Uno de los mayores desafíos en la educación chilena, es adaptarse a las necesidades afectivas específicas de cada niño, niña y adolescente. Para esto, se requiere considerar al estado emocional del estudiante como base de su aprendizaje, puesto que, como se ha demostrado en infinitas investigaciones desde las neurociencias, un(a) niño(a) motivado(a) que disfruta lo que está haciendo, logrará desarrollar aprendizajes de manera eficaz.
Lamentablemente, nuestro sistema educativo formal se traduce a metodologías obsoletas y obstaculizadoras del aprendizaje significativo, creando altos niveles de ansiedad y estrés en los(as) estudiantes, quienes se enfrentan en lugares estáticos y desnaturalizados a los procesos de enseñanza y evaluación (habiendo excepciones indudablemente). Por otra parte, según la visión de académicos, algunas medidas que arrastra la Reforma Educacional como la Jornada Escolar Completa no han cumplido su objetivo de mejorar la calidad de la educación como se esperaba, transformándose en un nuevo factor obstaculizador, en el cual la educación chilena se adaptó a un contexto de mercado, con altas exigencias de potenciar puntajes estandarizados como lo es la prueba SIMCE, ignorando la salud mental y emocional de quienes ingresan a este sistema educativo, cuya jornada sobrepasa en un 35% de horas respecto al promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Propiciar un clima emocional escolar positivo debe ser primordial para satisfacer las necesidades educativas, ya que, al sentir emociones displacenteras, los centros cerebrales encargados de sostener la atención, memoria y sus funciones ejecutivas no actúan de buena manera, sino más bien, se inhiben. Siguiendo esto, las emociones placenteras permiten que funcionen los mecanismos cerebrales adecuadamente, generando aprendizajes significativos para la vida, y no para una mera prueba de papel estandarizada. Este clima emocional debe surgir en la adaptación a las necesidades emocionales de los(as) infantes, potenciando el aprendizaje socioemocional sustentado en la tridimensionalidad emoción-pensamiento-acción del ser humano. Para esto los establecimientos deben contar con profesionales capacitados para atender estas necesidades, regulando los estados emocionales desadaptativos, demostrando por sobre todo, competencias emocionales propias, que permitan transmitir estrategias coherentes y eficaces hacia el niño o la niña. Además, entre otras formalidades, la escuela debe generar un ambiente cálido y lúdico, inspirando motivación y creatividad, por lo que el uso de experiencias dinámicas y de gozo, fundamentadas con metodologías y enfoques pedagógicos que abarquen la dimensionalidad del ser humano, se hace indispensable en el camino a seguir por nuestra sociedad, mejorando así, la calidad de vida de las personas que componen nuestra comunidad.
En el Colegio Veinte de Agosto de Chillán Viejo, se implementa desde 2019 el Programa de Educación Emocional “Yo soy, yo siento”, cuya finalidad actual en primera instancia es fortalecer las competencias socioemocionales en los(as) niños(as) y sus familias, buscando ampliar esta esencia, por lo que se encuentra activamente en capacitación y proyección para hacer del aprendizaje socioemocional, un sello transversal en su Proyecto Educativo Institucional.
Pavel Ferrada Reyes – Psicólogo educacional
Colegio Veinte de Agosto – Chillán Viejo
Cursando diplomado de Educación Emocional y Desarrollo Integral