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Parejas felices: ¡Amor más allá de la razón!

Desde que comenzamos en nuestra vida nos vemos en la necesidad de relacionarnos y de incorporar a otro significativo en la vida. A mucho pesar, hoy ya tenemos bastante evidencia para compartir, que es vital tener un vínculo bueno y saludable del bebé con la mamá, esto marcará y potenciará la vida afectiva del niño o niña y le permitirá o tener relaciones estables, seguras y felices o si no logra un buen apego, existirá la tendencia a experimentar relaciones caóticas, conflictivas y sufrientes.

Como la vida nos llama a buscar a otro, es importante aprender a reconocer quien es “lo bueno para mí”, quién se acoge a un diálogo, quién es respetuoso y que puede ponerse en tu lugar, o quién te cuida y te aprecia. Cada de una de estas cualidades son relevantes y más bien habría que agregar que para tener una pareja saludable requerimos: respeto, confianza, capacidad de escucha, resonancia y, sobre todo, ¡no estar siempre teniendo la razón! ¿Te has preguntado por qué discutimos?, ¿desde dónde viene el conflicto?, ¿por qué con algunas parejas estaríamos para siempre y con otras solo queremos salir corriendo mientras podamos?

Como vivir en pareja además es una incógnita, de límites, espacios y comprensiones no menos significativas, al momento de compartir una misma cama, un mismo hogar, hay mucho que lograr concordar, antes de tener hijos. Hoy, esto ya es como “sentido común”, el que las parejas se permitan definir cuándo casarse, cuándo tener hijos, cuándo vivir juntos… Al menos cuando yo tenía 21 años, era mal visto estar soltera a los 25, y hoy es mal visto casarse antes de los 32 o 35 años, y casi necesario tener claro que un hijo o dos, son una cuota más que justa y necesaria… luego de que tuviéramos 5 a 7 hijos, como menos… Cambia, todo cambia… ¡y nosotros cambiamos también!

Más allá de la razón en medio de una discusión, en una pareja se necesita amor, afecto, comprensión de que el conflicto es “parte de”… y que lo saludable es tener diferencias, aunque sean irreconciliables, como que a una parte le gusten las alfombras y al otro el piso flotante… perdamos la esperanza de cambiar los gustos, más bien propongamos acuerdos y sentido, de que a pesar de que el otro… “definitivamente no tiene gusto”… aun queramos estar con él, el resto de la vida.

El buen amor cuida, escucha, persiste, no abandona, comparte, sostiene, resuelve, crea y da a la luz, hijos, proyectos, sueños y promesas. Un mal amor, es también muy necesario… sobre todo si aún confundimos la atracción sexual con los afectos, o tenemos pendiente un buen proceso terapéutico de resolver los conflictos primarios con los padres, que no contaban quizás con la posibilidad de entregarnos relaciones sanas, estables y amorosas, por lo tanto creemos que no merecemos ser amados, felices y cuidados. Significativos procesos que requieren el comprender, sanar y cambiar en nuestras historias de vínculos. Podría casi aseverar que casi a nadie “le falta Dios”… y que en los peores momentos ha llegado una palabra amable, un hermano, un amigo, un tío, un extraño y nos ha hecho recuperar el sentido de “ser merecedores de poder vivir buen amor”.

Más que tener la razón, necesitamos ponerle amor a la razón y expandir nuestras fronteras de tolerancia, calidez y de comprender que ahí afuera hay otro tan distinto, con historias y finales diferentes… que más que tirarnos a la ruleta rusa, necesitamos reconocer para comprender, si ese o esa será la persona, compañero/a de nuestras travesías.

Ps. Mariann Davila Coggiola

www.institutoneurociencias.cl

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