Reportajes

Feminismo. No es solo cosa de mujeres

Después de tantos años y tantas generaciones, la sociedad patriarcal sembró raíces profundas que muchas situaciones pasaron a ser “normalizadas” por todos, en todos los ámbitos sociales, sin cuestionamiento. De esta forma, en política, economía, familia, sexualidad, intelecto, etc., hemos sido testigos del enorme estereotipo que significa “ser hombre” y “ser mujer”, pero, ¿sabes con claridad qué es el feminismo?… te invitamos a ser parte de la conversación…

¿Qué es ser feminista?

Daniela Guzmán, psicóloga

“Ser feminista implica, de alguna manera, abrazar las luchas que buscan dignificar no solo a las mujeres, también a nuestros niños y niñas, a hombres que son víctimas de construcciones de poder como el patriarcado que nos han sometido a hombres y mujeres a condiciones que denigran nuestra humanidad. Aquello que no permite expresar la fragilidad en los hombres, aquello que naturaliza la violencia hacia las mujeres, que cosifica y minimiza sus capacidades, entre otras”, afirma la psicóloga Daniela Guzmán.

 

Un poco de historia

“El movimiento feminista surge tras la revolución Francesa (1789) y las revoluciones liberales burguesas plasmadas en la “revolución por los derechos del hombre y del ciudadano”, donde se buscaba igualdad jurídica, libertades y derechos políticos para todos los “hombres”, surgiendo la inquietud del por qué en esto la mujer no tenía ningún lugar. Hasta entonces la mujer solo tenía un rol doméstico, en la procreación y en el cuidado de los hijos, subordinada al hombre. En el occidente de Europa y Norteamérica, surge el movimiento feminista en busca de la igualdad de género y libertad para la mujer. Con ello se parte por conseguir el derecho a voto femenino, pero con el tiempo se tienen alcances en distintos ámbitos: políticos, culturales, sociales y económicos”, explica la psicóloga Josefina Barriga.

Para Daniela Guzmán, psicóloga, “es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII, aunque sin ser aún llamado de tal manera, que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de las que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones bajo el alero del patriarcado durante sus distintas fases históricas de modelo de producción, y que las mueve a la acción para la liberación con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera.

Autores como Marcuse dicen que el movimiento feminista actúa a dos niveles: uno, el de la lucha por conseguir la igualdad completa en lo económico, en lo social y en lo cultural; otro, “más allá de la igualdad” tiene como contenido la construcción de una sociedad en la que quede superada la dicotomía hombre-mujer, una sociedad con un principio de la realidad que es nuevo y distinto.

Por lo tanto, es posible señalar que entonces, el feminismo es una lucha social que las mujeres llevamos a cabo, a fin de buscar igualdad, para la construcción de una sociedad donde no solo los hombres, en sus privilegios históricos, tengan la hegemonía del poder y oportunidades, sino que este poder se distribuya de acuerdo a aquella categoría que a todos y todas nos hace iguales: ser humanos, es entonces, la reivindicación de aquel derecho humano fundamental en el que todas las personas somos iguales en deberes y derechos”.

¿Feminista o Feminazi?

Josefina Barriga, psicóloga

Para Josefina, en el extremo opuesto al machismo, se encuentra el terminó “Feminazi”, que fue popularizado por el locutor de radio estadounidense Rush Limbaugh en 1992, como una expresión que combina Feminismo y Nazi, para designar un feminismo extremo donde lo que se busca no es la igualdad de derechos, sino el poner a la mujer por sobre el hombre, como lo hicieron los Nazis con los Judíos en Europa cerca de los años 30. “La Feminazi buscaría restar derecho y dignidad al hombre. En cambio, el feminismo busca igualdad. Pone en cuestión la violencia contra la mujer y así surge el derecho a no ser golpeada. Al poco andar se tipifican los distintos tipos de violencia, partiendo por la física, se muestra la violencia psicológica, social, económica y sexual”.

Daniela es enfática, “la verdad es que ni siquiera me referiría a ese término, porque es el miedo a perder los privilegios históricos. Si ser feminazi es una lucha por la vida, para evitar que nos sigan matando, que nos sigan agrediendo; si reivindicamos el derecho a interrumpir un embarazo sin pedirles permiso a los hombres, si reclamamos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Si esperamos que nos dejen de considerar como objetos, entonces ser feminazi es solo el temor de una sociedad patriarcal”.

