El llamado de la sociedad actual es ser más activos en la generación de la propia salud con el propósito de revertir distintos problemas que nos aquejan y que presentan cifras alarmantes como sobrepeso y obesidad, sedentarismo, consumo de alcohol, tabaco y drogas, aumento de ITS (la más alarmante VIH), entre otros.
Llegar a ser partícipes en la generación de la propia salud nos lleva necesariamente a conocer estos problemas, sus factores protectores y de riesgo, debiendo avanzar un paso más allá y considerar las acciones que de manera responsable tendríamos que llevar a cabo. El principal motivo para llevar una vida saludable radicaría entonces en estar convencido de que este estilo de vida supone una ganancia a futuro y estar conscientes de que no todos los resultados son visibles en el inmediato. La definición de Promoción de la salud hace énfasis en individuos responsables de su salud, considerando los elementos del entorno que favorecen su bienestar y que les permita adoptar estilos de vida saludables.
Para generar en las personas comportamientos o actitudes cotidianas que contribuyan a mantener su cuerpo y mente en estado de bienestar en tanto sea posible, existen diversas acciones emanadas de los acuerdos internacionales en materia de promoción de la salud. El concepto de “Promoción de la Salud” consiste en un “proceso que permite a las personas incrementar el control sobre su salud para mejorarla”1 y según lo explicitado en la Carta de Otawa de 1986 radica en “proporcionar a la gente los medios necesarios para mejorar la salud y ejercer un mayor control sobre la misma”. Las áreas de acción que derivan de la Carta de Otawa son: construir políticas públicas saludables, crear ambientes que favorezcan la salud, desarrollar habilidades personales, reforzar la acción comunitaria, reorientar los servicios de salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha elaborado principios generales que han derivado en políticas públicas, entre las que, a modo de ejemplo en Chile, podemos citar las modificaciones de espacios públicos con juegos para sus visitantes, Ley 20.606 (sobre composición nutricional de los alimentos y su publicidad) que prohíbe la venta de alimentos no saludables en escuelas o colegios, Ley 20.580 que modifica la ley que existía anteriormente aumentando las sanciones por manejo en estado de ebriedad, bajo la influencia de sustancias estupefacientes o psicotrópicas y bajo la influencia del alcohol, Ley 20.660 (del tabaco) que aumenta las restricciones al consumo, venta y publicidad del cigarro. No obstante, que se elaboren principios generales orientadores y políticas públicas derivadas de los acuerdos internacionales, no garantiza que la población lleve a cabo las acciones pertinentes en pro de su salud, pues se ha intentado garantizar un entorno que favorezca la salud, se han propuesto sanciones para quienes no cumplan con la normativa vigente, se ha buscado alianza con distintos actores más allá del sector salud y aún persiste la dicotomía entre lo que se declara y lo que en la práctica cotidiana existe.
De parte de todos los actores sociales existen prácticas anquilosadas y que pese a los esfuerzos incipientes que se han planteado en materia de política pública, por ejemplo desde la misma atención sanitaria, persistimos en un enfoque curativo tanto en la demanda como en la oferta de servicios públicos, los profesionales continúan “atendiendo” a la población en base a las metas planteadas desde los servicios y los ciudadanos continúan demandando atención con satisfacción inmediata (o al menos a corto plazo) de sus necesidades en salud. La educación que se realiza a la población aún presenta disociación entre lo propuesto por las instituciones y las demandas de las personas, a la par que no se aprovechan sus fortalezas, talentos y habilidades. Las buenas prácticas continúan siendo iniciativas locales que no tienen mayor repercusión a nivel macro porque dependen de las voluntades de quienes por un lado administran las instituciones y, por otro lado, las personas insertas en la comunidad.
Pareciera ser un diálogo de sordos, en el que se implementan estrategias que cambian según la administración de turno o según dure el proyecto o hasta que se agoten los recursos, sin medir los efectos de estas intervenciones en el mediano y largo plazo, mucho menos en la satisfacción expresada por los usuarios, los directos beneficiarios de estas.
Si pensamos sólo en un ejemplo de la larga lista de problemas de salud en nuestro país, las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS), infecciones comunes cuyos casos han aumentado en nuestro país, que se concentran mayormente en jóvenes de 15 a 30 años, se transmiten fundamentalmente a través de las relaciones sexuales, y que como factores de riesgo presentan bajo uso de preservativo en las relaciones sexuales, variable número de parejas sexuales en un año(generalmente más de una); la mayor preocupación se centra en el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y el Virus Papiloma Humano (VPH). Sin embargo, la conducta sexual de los individuos va más allá de contraer una ETS o el embarazo precoz, está vinculada con factores centrados en la afectividad, que se adquieren en la socialización de la infancia y cuyos principales educadores son los padres o tutores directos de un menor (niño o niña), pero que cuando no se aborda en este contexto (que sigue siendo tabú en nuestra sociedad) se endosa la responsabilidad hacia el colegio, para luego ser trasladado a los actores en salud cuando tienen contacto con los jóvenes en la adolescencia. ¿Cuál es el límite para educar en salud? Nadie lo tiene claro. Han existido iniciativas por parte de las entidades de salud, pero que luego se ven enfrentados al cuestionamiento de los padres y apoderados, porque consideran que la manera de abordar la temática es inapropiada (aun cuando ellos mismos no la abordan). Se forma entonces un círculo vicioso en que los distintos actores se transfieren y se desligan de las responsabilidades que a cada uno le compete, y los adolescentes y jóvenes tratan de resolver sus dudas en medios informales en la mayoría de los casos. Las campañas masivas de prevención hasta ahora realizadas son una contribución, pero en definitiva insuficiente, si no se acompaña de la educación en los aspectos pertinentes a cada grupo etario, sin olvidar que somos personas, pero no sólo en lo físico, sino que también en lo afectivo, conductual, espiritual y social.
La Promoción de la Salud consiste en que los individuos logren desarrollar habilidades personales, mediante el aprendizaje, el desarrollo de aptitudes y conductas en la población conformada por escuelas, colegios, lugares de trabajo y familia, siendo esta última el principal núcleo de aprendizaje de los individuos. Por lo tanto, debemos comprometernos en el aprendizaje de aquellos estilos de vida que contribuyan a mantener e incrementar nuestro bienestar, esto involucra modificar conductas perjudiciales, realizar cambios en nuestro entorno, contribuir a la salud de mis cercanos, participar en la toma de decisiones de salud de mi comunidad, participar activamente en la búsqueda de ayuda cuando ésta sea necesaria, analizar las causales (sociales, ambientales y económicas) que puedan influir negativamente en mi salud, desarrollar habilidades que permitan que podamos vivir de manera saludable.
Las entidades vinculadas a la promoción de salud, no son sólo las instituciones de salud, también lo son las escuelas, los lugares de trabajo, los organismos públicos y privados, la sociedad completa, porque todos debemos desarrollar entornos en los que se pueda garantizar la promoción de estilos de vida saludables
En síntesis, el compromiso en materia de Promoción de la salud, es colectivo, involucra a los actores privados, actores gubernamentales y a los individuos. Es necesaria la legislación, pero también es responsabilidad de todos llevar a cabo las acciones necesarias para contribuir al desarrollo de la sociedad y el traspaso a las nuevas generaciones de los elementos que promuevan espacios saludables.
Dra. Elizabeth Bastías Arriagada
Jefa Carrera Enfermería -Campus Los Ángeles
Facultad de Enfermería
Universidad de Concepción