columnas

Comunicación en la pareja: la paradoja del “sé espontáneo”

Pablo E. Stevens Martínez - Psicólogo - Especialista en Psicoterapia Estratégica

Que una “buena” comunicación es algo fundamental en una pareja parece ser una idea muy presente en nuestro saber cotidiano. De hecho, “tener una mejor comunicación” es un objetivo que muchas personas se proponen alcanzar con sus seres queridos al momento de iniciar un trabajo terapéutico. Sin embargo, “tener una mejor comunicación” es muchas veces algo demasiado abstracto, puesto que todo el mundo se comunica de formas distintas y todo el mundo piensa diferente  respecto de qué es una “mejor” comunicación. Así que en ese punto, muchas veces es necesario ir a lo concreto y preguntar a cada persona qué estarían haciendo si tuviesen una mejor comunicación.

Es por eso que el tema que les propongo versa precisamente sobre la comunicación, en un punto que según mi experiencia, ocurre con bastante frecuencia y que suele contribuir a que las parejas en un intento por mejorar las cosas, se entrampen y terminen generando o agrandando un problema. El tema al que me refiero es la paradoja del sé espontáneo.

Muchas veces cuando las parejas se encuentran revisando su actuar cotidiano y desean hacer arreglos en ello para sentirse más satisfechas con su relación, suelen establecer acuerdos o peticiones a la otra persona tales como: salir más seguido ambos sin los niños, que “él/ella” sea más cariñoso/a (trayendo chocolates, haciendo cariños, masajes, palabras afectuosas, eróticas, etc.), que haya más colaboración por parte de uno/a de los miembros de la pareja con las tareas y responsabilidades del hogar o la crianza de los niños/as. Esto en general suele llegar a buen puerto, sobre todo si ambas personas están dispuestas a colaborar con el fin de lograr la meta común de estar ambos más satisfechos con la calidad de la relación y el tiempo que se pasa en familia.

Ahora. ¿Cómo es que ponerse de acuerdo con otra persona para hacer algo y mejorar la relación puede transformarse en un problema? Una forma es cuando introducimos la paradoja del “sé espontáneo”. Es decir, cuando no sólo le pedimos a la persona que haga algo, sino que esperamos a que  lo haga porque le nace, no porque yo se lo diga. Esto es pedirle a alguien que haga algo espontáneamente.

Esto es una trampa en la comunicación, puesto que cuando le pedimos a alguien que haga algo espontáneamente, si la persona lo hace, vamos a pensar que no lo hizo espontáneamente porque le acabamos de pedir que lo haga.

Así cuando le pedimos a alguien “haz esto sólo si te nace, no quiero que lo hagas porque yo te lo pido”, “hazlo sin que yo te lo pida”, “has esto otro sólo si te nace”, “no esperes a que yo te diga que tienes que hacerlo”, caemos en una trampa de la comunicación del tipo “sé espontáneo” y suele ocurrir que: 1) el problema o situación que se está intentando superar persista o se agrave,  2) que la pareja pierda la confianza en que la situación pueda solucionarse y/o 3) que se descalifiquen o se miren en menos los esfuerzos de uno o ambos por mejorar las cosas.

La paradoja del “quiero que lo haga sólo si él/ella quiere”

Una de las prerrogativas más frecuentes que he apreciado en terapia es esta paradoja. Cuando una de las personas que componen la pareja solicita a la otra  que haga algo, pero no sólo le pide que haga algo, si no también que quiera hacerlo. Resulta una solicitud tan común, que resulta difícil ver con claridad cuál es el problema o cómo esta solicitud puede atrapar a las parejas en una dinámica problemática. Por definición algo que es espontáneo o que nace espontáneamente, no puede ser solicitado u obligado, porque si no, no sería espontáneo.

