forma de hacer poesía. Digamos hasta aquí que el amor por este lenguaje es latente.
Ya en la universidad conocí artistas, gentes cultas y sensibles. Descubrí con ellas el camino expresivo. La semiología me apasionó y vi cómo cada palabra es poder, construcción. Egresada, comencé a trabajar y, digamos, que vino el salto. Sin saber bien qué hacía, al regresar a casa, organizaba el escritorio en mi pieza para estar allí frente a la computadora con el hervidor a mano y escribía, según yo, cuentos «gore», una suerte de historias breves y retorcidas que iba acumulaba en diskettes. Se me ocurre en medio de esta afición que soy escritora. Sé que suena raro, pero así fue. Entro en ese momento a la poesía. Comienzo a indagar y a ejercitar la escritura breve y brevísima.
Luego viene un paréntesis. Me voy de Chile a Paraguay y tras cinco años en Asunción, surge, en conversaciones con amigos, la poesía otra vez. Creo que ese momento fue decisivo. Rescaté esos diskettes viejos, compartí algunos textos y los vi de otra manera. Siento que tiene sentido escribir, un sentido vital, para explicarme un poco.
Par de años después sucede algo inesperado. Me voy a España, Madrid, y recibo la portada de mi primer libro. Un libro que aún no escribía y que nunca terminé. Avecaníbal es el título. Fue un regalo, una invitación potentísima a tomarme en serio todo esto.
Mi vida tuvo un vuelco. Hice todo lo que pude para vivir en Madrid y escribir. Vi mucho cine, hice caminatas, trasnoches, música, nuevas lecturas.
Volví a Chile tras 8 años fuera. Seguí escribiendo, cada vez con más intensidad, con cierto conocimiento e intención ¿Amor por la poesía? Todavía informe.
Conocí en un nuevo viaje a Paraguay el mundo cartonero, de las editoriales independientes. Hice red con un grupo de mujeres supertalentosas y me integré a un colectivo llamado Universo Dislocado. Éramos las Enanas Amarillas, enlazadas en un blog, residentes en distintas partes del mundo. Ahí la poesía ya tuvo corazón para mí. O sea se convirtió en algo vivo, una voz, un camino.
¿Cuáles han sido tus publicaciones y por qué has incorporado fotografías en tus textos?
2016: Borrador Final, editado por Meninas Cartoneras de Madrid, presentado en Talca en noviembre de 2016; Madrid, abril 2017.
2012 Manuscritos n°1, ediciones EL.TA de Barcelona, impreso en serigrafía manual, publicación colectiva de 17 autores, en 5 lenguas, serie numerada.
2011 Universo Dislocado publicado por Editorial Kartonera Ñembyense de Asunción, como integrante del colectivo Enanas Amarillas.
En Borrador Final incorporé fotografías propias porque fueron parte de mi proceso creativo.
¿Qué tan importante es la creatividad en la vida y cómo es posible desarrollarla?
La vida es creación. O sea que son parte de una misma cosa, llamémosla Gran Misterio. Se desarrolla, y entro en la paradoja, viviendo. En la práctica es una búsqueda. Hay que explorar en la verdad, en la representación de las palabras, de la emoción, del cuerpo y el espíritu. Puede sonar a trabalenguas, pero en lo concreto, si pudiera dar una seña diría que es posible desarrollarla con valentía, inocencia y libertad. Ejercitando, sin expectativas, hasta dar con una forma, un contexto, donde el hacer creativo tenga propósito, cierta dirección, razón de ser.
El acercamiento a todas las formas de arte, la Naturaleza así con mayúsculas; son guías certeras. Observar, salir de la autorreferencia, de la caja, indagar en el paisaje; en la memoria, los gestos, las relaciones.
Doy un ejemplo básico en referencia a la escritura: hacer silencio en un lugar bello trae relatos, líneas, palabras que pueden ser el inicio de un texto literario. Suponer la conversación que mantiene el río con una piedra, imaginar qué hubo antes del volcán a la vista.
En la creatividad, dicen los expertos, se aplica el pensamiento divergente. Es decir, la lógica del dos más dos aquí pierde valor. Porque dos más dos puede ser igual a cero, si uno quiere, y ahí está el poder creativo. El lenguaje es una herramienta grandiosa, capaz de crear realidades y a eso me refiero con que la vida es creación. Caso contrario caemos en la reproducción y digo caemos porque no evolucionamos. La creatividad es un don que nos permite dar un paso. La humanidad, el mundo tal como lo conocemos, es fruto de este ejercicio.
¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar en un establecimiento Waldorf en un taller de escritura creativa?
Más que una experiencia es un honor. En Alywen, la escuela en Talca donde estoy hace dos años y medio, la belleza, la verdad y la libertad son rectoras. Estar ahí, primero como tallerista, luego como maestra de Lengua Materna ha significado en mí una transformación. El respeto a los procesos, la analogía del ser con el mundo…
Es muy gratificante hacer un trabajo con sentido. Cuando comencé, fue gracias a un proyecto que presentamos con Humberto García, un sociocultor como a él le gusta decir. Creamos un juego para entrar en la creación de textos: un personaje de nombre Peluza, habitante de otro mundo, sin memoria y que en contacto con los niños de Alywen conseguiría historias para contar. El resultado fue sorprendente y, en lo personal, me señaló un camino: jugar con la palabra para escribir.
Es también un trabajo exigente. Medias tintas afuera. La única manera de entablar relaciones de confianza y aprendizaje en la escuela es porque hay dedicación, estudio y reflexión. Nada de impostar, mucho menos improvisar. Gracias a Alywen soy más intuitiva, fuerte y con más voluntad.
Sería una maravilla que más familias hicieran parte de proyectos así y quién sabe si un día hay un buen movimiento de las bases que lleven este hacer educación a espacios convencionales que insisten en la instauración de un orden que no es real.
¿Cuáles son tus proyectos actuales y futuros?
Hace un par de días dimos cierre a un proceso de creación colectiva con grupos del barrio Independencia de Talca y de la Biblioteca Regional del Maule. Nos reunimos durante tres meses, una vez por semana, en cada lugar, para la escritura de una obra en formato cartonero. Esto implicó ir de la hoja en blanco al diseño de las tapas y encuadernación. Trabajamos un musicoterapeuta que además es actor; un diseñador gráfico que también actúa y es gestor cultural; y yo, como guías de los encuentros.
Hago Mi Libro es el nombre abreviado del proyecto y, más allá de la hermosura que hay en cada ejemplar (5 por cada participante), todos de tapas distintas, hemos constatado aquello de que «hacer es lo que hay que hacer».
En lo inmediato, febrero y marzo 2018, preparo un viaje a Madrid para una pasantía que financia el Fondo del Libro y la Lectura. Es para la adaptación de El Retablo de la Maravillas de Cervantes que llevará a cabo la compañía de teatro El Apagón. La idea del equipo es traer un texto clásico del Siglo de Oro español a nuestros días. Y aprender, en lo que a mí respecta, el oficio de dramaturgista que es quien vela porque el sentido original del texto se mantenga; responsable en última instancia de escribir el nuevo.
Estoy desde otro lugar, poco a poco -soy lenta en mis procesos- dando forma a un nuevo libro, y en los primeros movimientos de la formación de un proyecto editorial: Romé Ediciones, junto a Claudio Rojas, amigo y colega con quien ya he hecho equipo, mi dupla creativa.
Quiero continuar en el diseño y ejecución de proyectos a escala humana, capaces de abrir espacios de integración por la palabra. Pienso que la forma cooperativa da buenas luces, lo mismo el corazón, el buen vivir.