columnas

Madurez emocional y social en infancia y adolescencia

Antonio Ortega Manosalva, Psicólogo

¿Por qué centrar la atención en esta temática?, porque el desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes implica no solamente el avance en habilidades físicas e intelectuales, sino que también y primeramente en habilidades emocionales. Estas son las que permiten a las personas sacar el mejor (o peor) provecho de sus demás destrezas y recursos personales. Además, sin las capacidades emocionales adecuadas, las personas no podrían aprender de manera satisfactoria nuevas habilidades en muchas áreas. Por ejemplo, la motivación, la capacidad para perseverar en una tarea, ser capaz de esperar por una gratificación mejor pero más tarde que una gratificación inmediata de menor cuantía, son importantísimas capacidades que se relacionan directamente con el éxito académico, interpersonal y además laboral. A lo anterior es necesario agregar la competencia para reconocer las propias emociones y las de los demás: Desarrollar asertividad para manejar las emociones en lo intra y en lo interpersonal, permiten navegar de manera más eficiente en el océano emocional de las relaciones interpersonales.

Este desarrollo emocional y social requiere de un apoyo de padres y educadores, los cuales debieran tener presente lo siguiente: Se educa con el ejemplo más que con los sermones, sin embargo, es necesario favorecer las explicaciones acerca de lo que se enseña para mejorar el aprendizaje. Se educa por medio de la vinculación diaria con cada niño y niña y no solamente cuando se disponen a enseñarles una lección. De esta manera, el adulto debe desarrollar y expresar las habilidades emocionales que desea incentivar a sus hijos e hijas.

Es recomendable ser empático y comprender los estados emocionales de los niños y niñas y favorecer que estos a su vez realicen este ejercicio con los demás. Conversar con ellos acerca de lo que les suceda cuando están bien o cuando se han sentido mal, ayudarlos a que expresen en palabras sus sentimientos tanto a niños y niñas por igual. Calmarlos, una de las experiencias más trascendentes en el desarrollo infantil es la experiencia de ser calmado o tranquilizado por el adulto cuidador, de esta forma, el pequeño “aprende que es posible enfrentar las dificultades y mantener la serenidad”, aun en situaciones adversas. Lo anterior no implica que las personas no puedan emocionarse o alterarse, sino que favorece el “manejo modulado” de las emociones, sin pérdidas de control que son las situaciones más complicadas para las personas. En este punto resulta relevante recordarles a los adultos, padres y educadores, que ellos deben ser un ejemplo de regulación emocional, sin dejarse llevar ni perder el control frente a la rabia o la frustración puesto que son observados y tomados como modelo por sus niños y niñas.

Favorecer el desarrollo de la empatía y el valor de que “el otro u otra es tan importante y valioso como uno mismo. De esta manera, no existe el derecho a lastimar a otros, sino que por el contrario, el otro también requiere respeto, comprensión y afecto como uno mismo”.

Además, no menos importante, es destacar la tarea de modelar en los niños y niñas la capacidad para perseverar en una tarea hasta completarla y ser capaz de alcanzar las metas por medio de méritos. En este sentido, los adultos deben recordar “premiar” no solo el esfuerzo realizado,  sino que por la tarea cumplida de acuerdo a las posibilidades de los niños y niñas según su edad, por ejemplo, ordenar sus juguetes o su habitación. Incentivar la creatividad y la atención a razones por sobre la obediencia ciega y el ajuste ciego a las normas. Finalmente recordar que el mayor premio para los niños es el afecto y la atención de sus padres y cuidadores.

Antonio Ortega Manosalva

Psicólogo
Magíster en Psicología Clínica
Especialista en Terapia Sistémica
Especialista en Psicología Jurídica y Forense

Mostrar más
Botón volver arriba
Cerrar
Cerrar