Cultura machista

La diferencia de género si bien apela a una diferencia biológica, es prioritariamente una dada por la cultura. “Me resulta relevante señalar que existen culturas donde la mujer sale a cazar, como ocurre en algunos pueblos aborígenes en Filipinas, Canadá, Australia, entre otros, donde incluso en algunos casos, es posible ver que el cuidado de los hijos, entre otras labores domésticas, son delegadas a los hombres. Ello pone en cuestión la rígida designación de roles de culturas machistas como en aún muchas familias chilenas”, señala Josefina y profundiza, “en una cultura machista extrema, el hombre ocupa el rol de proveedor y protector de la familia, su palabra es ley, pues el cuestionar de algún modo al padre es algo impensado para cualquier integrante de la familia. La jerarquía está claramente definida. El hombre puede hacer lo que se le ocurra con su mujer, su virilidad no permite cuestionamiento alguno, el machismo de la propia mujer lo refuerza constantemente sirviéndole y acatando sus órdenes. Ella cree que él posee una potencia sexual prácticamente incontrolable, por lo que su infidelidad es en buena medida permitida y aceptada a priori. Por el contrario, la infidelidad femenina es fuertemente lapidada, dado que existe el mito de que la mujer tiene menos deseos sexuales, una libido por debajo del hombre y por tanto controlables. Así también la violación sexual dentro del matrimonio se concibe como parte de los derechos del hombre de usar a su mujer para satisfacer sus necesidades, frente a lo cual la mujer “con su deber no más cumple”. Asimismo, la violación muchas veces se entiende como provocada por la mujer, quien de algún modo seduciría a su agresor, el que “no es capaz de controlar sus instintos como un animal irracional frente a cualquier estímulo, sin dominio de voluntad”, asevera Josefina.

Feminismo, un cambio cultural

Este avance hacia el feminismo no solo trae beneficios para ella, sino también conflictos difíciles de ver. Hoy la mujer trabaja y se siente con más derechos, pero también muestra contradicciones importantes. Aún con frecuencia encontramos mujeres que no reconocen su placer sexual como un derecho, por el contrario, muchas inconscientemente ubican su placer más cerca de la lujuria, el pecado y lo prohibido. Ellas, sin darse cuenta, tienden a visualizarse a sí mismas, habitualmente, como “objeto” de placer para el hombre.

“Yo sugeriría a las mujeres que se pregunten si su objetivo, al tener relaciones sexuales, es retener a la pareja satisfaciendo las necesidades sexuales de esta; cumplirle y que así no busque a otra; si es así, usted se ubica como objeto de deseo sexual, aún no ha conquistado la libertad suficiente para vivir su sexualidad en plenitud. Por el contrario, si usted siente que busca conseguir su propio placer cuando tiene relaciones sexuales con otro/a y/o disfruta de la masturbación, es capaz de tocarse libremente sin pudor, entonces a lo menos es sexualmente más libre (lo que no implica que realmente se haya hecho cargo de dicha libertad).

La denominada “cosificación sexual femenina”, habla de este lugar donde se ubica a la mujer en el lugar de “objeto” de placer sexual para un otro. Este lugar lo da la cultura a través de la televisión, las revistas, en el acoso del hombre, etc., donde la mujer también muchas veces acomoda su auto-concepto. Sin embargo, con el cambio cultural, hoy en día también es posible ver cada vez con más frecuencia la “cosificación masculina”, donde mujeres acosan a hombres, como si tuvieran el derecho a hacerlo”, asegura Josefina Barriga.

Para Daniela, el feminismo beneficia las relaciones de pareja, “creo que a pesar del prejuicio generalizado, el feminismo resulta liberador en las relaciones de pareja, tanto heterosexuales como relaciones entre personas del mismo sexo, entre personas trans, etcétera, ya que promueve la equidad entre quienes forman parte de estas relaciones, promueve la colaboración, el cuidado y el amor que no considera al otro como objeto, como parte de una propiedad privada, como un inferior que debe obedecer y someterse, donde la dependencia es difícil de generarse, ya que se permite y se construyen relaciones que donde ambas personas crecen, se desarrollan plenamente”.

