Soy de una generación, creo de las últimas, que jugó al trompo con tachuelas para lanzar monedas o tapas de bebidas lo más lejos que se pudiera, con polcas hachita y cuarta o simplemente ponerlas en una tenca, con petardos en las esquinas al son de la Cruz de Mayo, incluso con zepelines que lanzábamos con tubos de cobre. Soy de la generación en la que el barrio era el patio de la casa y todos los días, después del colegio, nos reuníamos con los “cabros” para salir a tocar timbres o simplemente jugar a la pelota. Ni siquiera vislumbrábamos la remota posibilidad de que podríamos interactuar con nuestro interlocutor a través de una pantalla diminuta, ni menos de que ese interlocutor pudiera ser una máquina que muchas veces no la identificamos como tal.
Esta misma analogía podríamos hacerla para las empresas, cuando hasta no mucho tiempo atrás, los procesos manuales inundaban las oficinas e industrias y las máquinas solo realizaban los trabajos pesados. Hoy en cambio, la evolución tecnológica y la transformación digital están cambiando drásticamente la forma de hacer las cosas a una velocidad impresionante y quienes no se incorporen en esta estación inevitablemente tendrán que colgar los guantes.
La transformación digital es una realidad que ya está aquí y por tanto se convierte en una variable ineludible si se quiere seguir siendo competitivo en un mercado que busca ser tremendamente eficiente, hasta el punto de hacer las cosas de una manera completamente diferente a cómo se ha venido haciendo tradicionalmente. Tal vez no tengas tan claro el concepto pero, con toda seguridad, has sido parte de él a diario en la interacción permanente con tus dispositivos y créeme cuando digo que prácticamente en la totalidad de las actividades que hoy realizas en tu día a día.
Hemos visto como pasamos de arrendar videos (Blockbuster) a pagar una suscripción de video streaming (Netflix, Youtube), de tomar un taxi en la calle a pedir uno a través de una aplicación en el teléfono (Uber, Cabify), de hacer una reserva en un hotel a realizar la reserva a través de un portal que entrega toda la oferta disponible, entre otros miles de ejemplos. La mayoría de las grandes marcas en el mundo ya han integrado algún modelo de transformación digital en sus procesos. Caterpillar integró en sus maquinarias tecnología que es capaz de identificar el estado en tiempo real de sus productos, con el objeto de predecir exactamente cuándo requiere una mantención, evitando tiempos muertos en la producción de sus clientes. AIRBNB utilizó la transformación digital para redefinir el modelo de negocios del sector turístico. LEGO la utilizó para fidelidad clientes a través de un programa en el que los usuarios potencian la innovación a través de ideas de nuevos productos. ZARA está monitoreando lo que sus clientes compran en tiempo real para crear nuevos diseños de características similares a lo que está teniendo más éxito, incentivando también el ecommerce como un nuevo canal de venta. La lista de ejemplos es interminable y en cada uno de ellos la transformación digital se da en diferentes áreas de la cadena de valor, desde la logística de entrada de materiales o materias primas, hasta la post venta, pasando por operaciones, logística de salida y por cierto en las actividades de marketing, no obstante, siempre este proceso está orientado a buscar una mejora en la experiencia de los consumidores.
La transformación digital incluye conceptos mucho más complejos que prefiero abordar en una nueva columna de opinión y dejar esta explicación más conceptual con algo de nostalgia por cierto. Sin embargo, ello no quita el hecho ineludible de estar frente a una nueva era, la era digital.
Álvaro Martínez Bianchi
Ingeniero Comercial MBA en Dirección General de Empresas / Gerente Agencia 7 Días