Pues bien, cuando una persona simplemente le pide a otra que haga algo como “cómprame unas flores”, “tráeme algo bonito”, “hazme cariño”, “dime algo dulce”, tenemos una interacción concreta y directa. La otra persona es libre de decidir si hacerlo o no y por las razones que desee. Así, alguien que llega con las flores, con “algo bonito” o que hace un cariño luego de esa solicitud, puede responder de distintas maneras y, si ambos lo desean, probablemente disfrutar de llevar a cabo la solicitud. A veces esto puede ser foco de conflicto cuando alguien es demasiado insistente y la otra persona no quiere, pero eso puede obedecer a dinámicas de pareja de otra índole. El punto que quiero resaltar es el siguiente: Cuando una persona le solicita algo a la otra, pero además establece que lo haga “si es que le nace”, que lo haga “sólo si realmente quiere”, que “se le ocurra solo”, que lo haga “sin que yo te lo pida”, caemos en una paradoja muy común, del tipo “Sé espontáneo”. Como verán, obligar a alguien a ser espontáneo es una paradoja, porque se le está solicitando (ordenando) que haga algo que sólo puede ocurrir sin que nadie lo pida (ser espontáneo). Una persona atrapada en una solicitud como esa puede lamentablemente verse imposibilitada de responder de manera tal que pueda satisfacer la solicitud de su otra parte. Así, si intenta reír de manera natural, moverse de manera natural, o “parecer” espontáneo, la persona que solicita pensará que no está siendo espontáneo porque “yo le pedí que hiciera eso y ahora me está haciendo caso nomás”. Por otra parte, si la persona a la que se le pide que sea espontáneo decide hacer algo que no sea ser espontáneo, estaría desobedeciendo o negando la solicitud.

Al llevar esto a los ejemplos antes mencionados nos encontramos con lo siguiente: si una persona le pide a otra que lleve flores si es que quiere y esta otra persona efectivamente las trae, la primera persona puede reclamar que “las ha traído sólo porque yo se las pedí, realmente no le intereso, no se preocupa, no lo hace de corazón, etc…”; si una persona le pide a la otra que haga cualquier cosa no hay problema, puesto que la otra puede negarse o aceptar la solicitud; pero si además de solicitar algo le pedimos a la otra persona que lo haga “espontáneamente”, “porque él/ella quiera”, “sólo si le nace”, ponemos a la otra persona en un apuro, puesto que si hace lo que le pedimos siempre existirá la posibilidad de que desestimemos su esfuerzo o consideremos que las razones por las que hace lo que le pedí  no son las que yo quiero.

Para poder evitar estas trampas de la comunicación podría sugerir lo siguiente:

  • Sea directo en lo que solicita o en el acuerdo que se espera lograr. Evite agregar a los acuerdos o solicitudes condiciones del tipo “sólo si te nace”, “hazlo sólo si tu realmente  lo quieres”, “hazlo sin que yo te lo pida”, porque al hacer eso estamos pidiéndole a la persona que haga algo espontáneamente y, como ya vimos, eso es algo imposible.
  • No le reste mérito a las cosas que la otra persona hace “sólo porque yo se lo pedí”. Valore los esfuerzos concretos de su pareja. Lo mejor es que si ella está haciendo un esfuerzo por cumplir con los acuerdos o atender alguna de nuestras solicitudes aceptemos que el hecho de hacer algo y cumplir con el acuerdo es suficiente.
  • No espere a que la otra persona haga algo “espontáneamente”, sin que nosotros le digamos nada. Dígale abiertamente cuáles son sus expectativas o qué esperamos.
  • Por último, como recomendación general, invito a las parejas a tener estas conversaciones fuera de los espacios en que viven cotidianamente. Háganlo en una vueltecita al centro, en un café, mientras se toman un helado o van de paseo. Contextos distintos ayudan a que las conversaciones adquieran un tono distinto y podamos ver soluciones que antes no veíamos.

Pablo E. Stevens Martínez
Psicólogo
Especialista en Psicoterapia Estratégica
stevens.pablo@gmail.com
@pablo_stevens

Mostrar más
Botón volver arriba
Cerrar
Cerrar