Una nueva mujer bajo las sábanas

“Desde lo mismo señalado anteriormente, el feminismo es liberador, valida el autoconocimiento de las mujeres, valida las relaciones en igualdad de condiciones, por tanto reivindica que nosotras podamos decidir sobre nuestros cuerpos, cuándo, dónde y con quién vivir nuestra sexualidad plena y libremente. Además, hay una lucha por la sobrevivencia, nos están matando, nos están violando y agrediendo en la calle, en los trabajos, cuando nos vamos de viaje, cuando tenemos la “osadía” de salir solas tarde en la noche”, argumenta Daniela.

Josefina asevera que este cambio cultural, impacta la intimidad de las parejas de un modo particular. Con el machismo la mujer, silenciosamente y sin objeción cumplía las labores domésticas y cuando llegaba “el macho viril” a la casa, todos corrían. Como padre, era menos cercano, emocionalmente poco involucrado, de ese modo no daba pie al cuestionamiento, y su virilidad se veía potenciada por añadidura, mientras que el deseo sexual femenino y su insatisfacción no tenían cabida. “Con el feminismo, la mujer trabaja y cree que el hombre debe ir a la par con ella en los quehaceres del hogar. Al mismo tiempo, el empoderamiento permite a la mujer incluso criticar el funcionamiento sexual masculino, lo que debilita la virilidad que tenía el macho. La figura cambia y cada vez más, la mujer se queja cuando él no realiza labores domésticas, poniendo inconscientemente en cuestión la virilidad del hombre al ser retado, donde pierde poder. Cuesta considerar que ambos hemos sido educados en el machismo, y pese a muchas veces estar de acuerdo con las ideas feministas, aún no siempre se ha logrado una adaptado adecuada, con una clara distribución de funciones esperando del otro aquello de lo que él/ella no tiene claridad de la urgencia/ importancia que tiene en aquella función.

Por otra parte, esta mujer más empoderada exige no solo en lo doméstico, sino también en la cama, porque quiere sentir placer, y demanda frecuencias, intensidades, posiciones, etc… incluso se atreve a criticar formas y tamaños. Este nuevo tipo de mujer, con facilidad lleva al hombre a un debilitamiento de esta sensación de “macho viril” (no de masculinidad) por lo que él muchas veces se preocupa por satisfacerla, con el temor de no lograr cumplir sus expectativas, poniendo su cabeza en función de cumplir esta exigencia por sobre su propia satisfacción, dejando de disfrutar libremente, aumentando el estrés y generando, en ocasiones, diversas disfunciones sexuales”, cuenta Josefina.

Radiografía y recomendaciones

En consulta, actualmente, es posible ver casos de infidelidades donde lo que se busca por fuera es una experiencia que le permita comprobar que no “padece de un problema sexual”. En estos casos, el que logre funcionar con una tercera persona, se relaciona con el que deja de preocuparle tanto el placer de esta nueva pareja, retomando importancia el propio disfrute. Así también, es cada vez más frecuente ver hombres que dicen sentirse nerviosos frente a mujeres que ellos mismos, por alguna razón, ya sea por aspectos intelectuales, económicos, expresiones sexuales, etc., la ubican por sobre ellos mismos, con lo que sin darse cuenta se estresan con esta misma admiración y tienden a presentar dificultades en su funcionamiento sexual.

“En este sentido, y pensando que culturalmente debemos irnos adaptando, es importante reaprender a convivir en pareja. Por un lado, reaprender a pedir en vez de retar. Por ejemplo, en vez de decir a la pareja algo así como: “¿cómo no se te va a ocurrir nada en todo el día?, está la casa asquerosa y por supuesto todo me queda a mí, estoy cansada/o….” Ello automáticamente genera en el otro la necesidad de defenderse, por lo que habitualmente reacciona de modo tal que se inicia una discusión en vez de conseguir que él/ella realice lo que se espera que haga. Si se trabaja en un modo diferente de pedir, por ejemplo, lo mismo se plantea de un modo más propositivo, como “¡estoy tan cansado/a y hay tanto que hacer!, ¿qué te parece si tú haces… mientras yo hago… y así después descansamos los dos juntos?”, así es más fácil realmente conseguir lo que se quiere, “si pelear no es el objetivo”. Así también, se hace más fácil cuando se logra un acuerdo sobre los quehaceres del hogar, de forma clara y estable, lo que permite incorporar estas actividades a las rutinas de cada uno, lo que disminuye el riesgo de que a uno no se le “ocurra” hacer algo…. Por otra parte, cuando uno de los dos no realiza aquello a lo que se ha comprometido, es importante evitar reemplazarlo en su función, porque al igual que con los niños, se da la señal de que es posible no hacer, dinámica en que ambos son igualmente responsables.

