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INDOLENCIA ANTE LA INFANCIA: UNA PERSPECTIVA QUE PERSISTE

Pavel Ferrada Reyes – Psicólogo educacional

Hasta el día de hoy, seguimos escuchando en diversos rincones de la sociedad frases como: “la labor más difícil es ser madre”, “a nadie le enseñan a ser padre”, o “cuando seas padre (madre) entenderás”, exponiéndose el desgaste que significa para los (as) cuidadores (as) el ejercicio de su parentalidad, aplicando cotidiana e indeliberadamente pautas de crianza nocivas para el desarrollo afectivo de los (as) niños (as) que suelen pasar desapercibidas. El apresurado estilo de vida posmoderno, la carencia de crianzas positivas en la propia infancia de los adultos y el escaso aporte que realiza la educación, son factores que inciden al momento de ejecutar esta labor tan compleja, la que debemos atender con suma urgencia a fin de amparar un desarrollo integral virtuoso en la niñez, y evitar el sostenimiento de una sociedad sin habilidades para resolver conflictos e incapaz de vincularse armoniosamente en sus múltiples contextos.

Podría decirse que, la atención a los correctos cuidados en la infancia es relativamente joven, y es que recién en 1990 entró en vigor la Convención sobre los Derechos del Niño desde la Organización de las Naciones Unidas, encargada de promover y asegurar que los países incorporados otorguen medidas especiales para su asistencia y protección. De esta forma, lentamente se ha avanzado en políticas públicas que apoyen estas medidas, manteniéndonos muy alejados de satisfacer adecuadamente las necesidades socioafectivas en los (as) infantes, sobre todo en nuestro país. A nivel nacional se consideran las cifras devastadoras respecto a la salud mental en la primera infancia, perpetuándose un sistema adultocentrista que ignora este daño, incluyendo a la institucionalidad pública especializada como lo es el Servicio Nacional de Menores, y políticas mal dirigidas como lo fue el proyecto de ley “Aula Segura”, propuesta por el actual poder ejecutivo, demostrando que hasta hoy, continúa primando el castigo por sobre la educación y/o preocupación por el bienestar del infante, desentendiéndose de sus derechos.

“¿Cómo te va a dar miedo eso?”, “cálmate que no es para tanto”, “si sigues así te voy a dejar acá”. Son enunciados cotidianos que invalidan cualquier tipo de expresión emocional en niños (as), alejándolos de la protección y contención que el adulto debe brindar. Un (a) niño (a) que recibe esto, crea un vínculo inseguro o evitativo hacia sus figuras significativas, entendiendo que no estarán para protegerlo cada vez que necesite, por lo tanto, evitará dirigirse a estos cuando perciba dificultades en su vida. Paradójicamente, en la adolescencia, padres (madres) se preguntan por qué su hijo (a) no le confía sus problemáticas, por qué miente o por qué no demuestra tanto interés, y es ahí donde debe observar el trato hacia las necesidades afectivas ante las cuales demostró indolencia. Esto es una mirada superficial, no obstante, la teoría del apego es la perspectiva líder respecto al desarrollo de la personalidad del ser humano, y está focalizada en la contención constante, segura y reguladora que requiere un (a) niño (a), puesto que, la falta de competencias emocionales en el adulto, perjudican severamente el desarrollo socioemocional, apagando la luz que posee cada niño (a), limitando sus capacidades, y dejando importantes marcas psicológicas en su vida adulta, características ante las cuales la ignorancia ha optado por denominar “generación de cristal”.

Pavel Ferrada Reyes – Psicólogo educacional Colegio Veinte de Agosto Chillán Viejo

Cursando diplomado de Educación Emocional y Desarrollo Integral

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