La humanidad ha evolucionado con los siglos desde principios básicos y someros, a eras tecnológicas y globalizadas. Convirtiendo y traspasando culturas al presionar un botón del aparato móvil, permitiendo satisfacer todo tipo de necesidades, desde las más elementales a las más sofisticadas.
Entre ellas, la alimentación, acto sencillo que implica el proceso de llevar alimentos a la boca, con el fin de satisfacer necesidades nutritivas en los seres vivos. Humilde acto hoy en día enfrentado a una vasta variedad de productos alimentarios, en contraposición al menor esfuerzo para movilizarnos, sin generar un gasto de lo consumido. Lo que ha resultado en cifras alarmantes de malnutrición por exceso, y enfermedades no transmisibles, que han de significar una muy mala acompañante en la longeva vejez que hemos de tener, haciéndola no muy exitosa. A pesar de toda la información entregada a la población sobre las consecuencias de una mala alimentación y sedentarismo, por parte de las entidades públicas de salud, la situación nutricional aumenta exponencialmente y de forma globalizada. Observamos que las personas están cada día más afines a las redes digitales que ejercen gran impacto en la población, provocando conducta positivas o negativas en ellas. Por ejemplo, la variedad de mensajes que plantean del cómo disminuir de peso rápida y milagrosamente consumiendo tal o cual producto herbolario. Mensajes que las personas siguen con avidez y generalmente por razones de estética, más no de salud.
Por ello es necesario ahondar aún más en el concepto de alimentación, desde un punto de vista antropológico, el cual se refiere a un proceso social en el que se adquieren sustancias energéticas, y estructurales necesarias para la vida de un ser humano. Proceso en el que estamos inmersos, que deja claro qué productos alimentarios son aptos para ser consumidos, y en qué fechas o eventos se han de emplear. Reflejando así la característica cultural que define los patrones dietéticos que destacan una cultura. Mostrando que en fechas de alegría y/o tristeza, los alimentos están presentes en todo momento.
Quizás al hablar de alimentación saludable, el concepto es poco cercano, muy sanitario. Y no es más que rescatar “ la culinaria tradicional” aquella comida que antaño propiciaban las abuelas, la “comida hecha en casa”. En aquellos tiempos que el consumo de agua era preferente la gaseosa, y que hoy para un adulto el consumo debiera ser 6 a 8 vasos de agua al día. La cual puede ser saborizada colocando una hierba aromática como poleo o menta, rodelas de naranja o limón en el agua. Si no tenemos mucho tiempo en la semana priorizar el consumo de fruta diaria cruda, evitar llevar al trabajo solo arroz y pastas, ocupar carnes blancas en compañía de verduras y frutas, el fin de semana que prevalezcan en nuestra mesa preparaciones con verdura y fruta. Recordarnos de las legumbres, cuyo aporte de fibra resulta ser muy positivo en disminuir el colesterol y a la vez favorecer el tránsito intestinal.
Recuerde las recetas de la abuela adecuándolas a la vida actual, y antes de presionar el botón del celular al salir del trabajo, camine, mirando las cosa bellas que hay….siempre hay. Al lavarse los dientes coloque música y baile….eso le hará mejor.. disfrutando cada día un poquito más.
Claudia Figueroa A.
Nutricionista
Magíster en Educación Superior con mención en Pedagogía Universitaria
Diplomada en Gerontología Social
Magíster@ en Gerontología social
Miembro de la Sociedad Chilena de Nutrición Bromatología y Toxicología
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