En cuanto a la intimidad de las parejas, es importante que, tanto hombres como mujeres, comprendan que la satisfacción sexual es responsabilidad de cada uno. El hombre no es responsable de la satisfacción de la mujer, hay una co-construcción. Ambos son responsables de conocerse, saber bien lo que les gusta, lo que les acomoda y lo que no. Una persona que trabaja por alcanzar un orgasmo sin ayuda del compañero, se permite así misma cultivar una sexualidad libre junto a un otro. Un encuentro donde ambos son responsables de sí mismo permite libertad para ambos. Ello no implica una falta de compromiso, por el contrario, evita la sobrecarga de uno y da libertad a los dos”, concluye Josefina.

psicojosebarriga@gmail.com

danialeguzman@gmail.com

Lo que no es feminismo

Para que quede claro y no se mal utilice el término feminismo, es que es necesario desmitificar algunas frases que escuchamos a diario que no representan la esencia de este movimiento social.

  • Que es una lucha de las mujeres contra los hombres.
  • Que los hombres no pueden ser feministas.
  • Que se busca lograr la supremacía de las mujeres.
  • Que se tolera la agresión hacia los hombres.
  • Que no se reconoce que los hombres también son discriminados en algunos casos.
  • Que se busque quitarles derechos a los hombres.
  • Que es la versión femenina del machismo.

“Contradicciones irónicas” de la mujer feminista

A pesar de buscar una nueva forma de ser sociedad, más justa e igualitaria en todos los sentidos, hay detractores que enuncian con sarcasmo una serie de contradicciones en que caen las (os) feministas a la hora de plantear sus ideas. Echemos un vistazo.

  • Debemos despreciar el comportamiento que se asocia con el estereotipo de masculinidad, mientras tenemos que ensalzar con elogios cuando el mismo comportamiento es exhibido por las mujeres.
  • Atacamos con rabia todos los estereotipos de género que retratan a las mujeres negativamente, mientras abrazamos con gusto los que las estereotipan positivamente.
  • El poder en manos de los hombres es siempre destructivo, egoísta, tiránico y perjudicial. El mismo poder en manos de las mujeres es siempre democrático, protector, honesto, bueno para el medioambiente y bueno para la humanidad.
  • Los hombres de calidad apoyan la igualdad de las mujeres, pero las mujeres nunca tienen que hacer nada para demostrar que ellas son «de calidad».
  • Las feministas son iguales a los hombres, y por lo tanto tenemos autoridad moral para enjuiciarlos.
  • Cualquier crítica del feminismo es una forma de discurso del odio. Al propio discurso feminista se le permite ser tan odioso como ellas quieren que sea.
  • Usted debe exigir que el padre haga la mitad de cualquier esfuerzo para educar a «sus» hijos mientras, simultáneamente, debe demandar que a la madre se le otorgue la custodia exclusiva y automática de «sus» hijos después del divorcio.
  • Como feminista estás en contra de la proliferación de estereotipos. Pero eso no debe impedirte, por supuesto, difundir estereotipos de hombres como una clase sobreprivilegiada de explotadores que siempre consiguen todo lo que quieren.
  • Es necesario molestar constantemente sobre las expectativas tradicionales que se imponen a las mujeres, mientras que olvidamos convenientemente pagar la otra mitad de la factura en un restaurante.
  • Si un hombre trabaja 60 horas a la semana para mantener a una esposa que cocina y limpia, entonces el hombre es un vago de mierda que se aprovecha de su esposa.
  • Si una mujer trabaja 60 horas a la semana para apoyar a un marido que cocina y limpia, entonces el hombre es un vago de mierda que se aprovecha de su esposa.

Si la mayoría de las mujeres no se llaman feministas, entonces el problema central es la mayoría de las mujeres y no el feminismo.

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